Por Juan Carlos Junio
La utilización arbitraria de la ley por parte de jueces y supremos para favorecer a grupos económicos y políticos, se generalizó durante la fallida experiencia macrista y continúa tan vigente como en aquellos tiempos. El caso de la filtración de los chats de Lago Escondido iluminó inesperadamente el oscuro y viscoso contubernio entre el poder económico, el partido judicial, con sus jueces y fiscales operando en las oscuridades del poder, y la derecha política, especialmente la porteña larretista. Estas operaciones no deben desvincularse de los otros casos de persecución política a dirigentes populares, ni de la protección mediática que se brinda a dirigentes de ultraderecha como a Milman y su insólito equipo de modelos premiadas, puestas a cargo de la escuela de inteligencia; tampoco de los fallos siempre favorables a las grandes empresas para resguardar sus intereses, entre los que se destacan los del grupo Clarín. Lago Escondido es la expresión de una estructura ilegal mucho más amplia que la de este grupo de felices viajeros bancados por Magnetto, a los que por primera vez pudimos ver interactuar con increíbles mensajes de texto y audios para encubrir sus delitos, en la creencia que se encontraban amparados en la impunidad, incluyendo dádivas por parte del principal grupo de medios del país.
Esa amplia estructura de corrupción, que la Vicepresidenta de la Nación calificó de mafia y estado paralelo, responde al establishment mediático-económico e inficiona desde la Corte Suprema a tribunales orales federales y provinciales, procuradores y fiscales con sus inevitables fallos a medida y causas inventadas, a los multimedios hegemónicos y a los principales dirigentes de Juntos por el Cambio, quienes no repararon en alimentarse de esa carroña. La condena y proscripción a Cristina Kirchner es lo más resonante, pero otras causas son también espurias y graves, como el caso de Milagro Sala en el feudo de la inmoralidad de Morales, la Gestapo sindical de Vidal, cuando gobernaba la provincia de Buenos Aires, y la estructura que montó Macri con la AFI y la Mesa Judicial, que no trepidó en espiar a los familiares del ARA San Juan. Claramente se trata de mafias políticas, judiciales y mediáticas.
Una particularidad de los chats de Lago Escondido es que dejan al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, desnudo ante la opinión pública. En la lujosa mansión del multimillonario amigo de Macri, Joe Lewis, retozaban y conspiraban su ministro de Seguridad, Marcelo D’ Alessandro y el jefe de los fiscales porteños, Juan Bautista Mahiques. La reacción del autodenominado palomo, expresión esta prematuramente jubilada; también fue mafiosa, como para no desentonar. Encubrió a sus funcionarios, jueces y fiscales, no explicó nada, no sancionó a nadie y decidió cerrar la Legislatura porteña hasta nuevo aviso, para evitar cualquier tipo de debate sobre estas acciones y conductas y el pedido de juicio político por parte de la oposición. Se trata de una muestra de debilidad ante lo inocultable de los hechos potenciados por la interna de JxC, que podría bajarle a Larreta sus alfiles para salvar su propia ropa. Este andamiaje político inmoral al que asiste la opinión pública, incluyendo a sus “queridos vecinos”, no es más que la punta que emerge de un enorme témpano. Resulta inevitable preguntarse ¿cuántos otros grupos de chats como estos habrá? ¿Cuántas reuniones conspirativas ocurrieron? ¿Se hacían también después de los fulbitos en la quinta de Macri, directamente en su despacho en la Casa Rosada o en retiros espirituales con jueces y funcionarios porteños?
La respuesta de la Vicepresidenta fue de una firmeza de principios y coraje político digno de los grandes gestos históricos, lo cual potencia la conciencia del pueblo y de la militancia del Frente de Todos. El “atrevete a meterme presa con tus esbirros de la casación”, luego de abandonar los fueros protectores; es un acto político que no solo enfrenta a las mafias, también implica un reto a todas las fuerzas democráticas a mantenerse unidas y a luchar para volver a triunfar en las elecciones del año próximo.
En ese marco, las fuerzas políticas del Frente de Todos se movilizaron la semana pasada exigiendo el juicio político a Mahiques y D’ Alessandro, denunciando el encubrimiento del jefe de Gobierno, que como siempre intenta hacerse el chancho rengo. A pesar de la extraordinaria invisibilización que las corporaciones mediáticas hacen de esta impunidad desenfrenada, quedó más expuesto que nunca que la mafia también tiene sede en el mismísimo Gobierno de la Ciudad.
Mientras tanto Rodríguez continúa celebrando en Costa Salguero su campaña presidencialista, en la que se propone al igual que su mentor Maurico Macri, imponer en el país el fracasado modelo neoliberal, instrumentando lo que denominan “reformas”, que en realidad son contrarreformas; con el fin de retrotraernos a un pasado indigno para la mayoría del pueblo. Larreta, Macri, Bullrich, Vidal no sólo comparten esta estructura mafiosa de guerra judicial, también sienten el mismo odio a la felicidad popular. Lejos de aquel eslogan de la “Revolución de la alegría”, tan vacío de revolución como de alegría, Larreta reprimió los festejos populares en el Obelisco por la llegada a la final de nuestra selección de fútbol. Este hecho insólito evidencia un rasgo de odio de clase propio de su ideología. Larreta puso vallas, como cuando la ciudadanía se movilizó ante el ataque judicial contra Cristina y de las huestes pro nazis a su domicilio, luego del show que montó Clarín con el fiscal Luciani en su alegato. En ambos casos generó una provocación que “justificara” la represión.
El monstruo es grande y pisa fuerte, dice la canción popular y Larreta es una parte de ese oscuro entramado. De allí que todo el pueblo, luego del legítimo festejo colectivo por nuestro triunfo futbolero, deberá nuevamente sentirse principal protagonista de los acontecimientos políticos en los tiempos por venir.