Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
El discurso del flamante presidente Alberto Fernández tras la jura que dio inicio a su gobierno, marca un cambio de rumbo notable respecto a la gestión macrista. En lo que respecta a las definiciones económicas, la principal referencia es el cambio de orientación, dejando atrás la economía de la especulación financiera para dar aliento a la producción y el trabajo, «rumbo al desarrollo con justicia social».
La renegociación de la deuda quedó supeditada al crecimiento. El Presidente se refirió en varios pasajes a este problema crucial, con el espíritu de la frase de Néstor Kirchner cuando enfrentó la renegociación al comenzar su gobierno. «Vamos a encarar el problema de la deuda externa. No hay pagos de deudas que se puedan sostener si el país no crece. Tan simple como esto: para poder pagar, hay que crecer», dijo Alberto Fernández. Este orden de prioridades quedó plasmado también en la postergación de la revisión del presupuesto nacional hasta no se salde la renegociación de la deuda externa del sector público.
Estos anuncios no solo dan cuenta de un cambio de rumbo, sino también de las formas de ejercer el poder. El presidente catalogó el proceso de endeudamiento con el FMI de poco serio, y ciertamente el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba viciado de insostenibilidad: 57.000 millones de dólares, sin exigir un uso productivo para poder repagarlo; y para ser devuelto en apenas dos años. En definitiva, algo imposible de cumplir que evidentemente tenía ese fin para abrir lugar a mayores condicionalidades. Bueno, el nuevo Presidente ya puso la condicionalidad: «el país tiene voluntad de pagar, pero carece de capacidad para hacerlo».
Ahora bien, Alberto Fernández también definió prioridades: empezar por los que menos tienen, «los marginados y excluidos de la Patria, afectados por la cultura del descarte». El nuevo gobierno arranca con una serie de medidas para asistir a los sectores más necesitados. Entre ellas sobresalen el Plan Integral Argentina Contra el Hambre; que todos los titulares del salario social complementario puedan insertarse en el mundo laboral y cobrar por su trabajo; el derecho al primer empleo a través de becas solventadas por el Estado para que jóvenes se capaciten y trabajen en empresas, pymes, organizaciones sociales y de la economía popular, la agricultura familiar y el cooperativismo.
Otra necesidad fundamental es la vivienda. El gobierno de Macri se jactaba de la política de los créditos UVA, que alcanzaron solo a un puñado de familias que podían acceder a esa solución de mercado, pero cuando la ecuación financiera se les dio vuelta han sido abandonados a su suerte. El Presidente también anunció la creación del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat desde el cual se desplegará un ambicioso plan de regularización de la construcción de viviendas. En su discurso justificó estas medidas con la frase «es inadmisible pensar que en pleno siglo XXI millones de argentinos no tengan un techo bajo el cual guarecerse».
Además cabe destacar la convocatoria a los sectores de la sociedad para que participen de las transformaciones. Así, políticas como el conjunto de Acuerdos Básicos de Solidaridad en la Emergencia saldrán de un espacio formado por trabajadores, empresarios y «diversas expresiones sociales».
Lo mismo para las medidas de más largo plazo, no serán prerrogativa exclusivas del Ejecutivo. Por eso Alberto Fernández anunció que enviará al Parlamento «las bases legislativas para institucionalizar un Consejo Económico y Social para el Desarrollo, que será el órgano permanente para diseñar, consensuar y consagrar un conjunto de políticas de Estado para la próxima década».
Como parte de la reactivación de los motores de la economía, anunció un Plan de Reactivación de Obras Públicas. El gobierno de Macri tras asignar recursos de forma desproporcionada a la Ciudad de Buenos Aires, había llevado a una verdadera parálisis de la obra pública agitando la bandera de la lucha contra la corrupción, cuando en realidad se comprometía con el ajuste del gasto público con el FMI privando a los argentinos de rutas, salud, educación y acceso a servicios públicos.
En suma, a pesar del calor agobiante de la primera jornada, ya comenzó a sentirse el viento de la recuperación de la soberanía y la dignidad para el pueblo. Concluimos con una de las expresiones presidenciales más notables: «sin pan la vida solo se padece. Sin pan no hay democracia ni libertad».