Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
A un mes de las elecciones presidenciales el pesado carro de Macri es tirado lastimosamente por la yunta de bueyes, que bien podrían llamarse “Fracaso y Decepción”. La derrota está descontada, más aun con la memorable negación del Presidente al decir “la elección no ocurrió”. Es cierto que desde el propósito principal del gobierno no puede hablarse de equívocos, desvíos o yerros, respecto a los objetivos de un neoliberalismo ortodoxo que se propuso cambiar la matriz distributiva de la Argentina y su inserción en el “mundo”. En este sentido, en cierta medida fue exitoso. El desempleo alcanzó los dos dígitos arrastrando a dos millones de personas a esa indignidad. Los precios sensibles como los alimentos y la energía han sido dolarizados empujando al 35% de los argentinos a la pobreza, se desarticuló el entramado productivo de la industria nacional y nos dejan enredados en una deuda impagable con el FMI y diversos prestamistas.
Pero donde ha fallado con creces este proyecto es en su durabilidad. Apenas le bastó cuatro años para agotar un ciclo de endeudamiento y crisis. En los propios términos de la propuesta política neoconservadora, el gobierno de Macri se retira irreconocible: intentando poner algunos controles de precios, bajando el IVA a la canasta básica, congelando tarifas, defaulteando parte de la deuda e imponiendo control de cambios; y ahora estatiza 330 kilómetros de ruta que estaban concesionados a privados. Claro que estas medidas las hace en contra de sus propias convicciones, y su único objetivo es terminar el mandato. El fracaso está en que el proyecto político del gran capital concentrado era sostener su gobierno neoliberal por una década, para tornar irreversibles los cambios. En ese sentido arrecia la decepción del establishment contra Macri; le reprochan que chocó la calesita y los sectores populares están por tomar, no ya la sortija, sino la calesita entera.
Por otra parte, el Frente de Todos hizo público un documento donde se plantean los lineamientos generales que regirán su gobierno. En materia económica se indica un claro rumbo en favor de la producción nacional y la mejora sustancial de las condiciones de vida del pueblo argentino. Se trata de un cambio del modelo económico social que deje atrás la especulación financiera y se oriente a dinamizar la producción y el consumo y a una justa redistribución de la riqueza a favor de las grandes mayorías.
La legitimidad sustentada en los votos será muy sólida y la capacidad industrial instalada, está. Tal como se pronunció el candidato Alberto Fernández, Macri ha apagado la economía, por lo tanto de lo que se trata es de prenderla para que vuelva a funcionar y cobrar un nuevo dinamismo. Aunque en el medio haya que enfrentar escollos del tamaño de la deuda con el Fondo, ese objetivo es posible con la contrapartida política del caudal electoral y el acuerdo amplio alcanzado por el Frente de Todos con vastos sectores del capital y el trabajo.
A partir de aquí el punto central pasa por precisar qué sectores del capital y el trabajo darán cuerpo a ese pacto social, y qué intereses tocarán dichos acuerdos. El desarrollo nacional bien entendido ya no puede limitarse, como en el pasado, en beneficio de grandes corporaciones, esperando el derrame a los sectores populares. Ese capitalismo ya fracasó. Garantizar grandes tasas de ganancias al capital concentrado nos ha alejado del desarrollo, de la producción y de los estándares de vida dignos de la condición humana. Esa experiencia política ha sido rechazada en las urnas.
Las fuerzas productivas no se recobran liberalizando, sino distribuyendo riqueza y regulando en favor del crecimiento de la producción y el trabajo. Para ello se necesita fortalecer el consumo a través de un shock de ingresos en salarios y jubilaciones; la desdolarización de tarifas de naftas y servicios públicos; y la baja de tasas de interés que apoyen el crédito productivo de las pymes. Para estos fines, Alberto Fernández fue claro: “no le pediré permiso al FMI”. Estas medidas implican controlar los márgenes de ganancias del capital concentrado, del sector financiero especulativo y a los formadores de precios, como declaró Cristina Fernández en La Matanza. En la Argentina esa discusión distributiva no puede aplazarse ya que tanto los trabajadores, desde los más humildes como los de buenos ingresos, al igual que gran parte de las clases medias, están sufriendo descarnadamente las consecuencias de este modelo. En tal sentido, Cristina hizo una invocación “a favor de los millones” que apenas pueden sobrevivir.
Como en otros momentos dramáticos, desde la política, sustentando una democracia que tenga como norte la igualdad social y cultural, podremos mirar al futuro con una perspectiva esperanzada.
Nota publicada en Minuto Uno el 27/09/2019