Contraeditorial | Opinión
La multitud en las calles, respondiendo al llamado sanmartiniano que la Patria debe ser defendida cuando está en peligro, marcó un momento trascendente de la nueva fase política iniciada en diciembre con la inesperada lucha popular callejera contra la “reforma previsional” en ciernes. Como en otras situaciones cruciales de nuestra historia, como la Semana Trágica, el 17 de Octubre o el Cordobazo; la presencia protagónica del pueblo actúa sobre la realidad como el viento que con su fuerza disipa las brumas que ocultan la tensión soterrada y la necesidad de cada hombre y mujer, joven y viejo, de mutar de individuo a ciudadano político, a sujeto colectivo.
El influjo de las calles de diciembre entró por los ventanales del Congreso, generando un cambio en la relación de fuerzas políticas en el Parlamento; a la vez que millones de ciudadanos desesperanzados se distanciaron del apoyo al macrismo para ya no volver.
El 25 de mayo, nuestra ancha avenida 9 de Julio fue colmada por columnas organizadas, pero fue determinante la presencia de decenas de miles de manifestantes “sueltos” que decidieron participar de la lucha antimacrista, nutriéndola no sólo en términos cuantitativos, sino agregando tonalidades tanto de fiesta patria popular, como de bronca contenida. El “Patria si, colonia no” se extendió vivificante por toda la multitud hasta el escenario repleto de artistas amados por la gente.
Otro elemento político a considerar es que este notable y masivo encuentro callejero, fortalece la recuperación de la estima y la voluntad de lucha de la sociedad, dañada por la derrota electoral del 2015 y el consecuente repliegue que implicó. En esa debilidad ideológica y cultural se sustentó la ofensiva triunfalista de la derecha, impactando en la subjetividad y el imaginario social, posibilitando el resultado favorable de octubre de 2017.
La importante fisura generada por la movilización decembrista se amplió nuevamente por el grito contra el FMI del 25, con la particularidad de que no se trató de un acto convocado por una reivindicación económica o social, sino de un pronunciamiento político contra el símbolo mundial de la época, que expresa la opresión económica y la pérdida de la soberanía de la Nación. Ciertamente el masivo rechazo de la sociedad al FMI es otra inesperada novedad, que también está llamada a actuar como revulsivo a sus planes de ajuste perpetuo.
A esta altura resulta imprescindible registrar la debilidad que implica la ausencia de la vital unión político-electoral de la oposición. En esta cuestión crucial, que nos recorrerá durante el 2018 y 2019, el protagonismo y la participación de la sociedad actúan como un elemento que amalgama a las partes y las dinamiza en el siempre complejo y difícil proceso de unidad. La aceleración de los tiempos políticos impone el inicio del debate del programa que se le ofrecerá a la sociedad. Esa discusión impostergable, no sólo no divide, sino que nutre y enriquece a las fuerzas políticas decididas a armar una propuesta que convoque a amplias mayorías para triunfar en el 2019 y así recuperar al pueblo y a la patria por el camino de una auténtica democracia.
Este inopinado cuadro de situación política, explica que Carlos Pagni, un periodista que encarna a la derecha reconozca en su columna de La Nación que “Cristina ve caer maná del cielo”.