Por Juan Carlos Junio
Si asumimos en plenitud que los acontecimientos políticos expresan las contradicciones y las más amplias diversidades existentes en la sociedad, y que el conflicto está en la naturaleza del desarrollo social, una vez más el interrogante del momento está dado en la definición del elemento o los elementos determinantes.
Surge claramente que el pueblo en la calle fue el factor decisivo de todo lo ocurrido en este convulsionado fin de año. Cientos de miles de trabajadores, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, se volcaron hacia el Congreso para reclamar y exigir que no se vote el paquete de leyes del ajuste macrista. Sorpresivamente las clases medias por decenas de miles salieron a expresar su bronca contra el recorte a los jubilados, derramando en las calles un sentido democrático y solidario que nos alienta para fortalecer la lucha por una fuerte amalgama entre trabajadores y la diversidad de los sectores medios, tan trascendentes en el tejido social, cultural y político de nuestro país.
Ya señalamos al inicio del gobierno macrista (Tiempo Argentino, 27-12-2015) que la derecha no es democrática, a pesar de que ganó la elección en forma legítima. Decíamos tempranamente: “En ningún país capitalista moderno existe una democracia en abstracto ya que siempre está condicionada y amalgamada con el poder económico y cultural dominante”. En eso estamos a dos años de gobierno conservador: no es democrático y además siempre miente.
Primero.- El gobierno afirma: “No tocaremos a los jubilados”. Segundo.- Luego de que lo apoyaran electoralmente, mediante una ley oprobiosa, les recorta sus ingresos y vacía a la Anses. Tercero.- Dice: “La prioridad de mi gobierno siempre fueron los jubilados”. Tres actos que desnudan su esencia antipopular, antidemocrática e inmoral.
Para completar su devenir político de estos días, reprime al pueblo que se manifiesta rechazando el ajuste, incluyendo palazos y gas pimienta a Diputados.
No olvidar que hubo varios ensayos previos: represión brutal a pueblos originarios, con la muerte de Santiago Maldonado, el asesinato cobarde del joven Rafael Nahuel y la detención arbitraria de Milagro Sala y sus compañeros. La función, con aspiraciones de grotesco criollo discepoliano, termina en algo parecido a una frustrada demostración de firmeza: el Presidente felicitando a los represores y sosteniendo a la ministra Bullrich. Eduardo Amadeo reivindica la “perfección” del ataque a Diputados y al “demócrata” Nicolás Massot se le derrite del rostro el maquillaje de político serioneoderechistademocrático, y reivindica con “orgullo” a su familia de videlistas comprometidos con desapariciones y propagandistas de las “ideas” de los dictadores del ´76. Al lobo le duró poco la incómoda piel de cordero.
El protagonismo del pueblo en las calles decembristas, retomando las calles de marzo, fisuró el relato monocorde del poder político-mediático-judicial, que se presentaba una vez más ante la sociedad como invencible, invulnerable y para la eternidad.
El pueblo existe. No es una entelequia perimida de nostalgiosos: hubo aportes de fuerzas políticas, sindicatos, luchadores gremiales que se desprenden y rechazan el minué del triunvirato patético, colectivos culturales, agrupamientos juveniles, estudiantes, jubilados, ciudadanos independientes y gran presencia de núcleos de mujeres luchadoras.
En el Parlamento, una fuerte reserva democrática se expresó con iniciativa, firmeza y valentía. Frente a este nuevo e inesperado escenario político, ya nada será igual. La derecha repone desde sus medios la idea de la violencia como eje del momento y “exige” que sea rechazada y repudiada. Aprovecha los desafortunados actos aislados contra un diputado y un periodista para igualar falsamente su represión con sus miles de robocops. Ya aprendimos que la avalancha de falsos argumentos no debe ser subestimada. La disputa cultural es y será permanente.
Aquí resulta imprescindible señalar que también es violencia negarles a los ciudadanos toda posibilidad de acceso al trabajo, a la salud y a una vida social y cultural digna.
Las políticas del gobierno macrista chocan de frente contra ese concepto ampliado de derechos humanos, y en oposición a las desplegadas en la década kirchnerista, restringe e intenta abolir los nuevos derechos que se lograron.
Las calles de marzo y diciembre abrieron una brecha que debemos aprovechar para ir hacia la superación de la debilidad más importante: la desunión de las fuerzas populares y democráticas. En ese sentido también en la fragua de la lucha se dieron pasos valiosos, aunque sabemos que es un derrotero difícil.
Saludamos a la militancia solidaria que en todo el país fue protagonista a lo largo de este difícil año que concluye. Estuvimos en los barrios, en las luchas de las mujeres, estudiantes, con los cooperativistas, en la defensa de nuestra cultura y los científicos. Y participamos en las grandes luchas de maestros y docentes por la educación pública; defendimos a las PYMES de la agresión del modelo, participamos en los medios de comunicación en todo el país expresando nuestra opinión con la determinación y la transparencia de la que estamos imbuidos.
Asumiremos el reto del próximo año, fortalecidos por la iniciativa popular y la profunda reserva democrática que existe en nuestra sociedad.
El crecimiento del Partido Solidario será un valioso aporte a la unidad de todos los sectores auténticamente democráticos, para cambiar el rumbo de nuestro país.