Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
El gobierno festeja los últimos datos económicos del INDEC. ¿Pero qué se esconda detrás de esa primaverita? ¿Es realmente sustentable el modelo económico del macrismo?
Ingresamos en el tramo final de la carrera electoral, y el gobierno se esperanza en que la inversión en la obra pública, a pesar de haberse aplicado tardíamente, impacte en el ánimo de la sociedad. El Indec acaba de informar que la economía creció 2,7% en el segundo trimestre, y con ese dato, se intenta generar una sensación de «ahora ya estamos mucho mejor, luego de la ‘pesada’ herencia recibida». Sin embargo, resulta indispensable aclarar que el mentado 2,7% se compara con el mismo trimestre del año 2016, cuando hubo una caída del 3,7%. Surge entonces un interrogante obligado: ¿este crecimiento es genuino, y será duradero? Todo indica que no, ya que la economía argentina viene estancada y pegando saltitos desde 2011. En el mejor de los casos, estamos dando uno de esos saltitos pero con niveles y tasas de expansión inferiores a 2015, que fue un año de crecimiento del 2,4% (Indec).
Cierto es que nos tienen acostumbrados a festejos anticipados, con bailes y globos. Pero detrás de ese solcito de primavera electoral en el cielo económico aparecen nubes oscuras y amenazantes. Como las catástrofes naturales que son anticipadas por los científicos que las van monitoreando, resulta posible anticipar el ajuste que se viene.
En primer lugar porque los propios empresarios y analistas de derecha lo dicen abiertamente, e inclusive reclaman y exigen más ajuste. José Luis Espert advierte que el nivel de deuda es como en 2001 y culpabiliza al actual gasto social, por lo cual debe ser achicado drásticamente. Miguel Kiguel señaló que el año que viene los salarios no pueden aumentar más de 10 o 12%, o sea que tienen que seguir bajando en términos reales. El JP Morgan tiró una amenaza impiadosa: «si Macri no avanza con las reformas el mercado se lo va a facturar», o sea, lo castigarán.
Acerca del tema de la apertura, se sostiene firme la política de abrir el mercado. Aumenta la producción de autos, pero resulta que el 75% de los componentes son importados. La importación de frutillas aumentó 400%, y hasta zanahoria traemos de afuera. Un país que importa zanahorias no se compadece con el eslogan presidencial de «ser el supermercado del mundo».
Por otro lado, la salida y fuga de capitales alcanzó valores como en 2008, cuando el mundo estaba prendido fuego y quebraba Lehman Brothers en EE.UU. ¿Qué pasa en la argentina gobernada por liberales, qué empresas y personas sacan sostenidamente la plata del país?
Cada vez se confirma más queel modelo sólo se sostiene por la entrada masiva de capitales especulativos que vienen a jugar a la bicicleta financiera. Los dólares del endeudamiento van a tapar el déficit, destacándose cada vez más el pago de intereses de la deuda externa que crece vertiginosamente. Estos flujos financieros van a las Lebac, donde se está formando una bomba como quien deja abierta la hornalla del gas. El BCRA ofrece una tasa cada vez más alta, para que los pesos no se vayan al dólar, pateando la pelota para adelante, pero la cancha se va acabando.
Yendo a los temas que afectan directamente a las ciudadanas/os, se anunció el tarifazo en Edenor y Edesur del 50% desde febrero. Se trata de un cruel incremento para los usuarios, ya que a diferencia de los anteriores, esta vez se parte de niveles más altos, por los brutales aumentos de Aranguren del 2016.
Siguiendo con los anuncios, a partir de 2018 el combustible va a estar al precio internacional, con todo lo que eso implica para la gente y por su efecto multiplicador.
En transportes, La Nación dice que el boleto del tren sin subsidio sería $58. O sea, ida y vuelta $116.
El gobierno anuncia la llegada de la primavera económica, pero el consumo sigue sin florecer: en supermercados y shopping la venta cayó 2,1% en julio, por lo tanto siguen los despidos de cajeros y repositores, que ya llegan a 1.400. Otra flor que se marchita es la pobreza cero: Gabriela Michetti en la ONU reconoció que es «aspiracional». Un insólito concepto que intenta colocar a este flagelo que abarca a millones de argentinos, como si fuera una suerte de abstracción filosófica.
Además de estos resultados decepcionantes en la gestión, lo que más irrita son las conductas indolentes. La ministra Carolina Stanley se había comprometido a devolver los subsidios a los pensionados. Transcurrido un tiempo lógico, resulta que solo se los devolvieron al 7,7%, o sea a 9.200 personas sobre 126.000.
El mentado veranito ha llegado, pero no trajo la «consagración de la primavera» que vislumbraba el gran novelista Alejo Carpentier.