Los anuncios rechazando la nacionalización de YPF los hizo don Mauricio custodiado por un cuadro que exhibe a don Pedro de Mendoza, aquel emisario real en búsqueda de riquezas a fuerza de cruz y espada. Mauricio Macri fue el único opositor que se animó a expresar abiertamente su desacuerdo con la recuperación de nuestra empresa petrolera de bandera, privatizada a precio vil por el gobierno menemista y vaciada por la conducción empresarial representada por Repsol.
Al menos hasta el miércoles 18 cabría reconocerle al Sr. Macri el sincericidio que implicó manifestarse contra una mayoritaria posición ciudadana a favor del control estatal sobre la empresa petrolera.
Dicho de otro modo: se oponía a la posibilidad de avanzar en el reaseguro de la soberanía energética y para ello ensayó un patético relato de la intimidad familiar, cuando afirmó que se fue a dormir “muy preocupado, convulsionado” agregando: “Me desvelé a las cinco de la mañana y me fui a la cuna de mi hija Antonia. La miraba y pensaba en su futuro y en el de miles de argentinos.”
No duró mucho tiempo su acto de fe ideológica. A los dos días se vio obligado a mutar su posición, abrumado por las evidencias de un apoyo mayoritario de nuestro pueblo a la medida dispuesta por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. A tal punto los vientos soplan a favor del interés nacional que inclusive el incombustible Hugo Biolcati afirmó –sin ponerse rojo– que “YPF sea estatal no está mal para nada” y que “hay una necesidad de explotar nuestro petróleo”.
Así las cosas, lo que era un rotundo “no” se transformó en un “sí, pero”. El jueves 19 Macri se contradijo y prometió que si fuese presidente en 2015 mantendría el esquema propuesto por el actual Ejecutivo Nacional, aunque “lo haría bien”.
Este juego discursivo expresa sin dudas algunos contenidos sumamente reveladores de la “nueva política” que el líder de la derecha vernácula dice encarnar. Pero es difícil, si seguimos sus dichos y sus acciones de gobierno, creer alguna de sus promesas. Prometió defender la educación pública y cierra aulas de las escuelas: juró que construiría 10 a 15 kilómetros anuales de subterráneos y luego que asumiría la administración de este medio de transporte. Nada hizo. Dijo alguna vez que no aumentaría los impuestos. La seguridad ciudadana sería asegurada con la inefable Policía Metropolitana (cuyos dos primeros jefes están procesados al igual que el propio Macri) y así podríamos enumerar otros ejemplos de contradicción flagrante entre sus dichos y, fundamentalmente, entre dichos y hechos.
La resultante de semejantes principios y valores es la creciente articulación de un modelo político basado en la injusticia con su dosis de violencia, oscurantista en su visión de la cultura y un acendrado basamento antidemocrático.
Los anuncios rechazando la nacionalización de YPF los hizo don Mauricio custodiado por un cuadro que exhibe a don Pedro de Mendoza, aquel emisario real en búsqueda de riquezas a fuerza de cruz y espada. La imagen es contrastante con la de Cristina Fernández de Kirchner, quien suele hacer anuncios en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos o en el Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario. Los símbolos expresan, claro, la ideología y las opciones políticas de los gobernantes.
Los hechos concretos nos llevan a pensar que los porteños tuvimos mala suerte. El Sr. Macri es un político de derecha conservador, aunque se presenta como moderno, feliz y contento. Ciertamente, desde ese lugar político podría ser un trabajador abnegado y eficaz. Pero no puede. Ya demostró en muchas oportunidades su falta de ganas por trabajar para mejorar la vida de los ciudadanos porteños. En realidad ha demostrado su falta de voluntad de trabajar a secas. Así las cosas, nadie puede creer seriamente que se levante a las cinco de la mañana.
Esta forma de “nueva política cool” profundiza un modelo que históricamente es viejo y atrasado, expresando su pertenencia a la Internacional Neoliberal Conservadora, particularmente con su amigo Aznar, el ya famoso mentiroso de la tragedia de Atocha. Quizás, para definir mejor a estos personajes que representan al pasado y quieren presentarse como modernos, convenga apelar a la sabiduría de Discepolín: “Son disfrazados sin Carnaval”.
Sin embargo, existe una enorme reserva de mujeres y hombres que aspiran y luchan por una Ciudad más igualitaria, que genere relaciones sociales de convivencia democrática, con el fin último de mejorar la vida de todos los ciudadanos porteños. La articulación política de este gran potencial de verdadero cambio y progreso es un gran desafío que vale la pena asumir.
Nota de opinión publicada el 4 de mayo de 2012 en Tiempo Argentino: http://tiempo.infonews.com/2012/05/04/editorial-74641-don-mauricio-macri-adelantado-de-la-corona.php