Para el Gobierno, el reclamo por la soberanía de Malvinas no es más que una posición formal que se verbaliza sin convicción.
Política Argentina | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Este nuevo aniversario del desembarco argentino en las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los Espacios Marítimos Circundantes coincide con un enorme triunfo diplomático de nuestro país, producto de años de trabajo sostenido, serio e interdisciplinario. Al mismo tiempo, el gobierno del presidente Macri -y el proyecto neoliberal que expresa- ha definido que no priorizará el tema de la disputa de soberanía sobre las Islas como política de Estado. Es que, históricamente, a los proyectos neoliberales les sobra gente y territorio.
Sucedió hace unos días: una comisión de las Naciones Unidas concluyó que la plataforma marítima argentina debe extenderse sobre el Atlántico un 35 por ciento. De acuerdo a la resolución, Argentina amplía el límite de su territorio de 200 a 350 millas desde la costa, lo que aumenta en 1.700.000 kilómetros cuadrados el territorio marítimo de nuestro país.
Si bien la mencionada comisión no opinó sobre el tema soberanía, el ex secretario de Asuntos Relativos a Malvinas y diputado del Mercosur, Daniel Filmus, consideró que las conclusiones de la ONU “respaldan la posición argentina de que hay una controversia de soberanía que tiene que resolverse entre las dos partes en conflicto”. Además, la decisión de Naciones Unidas fortalece las presentaciones judiciales que la Argentina lleva adelante contra las empresas petroleras que operan con permiso británico en la zona de Malvinas. Similar criterio rige para la pesca y la instalación de bases militares.
Ante este escenario, la canciller Susana Malcorra presentó públicamente el nuevo mapa y ratificó el reclamo por la soberanía sobre las Islas. Sin embargo, el macrismo dice una cosa a la opinión pública y hace otra muy distinta. Su lógica es propia de un proyecto para minorías al que, como señalamos al inicio, no solo le sobran ciudadanos, sino también territorio. Las discusiones de límites territoriales han estado históricamente vinculadas al desarrollo de las fuerzas productivas de las naciones y a las hegemonías políticas y culturales que se desarrollan en su seno.
El gobierno actual está lejos de tener un proyecto de desarrollo nacional autónomo de los grandes poderes mundiales. Por eso sobra gente y territorio. A la gente “sobrante” la despiden de sus trabajos y le recortan derechos; y al histórico reclamo del territorio usurpado se lo relativiza primero, para luego archivarlo en el arcón de los “anacronismos”. O sea, asistimos a una nueva fase de “relaciones carnales” con otros ropajes más “alegres”.
Sobran también muestras de esa conducta política: bajaron de inmediato el rango de secretaría a subsecretaría al área de la Cancillería encargada de seguir el reclamo por la soberanía argentina sobre las Islas.
Macri fue el primer presidente que, desde 1983, no mencionó el tema Malvinas en su asunción. Es el mismo que calificó como “muy linda” la reunión con David Cameron en la que el Foreign Office dijo que no iba a negociar, ratificando su postura histórica de potencia colonial, a pesar de su decadencia, otrora imperial.
A ello se agrega el despido del 25 por ciento de los trabajadores del Museo Malvinas, por el que pasaron más de 700 mil personas desde su fundación. Vale la pena recordar aquella sentencia del historiador Rodolfo Puiggrós: está demostrado que algunos argentinos sufren el contagio de la paciencia británica.
Un país que agranda sus industrias y, por lo tanto, se expande económicamente, va distribuyendo funciones productivas en su territorio. Parte de éste es destinado a la producción agraria, parte a la industria, parte a la explotación petrolera para generar energía para esas industrias, y así con todas las ramas productivas. En esos proyectos de desarrollo nacional el territorio es imprescindible. Y también los científicos, trabajadores, profesionales, empresarios y estudiantes. Son estrategias que incluyen a toda la riqueza que surge del trabajo y la cultura de su pueblo.
Por el contrario, un proyecto de minorías, subordinado al capital financiero internacional, tiene en su esencia el objetivo de garantizarle rentas extraordinarias a esos capitales que se mueven a escala global y poco o nada importan sus ciudadanos y el territorio de una Nación soberana.
Para el macrismo, el reclamo por la soberanía de Malvinas no es más que una posición formal que se verbaliza sin convicción, para no chocar con el sentimiento nacional que anida en el pueblo argentino. Se trata de ponerle fin a años de políticas de Estado en el reclamo de la soberanía por nuestras queridas Islas Malvinas. Ante el grito sagrado que proviene de las entrañas de nuestra historia, y que el macrismo niega, redoblamos nuestro compromiso con esta gran causa nacional y con nuestros jóvenes que dieron sus vidas en una guerra infame, propia de una dictadura genocida y aventurera.