La confrontación con Macri

Tiempo Argentino | Opinión

Luego del diluvio neoliberal, a partir del triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998 se abrió una nueva fase en la historia americana, que tuvo un punto de inflexión en 2005 con la derrota del ALCA -expresión del proyecto neocolonial de EE UU- y un derrotero de avances inédito en el proyecto de integración nuestroamericana.

Hasta este 22 de noviembre, la derecha no había logrado quebrar en las urnas la continuidad de los gobiernos democráticos y populares. Salvo la derrota de la Concertación en Chile a manos de Sebastián Piñera y durante un único período, la discontinuidad de los presidentes latinoamericanistas de nuevo cuño se resolvió, como en Honduras y en Paraguay, por vía de los denominados «golpes suaves» que, en realidad, tuvieron un fuerte componente de desestabilización y violencia antidemocrática.
Este cambio de escenario, abierto con el triunfo de la derecha en nuestro país, reafirma que el proyecto de integración continental está en una etapa marcada por una fuerte ofensiva del imperialismo, apoyada en el trípode de medios de comunicación, justicia adepta y políticos conservadores. Desde luego, no se trata de ningún fin de la Historia, sino de un momento en el cual mutan las condiciones en que se libran las disputas por el sentido, la dirección del Estado y la política pública.
Un rasgo marcado de este momento tan intenso de la batalla cultural es la brecha entre las denuncias de la derecha cuando es oposición, y sus actuales iniciativas. La retórica del republicanismo opositor choca tempranamente con la realidad cuando Mauricio Macri amenaza a funcionarios públicos que tienen estabilidad garantizada por mandato constitucional o por definiciones de las leyes vigentes -como las autoridades del BCRA y el AFSCA, y la procuradora Gils Carbó-. El reconocimiento del Presidente electo acerca de que gobernará por decreto es concurrente con una práctica política que ya desplegó como jefe de Gobierno: el veto de 128 leyes aprobadas por la Legislatura porteña. Los decretos y los vetos son una atribución constitucional, pero también deben ser ponderados como la supervivencia de conceptos y atributos monárquicos. Su uso abusivo implica la dilución de la división de poderes, sustento jurídico y político básico del sistema democrático moderno.
Un segundo propósito del macrismo es la doble operación discursiva, con la cual se propone herir culturalmente a la experiencia kirchnerista. Una faceta de esta estrategia es difundir la idea de que la economía argentina está en una situación catastrófica, aunque esa campaña choque tempranamente con la realidad cotidiana de la ciudadanía. La otra es el plan de naturalizar, a través de anuncios propagandísticos, un proceso de indexación brutal de la economía. Se trata del armado de una tenaza que impugna y descalifica al proyecto kirchnerista y sus logros, e induce que el brote inflacionario comienza antes del 10 de diciembre. El macrismo, con los medios como punta de lanza, se propone articular un operativo de destrucción del kirchnerismo como proyecto político y social y, especialmente, de sus atributos simbólicos.
El cambio de autoridades se realiza en un inédito clima de paz social, sólo perturbado por las temerarias declaraciones de Alfonso Prat-Gay y todo el «dream team» económico, preanunciando una megadevaluación, con sus inevitables efectos inflacionarios.
La situación, por tanto, explica por qué venimos usando hace tiempo la idea de «década en disputa», tras un proceso intenso de transformaciones progresivas y de ruptura con el neoliberalismo en la región. En el caso argentino, cambia el signo del gobierno: asumirá la versión neoliberal tecnocrática, que viene a remplazar al proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericanista.
Con su ajustado triunfo, Macri deberá convivir y confrontar con un Parlamento donde el Frente para la Victoria tiene la mayoría en la cámara alta y la primera minoría en la baja. La poderosa capacidad de movilización de las fuerzas políticas, sociales y culturales que se sienten parte del proyecto emancipatorio regional será, sin duda, un fuerte obstáculo para el avance de las anunciadas reformas pro-mercado y de desmonte de los derechos sociales incorporados en estos 12 años.
Nadie tiene asegurado el éxito de antemano y, en principio, el próximo presidente ha formado un Gabinete cuyas inspiraciones no dejan lugar a duda. Es un experimento corporativo-empresarial en el cual se aprecian dos supuestos fuertes. Primero, la idea de que el mundo de los negocios gobernará con sus propios gerentes la política pública argentina. Segundo, así visto, el país es una empresa con 40 millones de consumidores que hay que gerenciar. Así, todo aquello que perturbe la lógica empresarial y su objeto principal -la tasa de ganancia- deberá ser erradicado.
La lógica capitalista aplicada a la construcción de la política pública podrá obtener buenos resultados para las corporaciones, pero será contraria a los fines de asegurar derechos a las mayorías, un principio básico de todo gobierno democrático. En su propuesta debe incluirse la subordinación automática a los dictados de EE UU y los organismos financieros internacionales, así como el apartamiento de las experiencias nacionales liberadoras.
El contraste entre dos modelos de sociedad no podría ser más brutal. La década en disputa adquiere en Argentina sus contornos más nítidos, y el período que se abre preanuncia una inevitable conflictividad social y cultural. Así como la derecha en estos años ha utilizado todos los recursos para obstaculizar la marcha del gobierno democrático con operaciones mediáticas, judiciales, movilizaciones callejeras, bloqueos en las cámaras legislativas y promoción de núcleos intelectuales oscurantistas declamadamente republicanos, en el próximo período se planteará una oposición creciente a la previsible política contra los trabajadores y las clases medias que llevará a cabo Macri. ¿Qué saldrá de esto? Imposible saberlo, pues a diferencia de lo que postulaba Francis Fukuyama, la Humanidad no ha llegado ni llegará nunca al fin de la Historia. Eso sí, el macrismo tiene para ofrecer no mucho más que «pasado en copa nueva». La sociedad resistirá y se opondrá desde todo lo acumulado en términos políticos y subjetivos en estos años de recuperación del ideario latinoamericanista. En eso estamos. En eso estaremos.

Nota publicada en Tiempo Argentino 04/12/2015

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