Enseñanzas de la crisis brasileña

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Por Juan Carlos Junio

El bajo crecimiento de Brasil se ha constituido en una seria dificultad para la Argentina, dado que ambas economías están íntimamente ligadas en lo comercial a través del MERCOSUR y desde lo productivo, por los acuerdos con el sector automotor y la interrelación de varias industrias como la química y la petroquímica.

cfk-dilma-300x199Este amplio vínculo implica que si Argentina crece más que Brasil, se incrementarán nuestras importaciones desde ese país y el déficit comercial argentino aumentará. Esta cuestión es vital para entender porqué la industria automotriz atraviesa actualmente tantas dificultades.

Desde la reelección de Dilma Rousseff en Brasil, las noticias sorprenden y preocupan. La opción por Joaquim Levy como ministro de Economía, un empresario de prosapia liberal, fue el símbolo de un corrimiento en la política económica brasileña hacia un severo ajuste fiscal. Los pronósticos de los propios organismos internacionales anticipan que esta medida provocará una desmejora en la economía del país vecino y tendrá impacto en la Argentina. Un crudo ejemplo de la aplicación del “plan Levy” es el aumento del desempleo en los últimos cinco meses, que ya alcanzó el máximo nivel del último lustro.

La principal razón de los recortes en las finanzas públicas son los apremios a los que está sometido el gobierno del PT y sus aliados centristas por parte de los mercados financieros internacionales. Este recorte, sin embargo, no impidió la corrida del real a principio de año; más bien parece ser el principio de un ya remanido círculo vicioso de endeudamiento, recorte del gasto social y recesión, que va comprometiendo el apoyo popular al partido gobernante.

Sin embargo, la deuda externa pública de Brasil con los organismos financieros mundiales no es importante, dado que el país llevó adelante una política de desendeudamiento en la primera década de este siglo –como varios gobiernos de la región-. Todo indica que el problema pasa por la deuda externa privada, es decir, el endeudamiento en dólares que tomaron las grandes empresas de Brasil en la última década y que deberá pagarse con las reservas del Banco Central. Esta deuda, aunque ya no esté sometida a las intromisiones del FMI, es controlada por un actor con peso en las finanzas internacionales: las agencias calificadoras de riesgo.

Estas empresas, que califican a los países y a las corporaciones de la misma manera que algunos maestros premian a los buenos alumnos y castigan a los desobedientes; ejercen poder sobre los activos de fondos de inversiones que definen sus compras y ventas en función de esas calificaciones. Una mala nota para Brasil puede implicar que varios fondos de inversión se desprendan de sus activos brasileños y generen salida de capitales desde ese país.

La dependencia de Brasil respecto de las finanzas internacionales se está haciendo patente en esta etapa de crisis económica mundial del sistema capitalista, a partir de la cual caen los precios internacionales de los commodities y los capitales se refugian en Estados Unidos. Las acciones del mundo financiero internacional tienen muchas facetas: a la Argentina le toca lidiar con el ataque de los fondos buitre, aunque aquí vienen perdiendo por la firmeza del Gobierno Nacional que ha ido ganando terreno tanto en el plano local como en el internacional. Sin embargo, nuestra propia experiencia indica claramente que la resolución de las encrucijadas a las que nos tendremos que enfrentar en los tiempos por venir no pasan por la vía financiera, sino por mejorar la balanza comercial, conquistando nuevos mercados y esencialmente fortaleciendo el mercado interno, con una fuerte acción del Estado, garantizando la mayor equidad en la distribución de la riqueza.

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