BAE | OPINIÓN
Los últimos días deben haber sido muy difíciles para quienes dicen que «estamos aislados del mundo». En realidad, la oposición política, mediática y empresaria que pronuncia con liviandad esa frase reduce el «mundo» a los Estados Unidos y, subsidiariamente, Europa. Sin embargo, mientras en Buenos Aires se fogoneaba «la marcha del silencio» convocada por un grupo de fiscales y políticos opositores, en Shangai, Estambul y Londres -de Oriente a Occidente- nuestro país fue agraciado en el plano internacional.
En orden de importancia, sin duda lo más destacable fue la firma de 22 convenios con China.
Según el Banco Mundial, el gigante asiático ya es la primera economía a nivel global. El orden unipolar que hegemonizó Estados Unidos tras la caída de la URSS se enfrenta con un nuevo alineamiento de países (BRICS) con los cuales Argentina, junto con los latinoamericanos agrupados en la CELAC, ha venido tejiendo un vínculo estratégico.
Este acercamiento argentino a China no debería sorprender a nadie. En realidad, se viene construyendo desde los inicios de la gestión de Néstor Kirchner.
El año pasado Estados Unidos, a través de su corte suprema, le soltó la mano a nuestro país, dejándonos a nuestra suerte con los buitres.
Para ponderar diferencias sustanciales en el tipo de vínculo con las potencias, hay que tener en cuenta la conducta política de cada una cuando enfrentamos un problema de balance de pagos.
En el 2001 el «mundo capitalista» nos ofreció un «blindaje» que en realidad garantizaba la fuga de capitales del mes siguiente y endeudarnos de por vida. Un auténtico presente griego. En cambio, China nos ofrece swaps, es decir, financiamiento en monedas propias fundado en el comercio recíproco.
Pero, sobre todo, China viene a invertir en la generación de energía no dependiente de hidrocarburos cuando buena parte del problema en nuestro balance de pagos se debe al déficit energético.
Construirá dos centrales nucleares con la última tecnología de uranio enriquecido, lo cual abre una perspectiva estratégica para toda la región.
Esta llegada de inversiones en infraestructura fue mal recibida por quienes no quieren invertir hasta que no cambie el gobierno. Así, la UIA sorprendió con un discurso anti-imperialista en un informe carente de rigurosidad técnica. El Carnaval permite estas extrañas contradicciones: los fiscales encargados de hacer justicia marchan desentendidos pidiéndola y los empresarios -encargados de contratar trabajadores-, se muestran alarmados por la existencia de trabajo no registrado.
Algo así como aquello de «¿a mí por qué me miran?». Mientras tanto, los medios opositores promocionaban una burda operación propagandística de los fondos buitre, por la cual se quiso mostrar el supuesto enriquecimiento de algunos funcionarios públicos. La improvisada «denuncia» buitre estuvo basada en las propias declaraciones juradas de funcionarios a menos de una semana de la marcha del silencio. Pero desde Londres, el lugar menos pensado, les cayó un balde de agua fría. El juez David Richards dictaminó que los bonos con legislación británica por 255 millones de euros no pueden ser objeto del embargo de Griesa en Nueva York.
Finalmente, la semana pasada representantes de nuestro país defendieron la posición argentina en el foro de think tanks del G20 en Estambul. El caso argentino suscitó un gran interés por tratarse del ejemplo más exitoso de reestructuración de deuda soberana.
Cabe preguntarse entonces en estos días de Carnaval: ¿de qué se van a disfrazar quienes dicen que estamos aislados del mundo?
Nota publicada en BAE el 23/02/2015