Todo y más. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | Distribución de la riqueza

Un repetido escándalo social y moral: el 1% más rico de la población mundial posee el 48% de la riqueza.

Recientemente se conoció el último informe de OXFAM (organización internacional en ayuda humanitaria de emergencia) «Riqueza: tenerlo todo y querer más», con datos sobre el reparto de la torta global, un paisaje repetido, que por ello no deja de ser escandaloso desde el punto de vista social y moral.

Los números proporcionados muestran que en 2014 el 1% más rico poseía el 48% de la riqueza mundial, mientras que el 99% de la población debía repartirse la porción restante. Ese porcentaje más rico «recuperó» los niveles de participación que tenía a principios del milenio, que habían sido afectados por la desvalorización de los patrimonios asociada a la crisis financiera. Tal es así, que hoy en día las 80 personas más ricas poseen la misma riqueza que 3500 millones habitantes, el 50% más pobre de toda la población mundial y esta tendencia se ha agravado en los últimos años.

En un tema de tanta trascendencia como el de la distribución de la riqueza, resulta imprescindible comentar algunas ideas de los académicos defensores del injusto y perimido orden neoliberal, que son amplificadas luego por la tinta del potente aparato de divulgación de los medios masivos de comunicación, asociados a los grandes núcleos económicos y culturales dominantes. Así, en un reciente artículo titulado «¿Redistribución o Inclusión?», Ricardo Hausmann, ex economista jefe del BID, plantea que no hace falta enfocarse en la redistribución, ya que sólo «es paliativa y no curativa», y que para solucionar el problema se requiere invertir en inclusión, «dotando a la gente de capacidades y conectándola a insumos y redes que la hagan productiva». El típico y arcaico argumento de que las desigualdades de ingresos, y por extensión de riquezas. Lo central, que es la concentración de la propiedad del sistema productivo, distributivo y financiero, queda oculto.

Se trata de la propuesta clásica de los organismos de crédito y de las instituciones de la derecha mundial, que intentan presentarse con un falso rostro progresista, pero que en el fondo justifican la actual matriz distributiva, sobre la supuesta imposibilidad de cambiarla, sin dejar lugar para ningún cambio impositivo de fondo ni para que entre a jugar el tema de las herencias. De hecho, más de un tercio de los 1645 «milmillonarios» obtuvo su riqueza a partir de la herencia. Este dato desnuda una realidad que muestra los variados mecanismos para la acumulación de riquezas. De aquí se desprende, siguiendo a OXFAM, que resulte necesario «trasladar la carga tributaria del trabajo y el consumo al patrimonio, el capital y sus rentas», entre algunas de las líneas de políticas propuestas. Claro que esta visión ideológica choca de frente con los sectores monopólicos que reaccionan con furor ante las iniciativas reformistas de carácter impositivo. La disputa en la Argentina por la renta agraria, en oportunidad de «la 125», es una demostración contundente de esta lucha por la distribución de la riqueza.

En tal sentido, la experiencia indica que no son escasos los recursos de que disponen los sectores privilegiados para intentar torcer las definiciones políticas de las autoridades electas democráticamente por las mayorías sociales. No sólo levantan una muralla sobre sus cuantiosas posesiones, sino que no cesan en su afán de incrementar sus fortunas corporativas y personales.

En el sector farmacéutico, por caso, las tres empresas que realizaron la mayor contribución al esfuerzo humanitario contra el ébola aportaron en efectivo y medicamentos U$S 3 millones, un monto grotesco si se lo compara con los más de U$S 18 millones que en 2013 invirtieron en actividades de lobby en EE UU, para lograr beneficios extraordinarios como resultado de esas acciones de presión y corrupción sobre los poderes políticos.

En Estados Unidos, por ejemplo, en 2013 el sector de las finanzas destinó más de U$S 400 millones de dólares a actividades de lobby, y contribuyó con U$S 571 millones a la campaña política en 2012. Los réditos de estas prácticas son notables, teniendo en cuenta que luego de la crisis el costo estimado del rescate al sistema financiero alcanzó los U$S 21 mil millones.

Nuestro país forma parte de la región más desigual del planeta y comparte problemáticas que atraviesan a la mayoría de las economías periféricas, entre ellas la fuga de capitales a las guaridas financieras, evadiendo el pago de impuestos que les corresponde según las leyes de sus respectivos países. Este canal reduce los recursos disponibles y perpetúa la relación perversa de atraso y subdesarrollo y las posibilidades reales de un más justo reparto de la renta y la riqueza.

En cuanto al lobby, los sectores monopólicos de nuestro país han mostrado también su tenacidad para no perder sus posiciones de privilegio. Ejercen su poder sectorial para mejorar sus negocios y también agrupándose entre cámaras empresarias poderosas, como en el caso del Foro de Convergencia Empresarial. Así es que reaccionan al ver amenazadas las condiciones que guían la distribución de la renta y su acción irrestricta en la formación de precios, como forma directa de apropiación de la riqueza de los consumidores.

La tendencia al empeoramiento en la distribución de la renta en el mundo ha resultado una constante durante el último medio siglo de la fase neoliberal en el sistema capitalista. No obstante, nuestro país ha mostrado que los límites no resultan infranqueables, aunque también se trata de una tarea extremadamente compleja. Dan cuenta de ello los enfrentamientos alrededor de, entre otros temas, la reforma a la «ley de abastecimiento», la recuperación del rol regulador del Estado y, desde allí, la apropiación de riquezas para distribuir a las grandes mayorías sociales postergadas por el sistema vigente.

Con una gran iniciativa política, el gobierno ha logrado restringir el manejo irrestricto de los «mercados» y, por sobre todas las cosas, ha mostrado el camino que necesariamente se debe recorrer en la disputa política por la distribución de la riqueza, frente a la tendencia a la concentración y extranjerización de la misma, que está en la naturaleza del sistema capitalista, muy particularmente en su fase actual de predominio del sector de la financiarización de la economía.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 13/02/2014

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