Tiempo Argentino | Opinión
Una valiosa experiencia
Luego de un año de vigencia, se observa la consolidación de un esquema efectivo de administración de precios llevado a cabo por el Estado.
Juan Carlos Junio
El lunes pasado el gobierno nacional lanzó la quinta etapa de Precios Cuidados, con un renovado listado de artículos que conformarán la canasta de los próximos tres meses que, tras ese lapso, será nuevamente revisada y actualizada. Así es que, luego de un año de vigencia, se observa la consolidación de un esquema efectivo de administración de precios llevado a cabo por el Estado. La iniciativa liderada eficazmente por la Secretaría de Comercio fue trascendiendo a la propia idea original de salir al encuentro de los efectos inflacionarios ocasionados por el ajuste cambiario de enero. Este fenómeno fue exacerbado por las corporaciones empresarias con capacidad de formar los precios de los productos.
El programa permitió bajar notablemente el impacto de la suba de precios, que afectaba el poder adquisitivo de la población, ya que los guarismos logrados estuvieron muy por debajo de la evolución mostrada por bienes similares no incluidos en el programa.
Los efectos virtuosos de la medida estuvieron asociados a la presencia activa del Estado, que debe cumplir con su misión de proteger al conjunto de la ciudadanía. Desde la mencionada Secretaría se actuó acordando con los diferentes eslabones de la cadena, para lo cual se partió de un análisis enjundioso de la verdadera evolución de los costos. No obstante, el plan continúa siendo criticado en términos políticos por las grandes cámaras, aunque ello obedece más a razones ideológicas que a sus efectos concretos en términos de rentabilidad empresaria. Defienden la libertad de mercado como un dogma inmutable. Rechazan que el Estado actúe sobre la formación de los precios, de forma tal que sólo ellos puedan hacerlo discrecionalmente. Mucho menos toleran que se intervenga sobre la sacrosanta ganancia de esos monopolios, muchos de los cuales son extranjeros.
La lógica económica marca que la rentabilidad empresaria no sólo surge de la definición del margen por unidad de producto, sino también del volumen de ventas realizadas. Lo cierto es que éstas aumentaron en promedio un 75% anual para el caso de los productos «cuidados». Las condiciones no parecen ser tan malas como pregonaron al inicio del programa los voceros y foros diversos del establishment, particularmente si se considera que el «porcentaje de abastecimiento» subió del 73% al 82% durante el año, y que en esta nueva etapa también se observan en la incorporación de 52 nuevos productos, con una reducción de sus precios que en promedio llega al 9%. Los números son muy elocuentes, al mostrar que estamos en las antípodas de las previsiones apocalípticas de inminentes cierres de empresas y potenciales fracasos por falta de abastecimiento. De hecho, no es un dato anecdótico que Precios Cuidados hace apenas un año contara con un listado de unos 194 productos y ahora haya crecido a los 451 recientemente acordados.
En cuanto a la participación del público, se aprecia que durante el primer año del acuerdo los reclamos por problemas de abastecimiento pasaron de 10 mil a 25 mil mensuales. Este punto no es trivial y demuestra incluso desde lo simbólico que el programa ha sido fructífero a los fines de instalar la idea de que los ciudadanos deben tener un rol activo a la hora de monitorear el abastecimiento y la evolución de los precios, espacio que siempre ocuparon las corporaciones monopólicas que, como la experiencia indica, han demostrado ser los verdaderos agentes formadores de los precios y que, aprovechando su posición dominante, siempre han abusado de los consumidores.
La marcha de Precios Cuidados también constituye una plataforma propicia para evaluar políticas de ingresos que permitan garantizar la demanda interna y redunden en beneficios para los trabajadores, mejorando su poder de compra, mientras que para las empresas implica un mayor caudal de ventas. La idea del gobierno es extender Precios Cuidados a almacenes y pequeños comercios para disponer de un esquema de mayor cobertura en un plazo breve, ya que las pymes también ven condicionada gravemente su rentabilidad cuando los monopolios imponen condiciones leoninas de comercialización.
Resulta incomprensible entonces que los empresarios interpreten el éxito de esta iniciativa como un recorte de sus garantías constitucionales. Su «preocupación» aumenta en tanto la herramienta ha demostrado la necesidad de recurrir al análisis de costos y márgenes a lo largo de toda la cadena de producción, distribución y comercialización, como forma de incidir verdaderamente en la dinámica inflacionaria de la que ellos mismos se quejan, aunque luego callan a la hora de la apertura de paritarias.
De hecho, tomando los datos acumulados al tercer trimestre de 2014, las empresas que cotizan en la Bolsa porteña consiguieron en promedio una ganancia del 60% mayor a la del mismo lapso del año anterior. Entre el rubro de mayor rentabilidad incremental estuvo el agropecuario/alimentación (222%), luego las empresas industriales (122%), los bancos (86%) y el sector de la construcción/inmobiliario (72%). Son guarismos que superan el incremento de cualquier índice que se utilice para medir la evolución de la inflación, y demuestran que a pesar de la remanida «inseguridad jurídica», del conflicto con los buitres o de cualquiera de las noticias que inundan los diarios, hay sectores económicos a los que sólo les importa seguir engordando el resultado de sus balances. Ante ello, Precios Cuidados constituye un excelente contrapunto –práctico y conceptual–, que confronta con la lógica del laissez faire de los mercados e interpela a la participación plena del conjunto de la sociedad.
Desde los inicios de la «Convocatoria Económica y Social por la Argentina» señalamos que Precios Cuidados era en sí misma una valiosa iniciativa política en defensa de los consumidores, que son los ciudadanos de la Nación. La esencia de su pronunciamiento en oportunidad del debate de las leyes de defensa del consumidor estuvo centrada en la lucha constante «para que los monopolios y los oligopolios no sean los que definan el futuro del país». Todo indica que estamos en ese camino. Vale la pena defenderlo.