El mito de la eficiencia

Tiempo Argentino | Opinión

La complicidad mediática no puede disimular que la eficacia de la actual administración del PRO es un sofisma griego
Por Juan Carlos Junio

Con el inicio del año 2015 se va desatando una dinámica cada vez más intensa en el plano político electoral. Uno de los desafíos para la ciudadanía es leer la realidad tras la capa brumosa de humo mediático, cuya visión es tan sesgada que genera una mirada amañada de la realidad con sus medias verdades, sus mentiras completas y sus inocultables omisiones.
Los ataques sostenidos al gobierno nacional y a sus funcionarios tienen, como contrapartida, un creciente blindaje mediático a los políticos opositores subordinándolos al rol de partenaires de segundo orden, que actúan con un guión dictado para todo el continente, muy especialmente para aquellos países cuyos gobiernos desafían la hegemonía conservadora local, subordinada a su vez a la estrategia de la potencia mundial.
De los aspirantes a ocupar la Casa Rosada, resulta interesante analizar el caso de Mauricio Macri, que ha hecho de «la nueva política», «el diálogo» o la «eficiencia en la gestión» sus caballitos de batalla.
Sus siete años a cargo del gobierno de la Ciudad son presentados por los medios de comunicación amigos o por los propios funcionarios del Ejecutivo de la CABA como una experiencia inédita en materia de logros de gobierno.
Esta retórica enfatiza la temática del respeto a las instituciones, lo cual choca con su récord histórico de vetos a leyes sancionadas por la Legislatura de la Ciudad –unas 120 normas–, muchas de ellas votadas por su propia bancada. Agrega también una propaganda que reivindica a la Policía Metropolitana cuyos dos primeros jefes están procesados –hablamos de Palacios y Chamorro–, y cuyo tercer jefe y primer civil, Eugenio Burzaco, fue asesor del gobernador Sobisch para reformar a la policía provincial que asesinó al maestro Carlos Fuentealba.
Sin embargo, hay una cuestión central en la que vale la pena detenerse ya que se trata del caballito de batalla más mentado por el macrismo: su eficacia gubernamental y la gran valía de sus equipos de gobierno. Veamos los hechos de la «buena gestión».
En materia de eficacia política es oportuno recordar que cuando el juez municipal Thomas Griesa produjo un fallo injusto e incumplible, fue Mauricio Macri quien salió a decir con la velocidad de un rayo que había que sentarse, arreglar y pagar. A un semestre de esa temeraria posición quedó claro que, de haber asumido lo propuesto por el «eficaz» alcalde, nuestro país estaría enfrentando –esta vez sí– un default verdadero y brutal al disparar reclamos judiciales de los holdouts y también de quienes acordaron con el Estado una quita sustantiva de la deuda. Si nos acercamos a los temas de nuestra ciudad, vemos que ha triplicado la deuda en dólares, pasando de 500 millones a 1800 millones en la actualidad. No sólo endeudó en dólares al erario público sino que lo hizo para gastos que no tienen que ver con obras de infraestructura. En este trascendente tema se empeñó en hacer lo contrario que el gobierno nacional. Seguimos esperando los diez kilómetros anuales de subtes que prometió en campaña electoral. Lo cierto es que no aumentó la red, sino el valor del viaje en un 309% en tres años, o sea el 100% por año.
Si miramos la política cultural, se le nota enseguida su visión elitista y de negocios: redujo el presupuesto para el ámbito de talleres culturales barriales y descuida el patrimonio cultural de la Ciudad. En estos días salió a la luz pública que la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín cumplió un año de cierre por reformas y no hay fecha de reapertura.
El tratamiento de la basura está siendo otra de las evidencias de la particular «eficacia» de la gestión macrista. El presupuesto que la Ciudad ha destinado a la empresa ha sido enorme y sugestivamente creciente. Sin embargo el servicio, lejos de mejorar, muestra a la Ciudad sucia. Los últimos días del año , por razones que se pretenden ligadas a conflictos laborales en las empresas privadas, las montañas de residuos fueron un mudo testimonio de la inoperancia del gobierno para asegurar el derecho a un ambiente sano y limpio. ¿Una ineficiencia manifiesta?
Salud y Educación no han sido los rubros que más han brillado por la inversión pública, y revelan una y otra vez el carácter desigualador de este gobierno de la derecha moderna. Este año se reiteraron los problemas de inscripción, especialmente en el nivel inicial. Se vuelve a confrontar, blanco sobre negro, un proyecto de exclusión efectiva (con retórica inclusiva) contra un Estado nacional que propicia la obligatoriedad de la sala de cuatro años y asigna fondos para la creación de establecimientos y aulas que hagan realidad el derecho promulgado por la ley.
Finalmente –la lista es larga– en los primeros días de enero se autorizó un nuevo aumento del servicio de grúas para empresas que funcionan incumpliendo la normativa existente. El valor del acarreo pasó de $ 92 en 2007 a $ 450 desde estos días. Es decir, casi un 500%, aunque una medida cautelar frenó provisoriamente su aplicación. El funcionamiento arbitrario de estas empresas se refleja de manera irónica y aguda en la película Relatos salvajes, que termina en una situación de violencia, planteando una alegoría de justicia por mano propia, frente a un sistema injusto, insensible y estructurado con el inconfesable objetivo de asegurar el lucro privado.
La democracia, aseguraba Aristóteles, en épocas de una sociedad esclavista, «es el voto de las mayorías por un gobierno a favor de los más débiles». Mauricio Macri, quien cuenta con el apoyo de buena parte de la población de la Ciudad, avanzó en la configuración de un territorio cada vez más desigual, pensando en un hábitat que excluya a pobres, a otras minorías, y a los núcleos distintos a su canon «moderno».
La complicidad mediática y las sonrisas fáciles y gélidas de los funcionarios locales no pueden disimular que la eficacia macrista es también un sofisma griego más cercano a la revelación que Relatos salvajes nos cuenta de un capitalismo inescrupuloso, brutal e inhumano, y de una sociedad cada vez más segmentada y dividida. Todo lo contrario a una ciudad más democrática, para lo cual hay que generar un cambio político de fondo, que tenga como norte ir conformando un hábitat cada vez más basado en principios de convivencia, que pueda ser compartido por todos sus ciudadanos. –

Noticia publicada en Tiempo Argentino, 23 de Enero de 2015

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