La confrontación de ideas y la continuidad del rumbo político

Tiempo Argentino | Reafirmaciones

Desde los medios de comunicación monopólicos han puesto a circular con fuerza la noción de que habrá de manera inevitable un cambio en la conducción política del país. Con esta perspectiva ideológica se desarrolló el 50º Coloquio de IDEA, que solía reunir a los núcleos principales del empresariado concentrado, pero ahora también sumó a políticos de la oposición que se disputan la confianza del establishment de cara a las elecciones de 2015.

Por Juan Carlos Junio
El encargado de marcar el sentido político del encuentro fue Miguel Blanco, presidente de IDEA, quien sostuvo en la apertura: «Argentina debe reinsertarse en el mundo.» O sea con EE UU y el FMI. Continuó aseverando: «Basta de leyes a presión, las leyes en Argentina se imponen», en referencia a las normas que no les convienen a los monopolios, y en una verdadera clase magistral de conservadurismo agregó: «quieren cambiar el país creado en 1853». El señor Blanco convoca a retornar a la senda de la subordinación a la división internacional del trabajo y a las finanzas globales, bajo la hegemonía de la potencia de época, con eje en las relaciones carnales y la especialización en la producción primaria. La misma idea vetusta que regía durante el modelo agroexportador, entonces con epicentro en el Reino de Gran Bretaña, ahora en decadencia, que perpetuaba una dependencia favorable a los intereses de esa metrópoli capitalista y a las oligarquías rurales y portuarias locales.
Con un formato aggiornado, aquellas ideas están contenidas en el documento que elaboró el Foro de Convergencia Empresarial, y que IDEA giró para su firma, sin aparente éxito, a los candidatos de la oposición, quienes evitaron las posibles esquirlas que podrían devolverles las encuestas. De hecho, un informe de Poliarquía que circuló en las mesas de IDEA, a 15 mil pesos el cubierto, señalaba que más de la mitad de los votantes que hablan de «cambio» piensan que el próximo gobierno debería mantener lo positivo de esta gestión y sólo un tercio expresó una postura refractaria y no le reconoció nada al kirchnerismo. Esas compulsas chocan con el panorama sombrío que tratan de instalar los grandes medios, y también reflejan el rechazo de la sociedad a cualquier forma de cambio que implique volver a la realidad del neoliberalismo noventista, situación que quieren recrear los partidos opositores aunque lo disfracen como pueden.
En este marco, el desconcierto del arco opositor parece ser completo, lo cual es lógico, teniendo en cuenta que sus conductas obedecen a un puro cálculo electoral. Las mismas dudas y contramarchas se dispararon cuando el senador radical Ernesto Sanz primerió con sus declaraciones derogacionistas de leyes. Al inicio fueron prontamente compartidas por sus colegas opositores, pero a las 24 horas todos recularon. Se desdijeron compelidos por las encuestas, y así fue que el Partido Derogador duró un día. Sin embargo, por algún lado siempre dejan ver la hilacha, corporizada, por ejemplo, por el macrismo. Su vocero en IDEA, Francisco Cabrera, ministro de Desarrollo Económico de la CABA, propuso subastar el Fondo de Sustentabilidad acumulado en estos años, para que los ahorros de los trabajadores destinados a la Previsión Social vuelvan a ser administrados por el mejor postor privado, y ya no por el Estado en beneficio de los jubilados. Esta «original» propuesta desnuda el proyecto de país que persiguen los promotores de este «cambio» cangrejista. Quieren marchar en reversa hacia un país que con el auge de las AFJP alcanzaba en su máxima performance de los ’90 una cobertura de 6,4 millones de argentinos, cifra que en la actual administración estatal trepa a los 16,5 millones de personas.
Cierto es que las exigencias del establishment mediático-empresarial de nuestro país no revisten un carácter exclusivo, como se desprende de lo ocurrido recientemente en Brasil. Desde la agencia Moody´s sostuvieron con total impunidad: «Si la evidencia es clara de que el gobierno es incapaz o reticente a hacer cambios suficientes, entonces estaremos listos para adoptar una posición.» Cuáles serían esos «cambios»: privatizaciones, recortes del déficit y de la ayuda social, pautas antiinflacionarias y todo el recetario ortodoxo. Un buen ejemplo de la «retórica del cambio», que fogonean los sectores conservadores, quienes derrotados en la urnas pasan a la fase extorsionadora de los mercados.
Por otro parte, y a contramano del espíritu del Coloquio, desde la Convocatoria Económica y Social por la Argentina hemos presentado un conjunto de ideas que apunta directamente al nudo de lo que está en disputa. Allí señalamos que nosotros queremos un país en el que la democracia y su Parlamento sean creadores de nuevas leyes sociales para mejorar la vida de los ciudadanos, mientras que ellos se presentan, en cambio, como derogadores de leyes. Queremos un país con eje en el trabajo y la ocupación, y no insistir con modelos perimidos que fueron verdaderas fábricas de desocupados. Defendemos un país con un marcado rol del Estado como agente redistribuidor de ingresos y que dé fuerte impulso a las pymes. Ellos, en tanto, buscan favorecer a los grandes monopolios y concentrar la riqueza en pocas manos. En suma, se trata de dos proyectos opuestos, para dos países distintos.
Ponderar esta profunda disputa político-económica en clave regional nos permite visualizar la alquimia común que regula el funcionamiento del capital que, como siempre y por su propia naturaleza, apunta a la maximización de las ganancias.
Las recientes elecciones en Brasil, Uruguay y Bolivia representan una muestra fehaciente de los límites de la estrategia del establishment neoliberal. Si bien impacta fuertemente desde los medios de comunicación, ya instituidos como su principal instrumento de dominación, no les alcanza para derrotar la conciencia y la voluntad de las mayorías, quienes finalmente defienden a los gobiernos populares y la continuidad del rumbo político marcado por los gobiernos democráticos.

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