La matriz ideológica de los buitres. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | La exaltación del egoísmo

El economista Adam Smith y la idea central de que no hay otro mundo posible que el fundado en la acción individual y competitiva.

En los últimos días se condensaron, en episodios aparentemente aislados, debates que expresan modos de ver el mundo desde perspectivas divergentes e inclusive antagónicas, sustentados en valores e ideologías también contrapuestos. En su libro Libertad de Elegir, el consagrado economista neoliberal Milton Friedman transcribe un párrafo de Adam Smith en el que se exalta el valor del egoísmo. Dice el fundador de la economía clásica: «No esperamos nuestro sustento de la generosidad del carnicero, del cervecero o del panadero; lo esperamos del cuidado que ellos tienen en su propio interés. No nos dirigimos a su sentimiento humanitario, sino a su egoísmo, y jamás hablamos de nuestras necesidades sino de las ventajas que lograrán». Agrega más adelante, fundamentando contra la idea de la equidad: «si lo que las personas tienen está determinado por la ‘equidad’ y no por lo que producen, ¿de dónde provendrán las recompensas? ¿Qué incentivos hay para trabajar y producir? (…) La vida no es equitativa. Desde luego, hubo muchos perdedores; probablemente más perdedores que ganadores. No recordamos sus nombres. Y, ganadores o perdedores, la sociedad en su conjunto se benefició de la voluntad de correr estos riesgos.»

En otras palabras, para Friedman el capitalismo constituye la culminación de una organización humana que desde siempre y para siempre exalta la primacía del egoísmo, la competencia como vínculo predominante -y deseable- así como la naturalización de ganadores y perdedores como evidente consecuencia de unas relaciones fundadas en la lucha de unos contra otros. La idea central de que no hay otro mundo posible que el fundado en la acción individual y competitiva constituye un intento de darle cobertura al escenario actual en el que las 85 fortunas individuales más ricas del mundo ostentan la misma riqueza que 3500 millones de personas, o sea, la mitad de la Humanidad.

Friedman no fue un intelectual excéntrico en un mundo justo, sino un pensador orgánico en la elaboración y justificación del programa neoliberal-conservador que predomina desde mediados de los ’70, y no trepidó en asesorar al dictador chileno Pinochet. El mentado ideólogo fue reconocido como Nobel de Economía en 1976 (precedido con ese premio en 1974 por Friedrich Hayek, otro consumado fundador y propagandista del egoísmo como motor de la historia). Su tesis se sustenta en la idea de que el ser humano se concibe como un individuo autónomo y no como un ser social, a partir del cual la explotación económica y la amenaza del hambre deben aceptarse como un acuerdo voluntario entre el trabajador y el capitalista. Se trata de generar un sentido común justificatorio en el que el más fuerte puede violar cualquier regla común y someter a otros a su voluntad y sus intereses.

Estas ideas han sostenido un proyecto civilizatorio de época que aún es predominante, pero que está crecientemente cuestionado por su manifiesto fracaso como propuesta para la vida de los pueblos.

En este marco conceptual hay que procesar la creación de la alianza del BRICS como un bloque político, ideológico y económico que cuestiona los principios neoliberales y desconoce a EE UU como timonel y gendarme del orden mundial. En 1998, el triunfo de Hugo Chávez Frías en Venezuela y el inicio de un nuevo mapa regional en Nuestra América reabrieron la discusión sobre la inviabilidad del capitalismo de casino, y consecuentemente acerca de la necesidad de un orden social post-neoliberal que privilegie una nueva visión sobre la distribución de la riqueza, con un sentido igualitario, y la autonomía de nuestros países de los grandes poderes mundiales en el marco de la integración continental.

De modo que se va desplegando en estos días una gigantesca batalla civilizatoria entre visiones antagónicas acerca de las relaciones que deben regir al mundo; el papel de los Estados, la política, la cultura y los medios de comunicación; y la naturaleza de los procesos de producción, distribución y apropiación de la riqueza, entre otros grandes temas. Un ejemplo de esta batalla es la disputa que abrieron el fallo de Griesa y la posición de la Corte Suprema norteamericana a propósito de los fondos buitre, ya que expresan los intereses de la fracción ultra conservadora de los capitalistas financieros que despliegan una acción de «pillaje internacional», al decir de la presidenta Cristina Kirchner. En el caso argentino, por cada 1.000.000 de dólares que pusieron, pretenden obligar al país a pagarles 17.080.000 de dólares. Usura en estado puro.

Si el gobierno argentino -como propone Macri- se allanara a cumplir la orden del juez del condado neoyorquino, de inmediato se abrirían las compuertas para que el 6% de los fondos buitre que no entraron en el canje -y más tarde el 92,4 que sí lo hizo- reclamara el mismo trato. El reclamo total alcanzaría una cifra cercana a U$S140 mil millones. y se reeditaría una situación explosiva como en 2001. Lo dijo el ministro Kicillof: ningún juez puede obligar a nadie a suicidarse; mucho menos a una Nación. La resistencia que lleva adelante el gobierno es legítima y vital para nuestro presente y futuro, como pueblo y Nación soberana.

En este sentido, cada vez se aprecia con mayor claridad que la estrategia argentina es acertada y que los planteos de algunos políticos opositores y medios de comunicación monopólicos, que decían a los cuatro vientos: «estos improvisados nos llevan al desastre», no fueron más que estereotipos propagandísticos que se hicieron humo rápidamente. En la medida que las brumas se disipan, se pueden observar los dos grandes propósitos de los buitres: succionar riquezas de nuestro país en forma indebida e imponer y legitimar una nueva legalidad universal. La contienda es brutal por el poder del enemigo. Sin embargo, ese poder va siendo contrapesado por un creciente y solidario apoyo político de países y pueblos del mundo.

Recordemos que, en un análisis del asalto al cuartel Moncada, Fidel advertía que la corrección de una línea política no se define por el éxito o el fracaso de su objetivo inmediato. Dicho de otro modo: una construcción política, un gran proyecto colectivo, puede, en la coyuntura inmediata, triunfar o ser derrotado. Pero quien sostiene con firmeza y convicción el camino elegido y propicia valores de justicia se afirma en el presente y se llena de futuro.

Por cierto, ningún proyecto que se oponga a las fuerzas de la dominación podrá desarrollarse sin lucha ni tiene el éxito asegurado. Pero hoy, a diferencia de lo que sucedía cuando emergió el chavismo, el viejo régimen mercantilista y autoritario está más cuestionado que nunca. La principal disputa es cultural. Para ganar voluntades habrá que sumar conciencias y corazones.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 18/07/2014

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