El candidato presidencial Sergio Massa, acompañado por el titular de la Sociedad Rural, fijó su posición política frente al conflicto del Estado Nacional con los fondos buitre, haciendo propia la figura elaborada por el periódico del establishment «The economist». Sin ningún pudor político, por copiarse del diario de los financistas internacionales, el diputado manifestó que «la Argentina tiene que sacarse el estigma de ser el Luis Suárez para ser el Messi de los mercados». Pero, ya que estaba lanzado, reclamó bajas en los impuestos a las empresas y la eliminación de las retenciones para algunos productos agropecuarios.
Massa se colocó como un fiel intérprete de la más exquisita música que gustan escuchar los señores de la Sociedad Rural y las grandes corporaciones del Foro de Convergencia Empresarial.
Pero el candidato «renovador» no se conformó con la señalada actitud descarnada pro grandes empresas, también le echó la culpa de la inflación al «comportamiento del gasto público y la emisión sin respaldo».
Ningún exponente de la ortodoxia económica del menemismo y del thatcherismo podría explicar mejor que Massa el fenómeno inflacionario con el dogma neoliberal.
Lo acompañaban también sus colaboradores José Ignacio de Mendiguren, quien recientemente pronosticó que se venía un Rodrigazo; y Martín Redrado, aquel que se atrincheró en el Banco Central al grito de «se roban las reservas».
Al líder renovador le gustó jugar con el imaginario futbolero del mordisco, pero en realidad lo que salió de su boca fueron algunas de sus verdaderas opiniones. Eso sí, sólo las dice cuando está rodeado de los dueños de las corporaciones empresarias.
El hombre mostró sus dientes.