La «nueva derecha», tan vieja como siempre. Por Juan Carlos Junio

En la Argentina y la región

Resulta obligatorio señalar a los epígonos modernos que «valoran» y exhiben a racistas xenófobos y adoradores de Hitler como luchadores por la democracia.

El 9 de mayo se recuerda en todo el planeta el 69 aniversario de la derrota del nazismo.

Ese día, las tropas soviéticas tomaron el Reichstag en su ofensiva desde el este, uniéndose en Berlín con los ejércitos aliados. La barbarie hitleriana, el genocidio y la muerte de 60 millones de seres humanos llegaban a su fin. La Escuela de Frankfurt fue la primera en señalar que los crímenes contra millones de judíos, gitanos, y otros grupos humanos caracterizados por el fascismo como objetos eliminables, no hubiesen sido posibles sin la previa experiencia histórica del genocidio en tierras de América. Los 300 años de colonialismo iniciados con la conquista del continente sumaron -en la trágica contabilidad de vidas humanas- 80 millones de habitantes originarios.

Fueron masacrados en los campos de batalla, por la explotación sin límite o por enfermedades importadas desde la Europa medieval. Además, resulta imprescindible sumar a millones de africanos muertos en el tráfico humano que circulaba desde el Continente Negro hasta el mítico Dorado Americano. Un gran genocidio de dos continentes.

El colonialismo desplegó con todas sus energías una cultura del sometimiento y la desigualdad étnica y social, decretando la inferioridad del indio y del negro, materializando una clasificación de mixturas que definían rangos jerárquicos entre «razas» y justificaban los más diversos mecanismos de explotación, exclusión y segregación. La Santa Inquisición inició en nuestro continente la quema de herejes, principalmente judíos, hace más de cuatro siglos, constituyendo un importante antecedente de racismo, fanatismo y muerte.

Volviendo al siglo XX, resulta oportuno ponderar una serie de dimensiones de la ideología nazi, que expresa una concepción cultural fundada en el principio de la fuerza como vector de dominación, la segregación de los más vulnerables y la idea de que el fin (el ejercicio del dominio) justifica los medios. Incluso el uso sistemático de la mentira es ensalzado como instrumento legítimo para el gobierno de la sociedad.

En estos días, las resonancias de la ultraderecha, ahora mutada en la «nueva derecha» han recorrido distintas expresiones de manera encubierta o desembozada, revelando su naturaleza autoritaria.

Un ejemplo en el primer sentido fue la convocatoria del jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, a un grupo de ex combatientes a propósito de la conmemoración de la Guerra de Malvinas. Esos personajes militan activamente en la reivindicación del genocidio cometido en Argentina, en la defensa de asesinos y torturadores e inclusive en la reivindicación del nazismo.

Vaya como ejemplo la crónica que realizó este mismo diario el 4 de mayo del corriente año al describir a los convocados por Macri. Uno de ellos, Carlos Szyrkoviec, es descripto como «suboficial del Ejército retirado, quien fue invitado a la actividad como ‘dibujante’.» En su cuenta de Facebook, Szyrkoviec no esconde su adoración por el nazismo. Públicamente, el 20 de abril, el ex combatiente celebró el 125º aniversario del nacimiento de Adolf Hitler a quien ‘saludó’ por su cumpleaños. ‘Feliz cumpleaños Adolf..!!!’, escribió sin tapujos. Incluso, añadió un link en el que le rinde honor y loas a uno de los mayores asesinos de la historia. Hay más, pero para muestra basta un botón. No es el primer gesto que tiene el alcalde en este sentido. Está presente en nuestra memoria la entrevista en la que declaró que su intendente predilecto -en la historia de la Ciudad- es Osvaldo Cacciatore, delegado de la dictadura genocida entre 1976 y 1982. Este brigadier ostentaba el «mérito» de su participación, en 1955,en el bombardeo sobre la Plaza de Mayo, un crimen de Estado que se cobró centenares de víctimas. El Jefe de Gobierno además nombró al apologista de la dictadura Abel Posse como Ministro de Educación de la Ciudad. Es sintomático también que los dos primeros jefes de la Policía Metropolitana estén procesados, y no resulta extraño oír de la boca de Macri que los sucesos del Indoamericano, que terminaron con tres muertes y decenas de heridos, se debieron a la «inmigración descontrolada». Racismo puro.

Otra muestra patente de la «nueva derecha» fue la publicación, en el matutino La Nación, de una columna de Mario Vargas Llosa, quien está en Venezuela apoyando la estrategia fascista de violencia callejera. En su titulada columna «La gesta libertaria de los estudiantes venezolanos», Vargas Llosa sitúa el origen del conflicto en el intento de violación de una estudiante universitaria que «llevó a los estudiantes a convocar una gran marcha contra la inseguridad, la falta de alimentos, los secuestros, los desmanes de los sicarios y la sistemática restricción de las libertades ciudadanas».

El literato, devenido en fiscal de la libertad y la democracia, critica las detenciones de «presos políticos» como la del golpista Leopoldo López, y reivindica a quienes están «en la vanguardia de la batalla pacífica que da la oposición para impedir la desaparición de los últimos resquicios de libertad que aún quedan en Venezuela». Su descripción fantástica no resiste el análisis de los hechos. La oposición venezolana ha sido derrotada en las urnas en 18 de las 19 elecciones ocurridas en ese país.

Vargas Llosa revela su verdadera crítica al modelo bolivariano cuando afirma su perspectiva, sus intenciones y sus objetivos: «Mientras más pronto se vaya, será mejor para Venezuela y para América Latina. La manera como el régimen, en su empeño frenético de colectivizar y estatizar la nación, ha empobrecido y destruido a uno de los países potencialmente más ricos del mundo, quedará como un caso emblemático de los desvaríos a que puede conducir la ceguera ideológica en nuestro tiempo». El escritor exhibe su anacrónico macartismo y un renovado antipopulismo.
El texto destila odio y está cargado de flagrantes omisiones y contradicciones.

Celebramos el fin de la Segunda Guerra Mundial, seguramente el acontecimiento más dramático y doloroso del la historia humana. Resulta obligatorio señalar a sus epígonos modernos que «valoran» y exhiben a racistas xenófobos y adoradores de Hitler como luchadores por la democracia. La «nueva derecha» intelectual y política muestra su verdadero rostro en Argentina y en la región.

Tras las brumas del modernismo, esconde su anclaje en viejas ideas antidemocráticas.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 09/05/2014

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