El «nuevo» consenso menemista. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | Pretenden achicar el Estado y bajar los salarios

El establishment lleva a cabo una constante prédica catastrófica y pide por cambios que implicarían un notable retroceso.

Las térmicas de la Ciudad se recalentaron en las últimas semanas con el incremento de las temperaturas, pero también con el incesante cabalgar de los tradicionales economistas y opinadores del establishment, quienes desde los medios de comunicación dominantes llevan a cabo una constante prédica catastrofista. Pero, aunque esta sea repetida y monótona, persiste en su vano intento por rechazar y revertir el rumbo político de la última década, y, consecuentemente, las principales conquistas conseguidas en estos años. Sus argumentos son recurrentes, no proponen nuevos caminos alternativos que puedan ser valederos, y con el paso del tiempo se les deshilacha el disfraz «del cambio», asumiendo crudamente las perimidas ideas de los noventa, cada vez en forma más abierta y vehemente.
Según estos voceros, presentados como «gente seria y sabia», todo puede ser explicado a partir de la supuesta ineficiencia y sobredimensión del aparato estatal, que con sus altos impuestos ahogaría las energías del sector privado, a la vez que con sus elevados gastos -y la consiguiente emisión de dinero- contribuiría decisivamente a incrementar la inflación. Una suerte de Estado «hipertrófico», según las palabras que utilizó hace unas semanas Paolo Rocca, mandamás de Techint, quien, como era de esperar, no recaló en las mejoras sociales conseguidas, y mucho menos en las grandísimas ganancias de su holding empresario, que a esta altura ya tiene su sede legal en paraísos ultramarinos.

En esta línea, aunque con aire más académico, Fernando Navajas, de FIEL, sostuvo que tanto oficialistas como opositores «se niegan a aceptar en público que el despliegue descontrolado de gasto público ha sido un error que llevó a un despilfarro de recursos insostenible», y que «los argentinos estamos pagando y vamos a pagar consecuencias terribles si no se establece un nuevo consenso social, que incluya una discusión abierta del tamaño y la eficiencia del Estado». Sus conceptos son elocuentes, y nos afirman en lo ya señalado: son las mismas frases que decían a fines de los ’70, en los ’80 y desde los ’90 y hasta el 2001.

Los argentinos sabemos que el extraordinario proceso de crecimiento con inclusión de la última década no hubiera sido posible si se hubiera descansado en los preceptos de la «mano invisible del mercado» y el Estado «mínimo» al que algunos desean volver, aunque utilicen eufemismos y volteretas diversas. Nuestra propia experiencia, y la de casi todo el planeta, con esta línea neoliberal nos obliga a rechazarla en todos sus términos, ya que implicaría un severo y doloroso retroceso para nuestro pueblo.

Estas visiones desconocen el rotundo fracaso de la lógica privatista y antiestatista del menemismo, amigable para las empresas con tarifas «dolarizadas», pero que chocó con los severos límites del nuevo modelo económico fundado en el 2003. Este encuadre podría servir de base para rediscutir de una manera amplia y democrática, ya no sólo el cuadro tarifario, sino la necesidad de que el Estado sea el proveedor de los servicios públicos y no los privados, sobre la base de un paradigma social basado en que los servicios deben ser provistos con regularidad y eficiencia. La vida ha demostrado palmariamente que la noción de servicio público a la comunidad colisiona con el objetivo excluyente de lucro del sector empresario, y más cuando los actores son corporaciones de origen transnacional que demandan divisas para girar a sus casas matrices en el exterior.

Por su parte, hay que subrayar que el fenómeno de los cortes de luz es un escenario ideal, para quienes se montan en la irritación que generan, para afirmar la necesidad de recortar subsidios para aliviar las presiones inflacionarias. Este razonamiento pone el foco deliberadamente en el accionar estatal y no en las responsabilidades de los grandes empresarios, a quienes se contrató para que brinden el servicio pero siempre terminan anteponiendo el desprecio a los usuarios para incrementar sus márgenes de ganancia. La idea luce peligrosa, ya que hoy es el tema de los subsidios, pero mañana irán por la Asignación Universal por Hijo, o por los beneficios previsionales logrados en estos años.

De forma sintética, la lógica que se trata de instalar queda reflejada en la frase del economista Hernán Lacunza, quien señaló que «no habría emisión espuria para financiar al Tesoro (y presión sobre el mercado cambiario formal e informal) sin déficit fiscal, y no habría déficit sin subsidios a la energía y al transporte». Otra vez se observa el mismo y remanido discurso. Lógicamente, en esa línea tampoco proponen diferenciar tarifas, subsidiando a los núcleos sociales más vulnerables y retirar los mismos a los más ricos que no lo necesitan.

Otro elemento importante a tener en cuenta es el plano de las expectativas, sin descuidar el sentido de oportunidad de quienes deliberadamente tratan de instalar la idea del descontrol inflacionario, ya no como problema económico y social, sino como fantasma para chantajear a la sociedad, justo en los momentos previos a que comience a negociarse la mayoría de las paritarias. Una vez más, el inoxidable Carlos Melconian fue uno de los que sostuvo que el año «termina con una suba que no era la esperada y ya pone al primer cuatrimestre de 2014, con un alza anual de 30%», parecido a lo que opina Martín Redrado. Todos «consultores estrella» con miles de segundos de televisión y kilómetros de centimetraje en los medios gráficos.

Cuando se apagan los fuegos artificiales de estas «estrellas», aparece nítidamente el objetivo buscado por el establishment: devaluación y ancla salarial, como forma de asegurar las ganancias de los exportadores. Su excusa más usada para reclamar la caída de los salarios es la competitividad. Esta es la categoría que utilizan para evitar hablar de su verdadero Dios: la tasa de ganancia, a la que todos deberían sacrificarse.

En el fondo, no dejan de ser reacciones ante un gobierno que ha dado nuevamente muestras de firmeza resistiendo a los cantos de sirena del ajuste, y que ha optado por profundizar las políticas que viene implementando. Siempre hay margen para mejorar; en cuanto a lo otro, ya sabemos cómo termina.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 27/12/2013

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