El domingo pasado, cuando comenzaban a conocerse los primeros guarismos de las PASO de nuestra ciudad, Mauricio Macri y Gabriela Michetti decidieron que debían ser los primeros en salir a festejar, a pesar de que el resultado no fue el deseado, tal como se confirmó posteriormente.
En sus palabras, tanto el jefe de gobierno como la candidata PRO decidieron que les convenía hablar de la gestión, mientras bailaban en el festejo. En los discursos aparecieron términos como «rol del Estado», «construcción de escuelas», «creación de centros de salud»y «transporte». O sea, un discurso muy paradójico, ya que en él mencionan conceptos que son contradictorios con su verdadera ideología y su acción política a lo largo de toda su gestión.
Ya que ellos proponen hablar de la gestión macrista en la ciudad, asumimos la polémica. Lo haremos en clave crítica, y en cada uno de los puntos mencionados explicitaremos su ineficiencia manifiesta y su visión ideológica de la ciudad deseada.
Un ejemplo muy claro y trascendente para nuestros ciudadanos es el de la basura. Definir qué hacer con ella y tener una política clara hacia el futuro es uno de los enormes desafíos que deben encarar en esta época las ciudades de todo el mundo y la nuestra no es la excepción. Sin embargo, hasta ahora, lo único seguro es que la actual gestión porteña no ha sabido hacerlo de manera eficiente y transparente, protegiendo el medio ambiente y brindando un servicio positivo a los ciudadanos.
Tras seis años de gestión, el tema de la basura llegó tarde a la lista de prioridades de Macri: con los contratos de las empresas de recolección de residuos vencidos en 2009, el gobierno de la Ciudad aún evalúa las ofertas para la nueva licitación, cuya dimensión económica es de miles de millones de pesos. Más allá de que en muchos barrios de la ciudad se pueden ver los nuevos contenedores de residuos, las calles siguen sucias, huelen mal y cada vez que hay lluvias importantes el agua no puede escurrir con fluidez porque la basura tapa los sumideros. Por otra parte, el problema de fondo sigue sin ser abordado por el gobierno de la Ciudad, ya que además de tener dónde colocar la basura hay que saber qué hacer con ella. O sea,tener una política integral frente a un tema de enorme importancia y complejidad.
En la actualidad, la basura es depositada en los rellenos sanitarios de la provincia de Buenos Aires, una práctica que no sólo es muy cuestionada desde el punto de vista ambiental, sino que además ese terreno ya está agotado. El principal destino es el de José León Suárez, que recibe unas 6000 toneladas diarias de residuos provenientes de la Ciudad. A tal punto está saturado este «relleno», que a fines del año pasado el gobernador Daniel Scioli firmó con Macri un acuerdo, según el cual la ciudad se comprometía a reducir un 29% la cantidad de basura. Todo indica que este compromiso no se está cumpliendo.
Uno de los últimos programas serios para encarar el problema fue la Ley de Basura Cero reglamentada en 2007, que, de haberse cumplido, nos encontraría mejor parados. Muy sintéticamente consistía en reducir a la mitad la basura que se entierra, en cinco años. En lugar de eso, la basura creció un 50%, ya que en 2006 fueron 1,4 millones de toneladas y en 2012 fueron 2,1 millones.
En relación con los llamados «rellenos sanitarios», es sabido que acumulan materiales tóxicos para el ambiente y las personas. Son miles los casos de niños y adultos enfermos a causa del contacto con la basura, particularmente en las zonas más humildes de la ciudad. Se trata de enfermedades que afectan la piel o pueden ser mucho más graves, como la leucemia.
Una de las claves de esta discusión es la que se conoce como «separación en origen de los residuos». Bien diferenciados, los distintos tipos de basura tienen destinos diferentes. En su gran mayoría un destino útil, ya que la basura puede ser reciclada y generar beneficios para el medio ambiente. El municipio de Morón hace tiempo que les viene facilitando a los vecinos la tarea de la separación en origen, con recipientes y bolsas diferenciadas por color, lo cual demuestra que, cuando hay decisión política, el Estado puede encarar eficientemente la gestión de la basura.
Los cartoneros deben ser protagonistas en este tema. Lo son en algunas zonas, ya que la realidad los ha hecho expertos en la separación de los residuos y, en muchos casos, se encargan ellos mismos del reciclado.
Resulta interesante repasar que la retórica macrista hizo de la eficiencia -de aquello de «yo tengo equipos de gestión», «basta de hablar de política, hay que gobernar-, un verdadero arsenal argumentativo de todas sus campañas electorales.
Por donde miremos, brillan por su ausencia esas prometidas luces provenientes de la eficacia tecnocrática que resolverían la calidad de vida de los vecinos. La gestión de la basura es un ejemplo bien tangible. Sin embargo, nuestra discrepancia es más profunda y se sustenta en la idea de Ciudad que Macri expresa en el atropello institucional (más de 110 leyes vetadas por el Ejecutivo); en la violencia represiva (Parque Centenario, Sala Alberdi u Hospital Borda, por caso); en el desmantelamiento del espacio público (reducción del gasto en salud, vivienda y educación, notorias subejecuciones presupuestarias); y en la transferencia creciente de negocios al sector privado (como el subsidio a las escuelas privadas). Todas estas políticas públicas han profundizado la brecha de la desigualdad, acentuando las injusticias en perjuicio de los núcleos sociales más vulnerables. En suma, tras la pátina brumosa de la eficiencia, en realidad se revela, cada día, el costado oscuro, aunque cada vez más inocultable, de una verdadera gestión de la inoperancia y la desidia.
A pesar de ello, repiten el ritual del baile PRO, celebrando una victoria electoral pírrica en Costa Salguero, con papelitos de colores.