Los millonarios celebran a su Presidente

Página/12 | Opinión

Últimos días del 2024. El gobierno anarco capitalista despliega su estrategia de desparramar triunfalismo ante la opinión pública. El presidente se ufana sin sonrojarse de que su gobierno es el mejor de la historia, soslayando que su política económica de súper ajuste es una fábrica de pobres e indigentes o sea, gente que pasa hambre; y mutilación de las clases medias. Esta narrativa triunfalista es viable por el apoyo de los medios de dominación cultural y del establishment local, quienes ponderan positivamente y difunden a los cuatro vientos, que se ejecuta un ajuste que lastima el tejido socio cultural, sin que se haya generado un estallido social.

Si se pasa en limpio, el engaño resulta evidente: primero fueron por el discurso del miedo a la hiperinflación del 17.000 % para justificar la súper devaluación del 118%, tarifazos que llegan al 300% y las corporaciones aplicando un aumento descarnado sobre los precios. Los salarios perdieron valor, a la vez que las ganancias del sector empresario quedaron a salvo, ya que de eso se trata el ajuste. El “alivio” del mentado 17.000% nunca pudo ser explicado, ya que fue una proyección fantasiosa, aunque la realidad marque una inflación anual acumulada del 112%, pero con el consumo y la actividad económica en caída libre, llegando a valores propios de una pandemia. Además, para conjurar este discurso brumoso, reinventaron la tablita del veranito cambiario que se sostiene por la bicicleta especulativa, que denominan amablemente carry trade; el ingreso de divisas extra generado por el generosísimo blanqueo de capitales a evasores y fugadores, la recuperación de la cosecha luego de la gran sequía; y el apoyo político de las grandes exportadoras y financistas que, por ahora, no incurren en sus viejas prácticas de presión devaluatoria.

Los empresarios supermillonarios cierran el año celebrando a su gobierno, su presidente y su ministro de economía. Como siempre, los pruritos republicanos de los verdaderos dueños del poder económico, quedaron en el olvido. Cumpliendo con el dogma discepoliano de…”el dinero es dios…”, el grupo de los seis capos máximos hicieron rancho aparte en el almuerzo de la Asociación de Empresarios de Argentina (AEA) para declararle a su invitado estrella, el Ministro Caputo, “el reconocimiento de la entidad por los resultados exitosos de la gestión”. Las corporaciones oligopólicas tienen clarísimo que son las triunfadoras del primer año mileista. El cuadro de resultados de sus empresas es inocultable. Como diría Cristina, con Milei “se la llevan en pala”. Ya que estaban no pudieron con su naturaleza y reclamaron que les bajen más aun los impuestos, aclarando que comparten la convicción presidencial de “destruir el Estado”. Claro, ellos no hablan de los 34 mil despidos de empleados públicos, de los gravísimos guarismos de pobres e indigentes, de los tarifazos, ni de la caída de las jubilaciones y la eliminación de la gratuidad de los medicamentos. De eso se ocupa su delegado más importante, el presidente Milei, quien los excluye y protege de esas amargas ingratitudes.

También se declaran prescindentes de la disputa feroz de sus representaciones políticas más importantes: el PRO macrista y LLA mileista. Ambas fracciones del poder de la derecha, mutada a posiciones ultras, están atrapadas entre su pertenencia natural al poder de las corporaciones capitalistas y sus enfrentamientos por el reparto del aparato burocrático del Estado. La trifulca va adquiriendo ribetes escandalosos, ya que se tiran con carpetazos que desnudan el carácter corrupto de unos y otros, aunque siempre traten de cumplir con la regla de oro de ocultar a los corruptores de estos latrocinios. Ya sabemos que si hay quien pueda reclamar la gran presea de la deslealtad, ese es el establishment. Hoy te apoyo y mañana te abandono sin ningún pudor. Estos grandes empresariados locales, inficionados por su pulsión al fuguismo de riquezas hacia islotes y guaridas diversas, por ahora decidieron cruzar el Rubicón y abrazar a Milei. En suma, levantan sus copas, prescindiendo de si el tipo se parece más al emperador Calígula que a sus mentados próceres liberales.

Estimulados por el supuesto efecto psicosocial de la baja inflacionaria y por la catarata de “conclusiones” positivas de los editorialistas de los grandes medios, anuncian mucho más de lo mismo: “la motosierra profunda”, como gusta decir el ministro Sturzenegger. Sin embargo, todo el sistema del poder tiene claro que habrá reacciones sociales ante tamaña agresión social y cultural ¿Cómo entender sino el decreto que le otorga facultades a las fuerzas armadas para intervenir en seguridad interior, cuando en realidad, ya reprimió la protesta social, incluyendo el apaleamiento a los jubilados? A esta avanzada autoritaria hay que agregar la iniciativa del Poder Ejecutivo de nombrar dos jueces supremos por decreto, eludiendo al Parlamento. También transitaremos el 2025 sin Presupuesto, lo cual significa otro período de extorsión a las provincias y de discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos nacionales. Como corresponde a un plan ortodoxo thatcheriano, el presidente se propone avanzar con las “tres verdaderas reformas”: laboral, impositiva y previsional. Sin cena pero con objetivos similares se juntaron los empresarios del G6 con los “gordos” de la CGT en su afán, ya histórico, de instituir el dialoguismo entre los triunfadores capitalistas, con los representantes de los perdedores, quienes nuevamente consagran la vieja línea de la paz social, ya que no habría condiciones para convocar y movilizar a los trabajadores.

Las fuerzas políticas nacionales, populares, progresistas deberán asumir el año próximo el reto histórico de la conformación de un frente político social muy amplio, que se nutra de la energía existente en el pueblo trabajador, sus organizaciones sindicales, los sectores de la cultura, los movimientos sociales, universitarios y estudiantes, los feminismos, los pymes y la enorme reserva de las organizaciones de derechos humanos. La premisa excluyente es la de la unidad, sin la cual el horizonte será de derrota. Aquel milenario axioma de “divide y vencerás”, sigue siendo la máxima de los poderosos. La amalgama se transforma en fuerza política, cuando se sustenta en ideas y una propuesta programática a la ciudadanía convocándola a ser protagonista.

Nota publicada en Página/12 el 26/12/2024  

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