Página/12 | Opinión
Otra semana negra de aumentos de precios que impactan en la vida cotidiana de las familias, tanto de los núcleos humildes como de las clases medias. Sin embargo, el Presidente acentúa el artificio propagandístico de separar el discurso de sus políticas económicas y sociales. Su apuesta política, que despierta el apoyo entusiasta de las corporaciones empresarias, no es original, a pesar de su estilo discursivo violento y antidemocrático. Ya lo hicieron Menem y Cavallo: bajar la inflación a costa de una caída extrema del consumo de la población, pérdida vertical del nivel de vida de las mayorías, y un crecimiento indetenible de la pobreza y la indigencia, es decir, de los que padecen hambre.
En estos días retoman la carrera alcista los combustibles, los alquileres, el agua (que va superando un aumento anual del 317%), las boletas de luz y gas; el cable e internet suben el 222 % en el año, como siempre las prepagas de los negociantes disfrazados de médicos, con sus incrementos superiores a la inflación. El tema de la carne es el más patético y merece un párrafo especial: la aumento en las carnicerías rondará el 12%. Por un kilo de asado habrá que pagar 8 mil pesos y el peceto llegará a 10 mil, pero, además, ésta levantada de noviembre continuará en diciembre. Asistimos a un símbolo de la decadencia; nosotros que tenemos las vacas y los campos nos vamos a pique cayendo en el mínimo histórico de 47 kilogramos en el consumo anual; mientras la clase media china en alza continua de su poder adquisitivo, consume cada vez más los cortes finos de las vacas argentinas.
En esta carrera entre las grandes empresas monopólicas formadoras de precios y los consumidores hay, como siempre, ganadores y perdedores. Tras las brumas de los discursos monótonos de las cámaras empresarias, reclamando que le bajen los impuestos, sus balances desnudan que en la era Milei potencian las ganancias como en otros momentos de su triunfo político. Estos núcleos del poder económico local asumen su condición de socios menores de los otros ganadores: los prestamistas de Wall Street, los cobradores del FMI que se presentan como reputados economistas, y los mesadineristas de la city porteña y de otras plazas de nuestro país, que también medran a discreción en el río revuelto del modelo de mercado libertario. Ya sabemos quiénes son los perdedores: los asalariados de todos los rangos, comenzando por los de ingresos más bajos; los 7 millones de jubilados que siguen cayendo, con el congelamiento del bono de 70 mil pesos y la quita en la gratuidad de los medicamentos. Pierden también los millones de usuarios de los servicios públicos, y ni que hablar profesores, científicos y estudiantes de las universidades. En la penosa fila de derrotados deben incluirse a las pequeñas empresas: comerciantes, industriales, emprendedores de servicios; todos los cuales viven del mercado interno y son víctimas de la incruenta apertura de las importaciones.
En suma, enfrentamos una mutilación del tejido productivo con sus graves consecuencias sociales y culturales. Con el propósito de afirmar el rumbo del ajuste “más grande del mundo”, Guillermo Francos, el ministro “bueno”, se presentó en el Senado: el hombre empezó mal ya que practicó la impostura de leer para relatar su informe de gestión. El “buen hombre” no hizo otra cosa que cargar contra las universidades, utilizando el oscuro falsete de la rendición de fondos, “lo cual revela una situación irregular”. Armó este relato acusatorio, mientras el Presidente congela el presupuesto universitario y los docentes pierden el 50% de sus ingresos. Francos también se jactó del papel de desarmadero del Estado. Su último logro es el intento de liquidar el INTA; sus bienes en tierras e inmuebles y despedir a sus científicos y trabajadores. Ya que estaba lanzado, ratificó que se propone privatizar Aerolíneas Argentinas, desconociendo la voluntad del Parlamento, que se pronunció en la defensa de nuestra línea de bandera. Ratificó que se propone “reformar el sistema jubilatorio y las leyes laborales”. Finalmente, se pronunció por el ajuste a la Agencia Nacional de Discapacidad y al INCAA. Acerca de la Ley de Leyes, solo se trataría si el Congreso se allana a aprobarlo a libro cerrado. Sería una de las decisiones más antidemocráticas del Presidente, ya que el gobierno administraría los recursos del estado generados por todo el sistema productivo, sin aprobación parlamentaria durante dos períodos consecutivos. Un triste y dramático récord en aplicación de su dogma: Presupuesto ¡afuera! Congreso ¡afuera!
Claro que al Presidente no le faltan amigos poderosos. Entre ellos quienes sienten que deben actuar sin ninguna pátina de respeto: la American Chamber of Commerce (AMCHAM), cámara que representa a las empresas norteamericanas, le planteó al Gobierno y a los legisladores su “profunda preocupación” porque no se votó la ley para proscribir a Cristina Fernández. Amenazan con que no vendrían inversiones y demandan que esto se resuelva “con urgencia” ya que “es un factor clave para una argentina viable”. Neocolonialismo puro. Los empresarios estadounidenses emplazan al parlamento nacional. Su presidente, Gómez Minujín, hombre del banco JP Morgan, se asume como una suerte de virrey Sobremonte en su virreinato. Trascurrido un año de gobierno, Milei sostuvo su vocación ideológica de medrar con la idea de que la vieja casta es la responsable de las penurias económicas. Los culpables serían los viejos políticos, mientras los súper millonarios no solo son exculpados, sino que fueron declarados héroes de la patria. El logro circunstancial de ese relato irá chocando con la realidad que generan sus políticas en la vida cotidiana de la ciudadanía.
La oposición política social y cultural está compelida a definir prontamente el modo de nuclearse, y proponer al pueblo una alternativa novedosa que genere una perspectiva hacia adelante, con un sentido popular, nacional y progresista, que enfrente la actual catástrofe humanística, teniendo en cuenta que hay 25.5 millones de pobres y el 60% de los menores de 14 años se encuentra bajo esa patética condición. Se trata una vez más, de confiar y convocar al pueblo a que sea el protagonista organizado desde la base, nutriéndose del enorme valor que emerge de la fraternidad social y la cultura local.