Movimiento estudiantil: rebeldía y politización

Página/12 | Opinión

Una vez más, el panorama político en nuestro país se presenta atravesado por las contradicciones y disputas de las principales fuerzas políticas, coincidiendo con un indetenible retroceso del apoyo, o de la expectativa esperanzada; al presidente Milei, incluyendo su “exitoso relato”. El acontecimiento político más trascendente que emerge tras las brumas de esta discordancia, que a las mayorías les resulta indiferente, es la emergencia del estudiantado en defensa de la universidad y la educación pública. “Los pibes y pibas” se van trasformando en “movimiento estudiantil”, un sujeto político que por su dinamismo e influencia social y cultural incorpora un valor trascendente: rebeldía y politización que no transige con las típicas celadas que tiran los “responsables y moderados”, ante su imprevista pueblada de asambleas, clases públicas y toma de sus casas de estudios.

La politización del movimiento estudiantil tiene los estilos y las características culturales de la juventud de este tiempo. Su unión con docentes, trabajadores y rectores en defensa del valor histórico de la universidad pública, se nutre de las antiguas y valiosas culturas del reformismo, la tradición de izquierda, y del peronismo con su trascendente aporte de la gratuidad universitaria. Esta novedosa y enorme amalgama de los diversos afluentes de la comunidad universitaria impactó en un vastísimo sector social y cultural de la sociedad democrática, a partir de la cual las representaciones políticas, una parte desde su convicción y otra por un sentido de la oportunidad, se pronunciaron y votaron mayoritariamente contra el veto mileista.

La maniobra propagandística intentada por el vocero Adorni, que de que no está en discusión la universidad pública ni el arancelamiento, fracasó disipándose como el humo de un cigarro. No hay universidad pública sin salarios dignos acordes a la trascendencia del aporte del profesorado, ni sin presupuesto para los trabajadores que la mantienen y para el sostenimiento de la infraestructura. El vaciamiento presupuestario del trío de cruzados: Milei, Caputo, Sturzenegger, tiene como propósito de fondo la destrucción de la universidad como parte de la liquidación del Estado y específicamente la demolición de la ciencia y la cultura nacional.

Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se fundaron cerca de 2000 escuelas y 17 nuevas universidades. El gobierno de Kicillof, a pesar de la asfixia presupuestaria a la que lo somete el poder ejecutivo, sigue creando nuevas universidades y decenas de centros de atención universitaria a lo largo de la extensa geografía de la provincia de Buenos Aires. Resulta entonces que los populistas -zurdos – socialistas fundan escuelas y universidades, mientras los liberales de derechas las cierran y destruyen, malversando al Sarmiento que reivindican verbal y simbólicamente.

Trascurridos diez meses, se desnuda que aquella promesa de que el inevitable ajuste recaería sobre la casta política, era falsa. Milei admite que la parte más fuerte del ajuste la hizo cuando los argentinos estaban de vacaciones para que no se den cuenta. En una patética exhibición de desprecio a la ciudadanía, confiesa que engañó al 55% que lo votó. Tras la flojera del relato presidencial, queda claro que los únicos beneficiarios de su modelo son los supermillonarios, a los que favorece con su política económica, y elogia impúdicamente con aquello de “ustedes son los verdaderos héroes”. Se pone de manifiesto que Milei es un presidente regente de segundo tiempo, luego del primero de la derecha “gradualista” de Macri, quien no trepidó en endeudar al país con el FMI por US$ 45 mil millones, que resultan impagables.

Ahora el ultraderechista, amigo de todos sus congéneres mesiánicos del mundo, se allanó a juntarse en una alianza que le de sustento a su gobierno cada vez más enclenque por la degradación del apoyo de la ciudadanía, que sufre el deterioro en su nivel de vida. Se trata de un acuerdo que incluye reparto de Ministerios y las esferas de los grandes negocios en ciernes, particularmente el de la energía: petróleo, electricidad, gas, represas, y minería. Los grandes popes de las corporaciones empresarias locales son sus verdaderos inspiradores, ya que se repartirán rentas venales de nuestras riquezas naturales. La dupla Macri – Milei representa la actual fase de un capitalismo, sin ningún proyecto nacional, y con su determinación de someterse a las admiradas potencias de Estados Unidos y el Reino Unido. Este pacto ratifica que entre derechistas y ultras no hay cornadas, o en todo caso, algunas menores que no alteran lo esencial: su unión ideológica y de clase. Ambas responden al mismo poder de los supermillonarios de AEA y la UIA y a los financistas de Wall Street, cuyo apoderado es el mismísimo Ministro de Economía.

El Coloquio IDEA ostentó un eslogan que representa una auténtica confesión del establishment, frente a la actual coyuntura: “Si no es ahora, ¿cuándo?”. Asumen públicamente que es la hora del cambio estructural de la matriz productiva y social del país, del saqueo de las riquezas naturales, y la transferencia de ingresos desde los sectores del trabajo, tanto los populares como las clases medias, a las minorías cada vez más enriquecidas. El lobista de la UIA, Funes de Rioja, a pesar de su pulcritud, también perdió la chaveta. Admitió que el gobierno está “ordenando las variables”, eso sí, “que le tire algún bote a los que se hunden con el Titanic”. Entre ellos a los pequeños y medianos industriales, a quienes se supone debe representar. La imagen que nos presenta este circunspecto señor, se parece a aquellas primigenias de Milei, inmolándose para presentarse ante su público como un antisistema. Claro que nunca dijo la verdad de quienes quedarían bajo los escombros, aunque se supo muy pronto, sería la mayoría de la sociedad y la propia nación como expresión política.

En suma, los acontecimientos van presentando un deterioro acelerado del apoyo ciudadano al gobierno, proporcional a la dinámica de su crecimiento y radicalidad. La emergencia de nuevos tiempos de luchas sociales demanda que la dirigencia política opositora se encauce rápidamente y construya un bloque político-social unido muy amplio, sustentado en un programa popular progresista, que salga al encuentro de la grave emergencia por la que atraviesan los sectores humildes y las clases medias.

Nota publicada en Página/12 el 25/10/2024  

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