Nuestra democracia cumple 40 años luego de la etapa más oscura de nuestra historia, protagonizada por la dictadura genocida de Videla y Massera. El pueblo votó ejerciendo su derecho al sufragio eligiendo la fórmula Milei – Villaruel que logró la adhesión de 13 millones de ciudadanas/os. Otros 11.5 millones optaron por un proyecto antagónico en términos políticos, económicos y culturales que expresaba la fórmula Massa – Rossi. A pesar de que la historia indica que el triunfo genera cohesión al interior de la coalición electa por el apoyo ciudadano recibido, asistimos a una escena patética de disputas de todo tipo: las hay a la luz pública y otras soterradas, que rápidamente también emergen a la superficie. Candidaturas totalmente aprobadas por el “jefe”, que se caen por presiones internas, o porque el elegido se arrepiente. Acuerdos partidarios entre el PRO y LLA que no duran nada, y consecuentemente los ministros en ciernes actúan por la propia. Mauricio distanciado de Javier, la Vicepresidenta electa, representante del videlismo, que se reservaba el nombramiento de los Ministros de Seguridad, Defensa y de la AFI, relegada a sus funciones en el Senado. El schiarettismo asiste al banquete desnudando su apoyo político a Macri y Milei, sumándose al triunfador a pura literatura: “que les vaya bien, estamos para ayudarlos”. Su peronismo cordobés se parece mucho más a un conservadurismo de derecha. Sin embargo, hay que asumir que por ahora todas esas grotescas disputas se disiparán, ya que el presidente electo ejercerá su hegemonía modelando un gabinete que responda a sus propósitos políticos. Hay otro elemento esencial: se van incorporando al esquema de gobierno los núcleos del poder económico sin mediaciones de ningún tipo. Ellos se “ocuparán” de la economía, del Banco Central, de las relaciones internacionales, de las políticas financieras con los banqueros y prestamistas de Wall Street, de la energía, de YPF, del preciado Fondo de Garantía de Sustentabilidad. En todos esos casilleros determinantes de los resortes del poder, impusieron a sus gerentes formateados oportunamente en el JP Morgan, Standard and Poor ́s, el Deutsche Bank, KPMG, incluso algunos de ellos compartieron primero el Colegio Lasalle o el Cardenal Newman. Todos cuadros pura sangre de las corporaciones extranjeras, especialmente norteamericanas. En esta colosal piñata, Tecpetrol de Techint recibió nada menos que YPF, o sea, el petróleo, el gas con sus modernos gasoductos y los grandes yacimientos en exploración de la Costa Atlántica y Santa Cruz.
En un gobierno de derechas, no podía faltar P. Bullrich quien nuevamente tomó la garrocha y pegó el salto al mileismo para “trabajar por una argentina próspera y segura” y para “poner orden, y el que las hace las paga”. Tras las brumas de estas neblinosas disputas por parcelas de poder, se va amalgamando una fuerza sin matices: son todas y todos del partido del “ajuste doloroso”, de la reducción inmediata y drástica del estado con su secuela de privatizaciones y despidos de los trabajadores, de los devaluacionistas con epicentro en los grandes ruralistas y las big six multinacionales exportadoras de nuestros granos. Del partido de la reducción salarial, de los “antiplaneros”, o sea de achicar la red de protección a los millones de pobres que el sistema envía a la banquina social impúdicamente, para luego estigmatizarlos e impulsar su “expulsión”. Son todas/os del viejo partido del endeudamiento externo que viene desde el fondo de nuestra historia del préstamo de la Baring Brother de 1824 con los banqueros ingleses, que luego el presidente N. Avellaneda pontificó para los tiempos: “honraremos la deuda aunque sea con el hambre y la sed de los argentinos”, y que M. Macri retomó violentamente endeudando al país con el FMI. En suma, todos integran el partido que se allana a las demandas de negocios ruinosos para el país de los fondos buitres y sus jueces y juezas de la metrópoli que imparten justicia para sus colonias, aplicando a rajatabla su Doctrina Monroe. Se cumplen dos siglos de la proclamación del mandato imperialista que imperaría hasta la actualidad. Claro que mientras se suscitan estas tenidas por el poder, las corporaciones formadoras de precios se lanzaron a practicar su patético deporte preferido: remarcar los precios de sus productos. Ahora ya despreocupados de los controles del estado, se subieron a la ola de las libertades del mercado, amparados por la doctrina que establece que los precios encontrarán solos su equilibrio. El pueblo, a quien ellos ponderan como consumidores de sus mercancías, asiste azorado a tamaño despropósito; esperando en vano que alguien los ampare de estos tiburones disfrazados de empresarios serios explotando su condición monopólica. En definitiva transitan su momento de fascinación, ejecutando sin ninguna vergüenza la creencia del dueño de La Anónima: “remarcamos todos los días”. Todo indica que en su hora victoriosa irán por todo ya que “la clave del desarrollo es el sector privado», o sea, ellos, las corporaciones de AEA y la UIA.
Las organizaciones de trabajadores, los nucleamientos sociales, culturales, feministas, docentes, universitarios, Pymes; van desplegando el imprescindible debate político, ante el triunfo de la alternativa de las derechas y sus propósitos, que afectarán de inmediato la vida del pueblo. La campaña electoral abnegada y generosa que sembró los 11.5 millones de sufragios construyó un valioso legado de militancia política que se comprometió en las barriadas, plazas, trenes y subtes, hasta los ámbitos estudiantiles, científicos, incluyendo manifestaciones políticas de la cultura, de las más numerosas en décadas. Se trata de un invalorable capital político que irá recuperando la confianza, e imaginando renovadas iniciativas y formas de unión y organización, frente a una perspectiva adversa en lo inmediato. Esa gran reserva de nuestro pueblo, transitará la fase deliberativa, junto a la actitud del ejercicio democrático en la defensa de sus derechos sociales y culturales, como así también de las identidades políticas, y al ideario de progreso, justicia social y solidaridad.