Página/12 | Opinión
La escena de operaciones, peleas y negociaciones “reservadas”, que transcienden por todos lados para formar el gabinete entre La Libertad Avanza, el PRO y el schiarettismo, sería solo grotesca si no se estuvieran decidiendo designaciones y políticas que impactarán en el futuro del país y en la vida de la ciudadanía. Así es que la extravagancia se transfigura hacia una imagen errática del presidente electo, en el manejo de la situación con su “aliado” Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Se cumple en muy poco tiempo el clásico político del transformismo de tragedia a farsa. Sin embargo, lo principal no es el seguimiento cotidiano de los cambios abruptos de candidatos y nombramientos. Hay otro plano más determinante de la disputa: cuáles serán los grupos del poder económico local y transnacional, con sus respectivos delfines, que administrarán los resortes del gobierno para asegurar sus negocios.
Las ideas rectoras del presidente electo son manifiestas, al igual que sus inspiradores ideológicos: los ultraliberales austríacos Friedrich Hayek, Carl Menger (el padre de la escuela) y en términos políticos Margaret Thatcher. La inspiración criolla donde abreva Javier Milei también es pública: José Alfredo Martínez de Hoz y su emblemático discurso del 2 de abril del 76, Carlos Menem y Domingo Felipe Cavallo. Todo indica que estas cuestiones sobre ideologías económicas y políticas no han sido las motivaciones que movilizaron el voto de los 13 millones que apoyaron a LLA. Milei fue el instrumento para expresar rechazo y desilusión hacia lo que venía de gobiernos anteriores.
La caracterización de Macri sobre el mileísmo, “son de infiltración fácil”, va logrando imponer condiciones con el apoyo del establishment, que pugna por ocupar directamente los resortes del poder. El caso más emblemático es el de la corporación Techint, que manejará YPF, la empresa más codiciada del país. Si hay una cuestión fundamental manifestada explícitamente por Estados Unidos, a través de la vocería de la generala Laura Richardson, jefa del comando sur, es su interés por nuestros recursos naturales, especialmente el petróleo y el litio. La estratega norteamericana ha dicho textualmente que aspira a controlar “las reservas de petróleo de crudo, ligero y dulce”. Se aprecia que la generala, siempre preocupadísima por la influencia de China y Rusia en la región, no se anda con eufemismos. El presidente electo ha declarado siempre que su alianza principal es con Estados Unidos. Es de esperar que vengan rápido tras esos objetivos, aunque hay fracciones de poder económico criollo que también huelen que llegó su momento.
Ninguna de estas peleas ni matices ideológicos, pueden concluir en que sus diferencias son de fondo y consecuentemente un grupo es mejor que el otro. No existen tales discrepancias ya que sostienen el mismo proyecto político para el país, y ambos son partidarios convencidos de su pertenencia al partido del “ajuste doloroso”, del desguace y venta a los grupos económicos del patrimonio estatal, y de la más antigua membresía del país: “los devaluadores” cuyo epicentro ha sido históricamente la Sociedad Rural y la oligarquía, a la que ahora llaman «productores agrarios» tratando de englobar a pymes productivas, dueñas de pequeñas parcelas, con los grandes propietarios y las exportadoras multinacionales. Su vocero tradicional del Clarín, Héctor Huergo, señaló que “el triunfo de Milei generó una enorme expectativa… y coincidencia con las ideas fuerza del líder libertario: libertad y propiedad”. Para el editorialista, la libertad no se une a la “noble igualdad», sino a la propiedad, obviamente la de los señores de la tierra. El escriba de la “revolución agraria” concluye su exultante editorial a pura literatura: “con Milei vienen tiempos fascinantes”. Como siempre aparecieron los pescadores en río revuelto; las corporaciones formadoras de precios “por las dudas” aumentaron sus productos un 50 por ciento, sin importarles nada el impacto en la vida del pueblo.
En los momentos de triunfo de los mercados también reaparecen impúdicamente los fondos buitre, que suelen asociarse a grupos de locales (de nacionales ya no les queda nada). En este escenario tan inquietante para la gran mayoría de la sociedad, resulta necesario ponderar un punto central del discurso de Milei y los medios para instituir una narrativa legitimante ante la ciudadanía: LLA tiene el apoyo de los votos para implementar el ya anunciado ajuste (“yo lo dije y será durísimo”). Aclara también que si hay reacciones y protestas: “se aplicará la ley”, o sea, se reprimirá. Ciertamente Milei reiteró que se debe ajustar a la política y a la casta, pero no aclara quiénes sufrirán los tiempos duros.
La ciudadanía desde su disconformidad negativista votó con la esperanza de vivir mejor. Todo indica que la vida de la mayoría no mejorará, sino que empeorará, ya que el ajuste será sobre los trabajadores y las clases medias. Siempre fue así y siempre terminó en graves conflictos sociales. Resulta inimaginable que en el difícil contexto actual, el ciudadano/a de a pie se allane a perder salarios y/o ingresos, lo cual inevitablemente ocurrirá, si se aplica una fuerte devaluación, con su inevitable traslado a los precios. Surge el mismo interrogante si se suspenden paritarias, se elimina o restringe la obra pública, no se pagan aguinaldos y todos los etcéteras conocidos. Nada de esto tiene relación con la esperanza popular de mejorar el nivel de vida. El triunfo electoral impulsará al nuevo gobierno a aplicar rápidamente su plan. Quizás cuente con un tiempo de expectativa del electorado que lo votó. Claro que otros 11 millones y medio sufragaron a favor de un proyecto antagónico y no sentirán que si se afecta su vida y la de sus núcleos sociales deba aceptarlo pasivamente.
La militancia social y política, las centrales de trabajadores, de estudiantes, los movimientos sociales, feministas, de la cultura, cooperativos y todas las expresiones de idearios progresistas y justicia social, deberán debatir para ir desentrañando las causales de este viraje de una parte del pueblo, a la vez que se vuelva a colocar la construcción de un bloque político social que reencauce todo esa enorme energía democrática.