Página/12 | Opinión
El triunfo de la fórmula Massa – Rossi por una diferencia significativa va condicionando el escenario electoral con vistas al momento decisivo del 19 de noviembre. La derrota anunciada de la pretendida derecha “clásica”, inficionada por elementos de odio e irracionalismo, del que era su competidor- enemigo, dejó a ese espacio político en crisis identitaria y ante una inminente ruptura. El desconcierto de los diversos agrupamientos conservadores es notorio, agravado por la evidencia de la mano de M. Macri, el verdadero titiritero. Sus manipulaciones fueron llevando a la derrota a sus supuestos hijos predilectos: primero R. Larreta, posteriormente P. Bullrich, para luego ofrecerlos como víctimas propiciatorias al altar de su nuevo ídolo, Javier Milei. Desde la derrota del 2019 en la que el electorado lo botó, todo lo que toca Mauricio se degrada, como en “La peste escarlata de Jack London”. Ahora convoca a ir tras el nuevo líder de la derecha, a quien en realidad apoyó desde el inicio de la campaña porque “comparto sus ideas”, burlándose de su propia fuerza política y sus electores. En suma, ya queda clarísimo que Milei es Mauricio, y que la alianza surgida de esa acción contranatura, más propia del cambalache mentado por el gran Discépolo; intentará navegar a la deriva sin ninguna propuesta a la sociedad. Todo indica que “la genial estrategia” consistente en derrotar al kirchnerismo es tan primitiva como subestimatoria del entendimiento del pueblo. Y además viene de un ruidoso fracaso. No se trata de subestimar a la eventual sumatoria que va emergiendo de ese contubernio, aunque está en pleno desarrollo su crisis y los eventuales reposicionamientos de diversos sectores, particularmente la base radical agredida explícitamente, incluyendo la descalificación de sus símbolos históricos, como Alem, Yrigoyen y Alfonsín.
Más increíble aún es entender como lograrán reconvertir a Milei para transformarlo en presidenciable. Y cómo se desdecirán de sus ruidosos eslóganes: dolarización, cierre del Banco Central vía dinamita, eliminación de subsidios y todo tipo de servicios sociales incluyendo la privatización de jubilaciones y pensiones, apertura total de las importaciones, venta de empresas públicas y arancelamiento del sistema hospitalario y educación pública (“porque alguien tiene que pagarla”), entrega irrestricta de los recursos naturales incluyendo la privatización de mares y ríos. La lista continúa con otras gravísimas originalidades para mostrarse como un revolucionario anti todo: “el cambio climático no existe”, ya que lo que está ocurriendo responde a un fenómeno geológico originado hace millones de años. Libertad a la portación de armas, eliminación de las leyes protectoras de los derechos de trabajadores y trabajadoras. Pero a esta mezcla de ortodoxia neoliberal austríaca, con consignas propagandísticas cargadas de irracionalismos ya usados por diversas ultraderechas en otros tiempos, no podía faltarle su desprecio a la democracia a la que culpa de nuestros males durante estos 40 años. Desde este sofisma como base, el candidato presidencial adhiere a la reivindicación explícita de la dictadura videlista y la negación de los 30 mil detenidos desaparecidos, que reivindica su candidata a vicepresidenta Victoria Villaruel.
Este incompleto listado se sustenta en dos líneas centrales que motoriza el candidato de Macri: la principal es la aplicación extrema de la ideología ultra neoliberal. Una suerte de thatcherismo presentado en forma primitiva, pero que responde a esa visión ideológica, no solo de la economía sino también de la sociedad y sus valores. El otro elemento que se corresponde con ese contenido es la forma de expresarse, arrasando con los modos actuales, presentándose desde afuera del sistema “ante la crisis moral de la casta política y su fracaso económico”, a partir de lo cual destruirá todo lo existente, generando luego un “renacer civilizatorio”.
El trío Macri, Bullrich y Milei confía una vez más en los dos factores de poder que los sostendrán hasta la puerta del cementerio, con tal de cerrarle el paso a su odiado populismo: los medios de comunicación y el poder económico. Los primeros ya lo demostraron en las PASO. Cabe preguntarse si el fracaso rotundo de sus editorialistas, transformados en vulgares propagandistas inventando operaciones que ya no impactan en la decisión del votante; persistirán en esa práctica amarillista. En cuanto a los grandes empresarios locales y extranjeros y sus organizaciones como AEA, han vuelto a errarle al chicotazo, por sus prejuicios ideológicos y su infinito afán de dominio de la economía y de sus ganancias obscenas. El resultado eleccionario desnudó su ya insalvable mediocridad que apuesta a cualquier variante y/o candidata/o que les prometa la continuidad de su poder. Ese nucleamiento gran-empresario expresa a un capitalismo fugador de riqueza, que no se imagina parte de un proyecto político social autónomo propio de un país soberano que aspira a compartir con el conjunto de la sociedad un lugar respetado en el mundo. Esa falta de sentido nacional los conduce a excluirse políticamente, y a remitirse a una práctica menor de lobbismo ventajero, a costa del estado y de cualquier proyecto popular que se proponga redistribuir riqueza a favor de las mayorías sociales.
El triunfo de UxP afirmó ante la sociedad la perspectiva de la fórmula Massa – Rossi para dirigir los destinos de nuestra Patria. Siempre resulta determinante la unidad de la fuerza política, particularmente cuando se trata de una coalición de partidos y movimientos sociales como es UxP, con eje en el peronismo. En tal sentido se va ampliando el espectro de nuevos apoyos desde afluentes diversos, a la vez que la militancia fortalecida por la victoria, se compromete a una fuerte acción que asegure un triunfo asumiendo que el poder no declinará en su afán por imponerse, ni abandonará su escrupulosidad típicas del manual de las últimas semanas previas a los comicios. En los próximos días, no hay nada más importante que convencer, ya que todas y todos somos ciudadanos ejerciendo igualitariamente el derecho al sufragio decidiendo nuestro destino y el de la nación.