Página/12
La derecha de Juntos por el Cambio, asociada a las novedosas expresiones de la ultraderecha, tiene una convicción muy parecida a la de los inicios del 2019. Dieron por descontado un triunfo que luego fue derrota. No contaban con la estrategia y la determinación de Cristina Fernández de Kirchner, principal líder política de nuestro país, con la construcción de un amplio frente popular, ni con la percepción de la ciudadanía sobre el desastre social de la gestión de esa derecha en el gobierno. Claro que entonces como ahora, su afán y su proyecto se sustentan en el verdadero poder: la amalgama de los grandes medios y las corporaciones económicas, quienes definen el accionar de sus principales instrumentos: la Corte Suprema y los jueces de Comodoro Py, y los políticos de JxC, incluyendo las decisiones de sus parlamentarios.
Las recientes filtraciones sobre los actos tenebrosos del ahora “licenciado” ministro de “Justicia” y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, han expuesto a la luz pública el entramado corrupto en el que se sustenta la maquinaria del PRO para desplegar su política. No solo el espionaje ilegal integra su matriz ideológica, el cuadro incluye corrupción, guerra mediática y un creciente desprecio por las instituciones democráticas. Resultaba inevitable que en algún momento esas prácticas se volverían en su contra, potenciadas por una feroz confrontación interna, escindida del debate político, ideológico o programático. Todo es disputa por candidaturas a hipotéticos cargos públicos que no solo otorgan fama, pelean también por loteos de coimas y latrocinios diversos. Las acusaciones de sus dirigentes contra la principal fuerza política, víctima de sus espionajes y persecuciones, de que serían los responsables del hackeo y la publicación de los chats, se caen por la falta del más elemental criterio de verdad. Podría pensarse, como dice el refrán popular, que el ladrón ve a los demás como de su misma condición, pero en este caso el propósito esencial es el de eludir la cuestión de fondo: la corrupción es intrínseca a esas fuerzas políticas y poderes económicos con sus irremediables negociados. También están obligados a fabricar brumas que impidan visualizar que las filtraciones vienen de fuego amigo. Si hay una fuerza política que hizo siempre uso y abuso del espionaje ilegal es la que manda en JxC y, muy especialmente su jefe e inspirador, Mauricio Macri.
Está claro que de no ser por la estructura de poder existente hace tiempo en la Argentina, que Cristina caracterizó como un estado paralelo y una mafia, el ministro D’Alessandro debió haber sido expulsado de su cargo inmediatamente, en vez de la manganeta que nadie cree verosímil, de una “licencia temporal”. Finalmente, el intento de velar los manejos corruptos y contubernios antidemocráticos están resultando un notorio fiasco. Las tres tandas de filtraciones de chats exhiben al ministro “licenciado” manteniendo conversaciones non sanctas con empresarios, jueces, fiscales, agentes de inteligencia y con un tal Silvio Robles, que hasta hace unos días era un ignoto burócrata, y resultó ser la mano derecha del autovotado y doble presidente de la Corte Suprema y del Consejo de la Magistratura, Horacio Rossati. Allí, se aprecia cómo conspiran grotescamente para bloquear el ingreso de senadores oficialistas al Consejo de la Magistratura y ya en el colmo de la ruindad, Robles instruye a D’ Alessandro sobre cómo debe hacer para lograr que la CABA se haga de los fondos nacionales que irían a financiar la campaña electoral de Larreta. Pero la muestra incontrastable de la recepción del dinero (“los sobres”) proveniente de las empresas que detentan hace décadas el servicio de acarreo de vehículos en la CABA, desnuda la descomposición moral del régimen de la derecha porteña y su desprecio a la ciudadanía, a la que el Alcalde gusta dirigirse como “mis queridos vecinos”.
Ante el ominoso episodio de los chats de su ministro, Larreta se presentó en público vacilante, sin su sonrisa mediática y balbuceante, revelando la ausencia de verdad. En el caso del pantano de corrupción de esta suerte de gruaslandia, el alcalde guarda un silencio asombroso a partir del cual lo único que logra es autoincriminarse. Todo este cuadro que remite a “los círculos del Infierno del Dante” (avaricia, violencia, fraude), y traiciones entre ellos, desnuda el dispositivo que utilizan los núcleos del poder para incidir en la vida democrática de acuerdo a sus propósitos políticos. ¿Cómo entender sino la reacción inmediata y sin escrúpulos de la AMCHAM (Cámara de Comercio de los EEUU en Argentina) y de todos los foros tradicionalistas del poder, ante la decisión del Presidente recusando a la Corte por su decisión de favorecer discrecionalmente al PRO de R. Larreta? Tras los malabares narrativos con los que el Jefe de Gobierno, y el ministro en desgracia intentaron salirse de la ciénaga, lo que se atisba es una vasta estructura política venal que además goza de cajas de financiamiento provenientes del manejo espurio de la cosa pública. Si hay algo que se revela con esta implosión es la existencia de una Corte partidizada, que reconfirma la existencia de un Partido Judicial inficionado en la propia cabeza de ese poder, que decidió proscribir a Cristina Fernández siguiendo el modelo brasileño de encarcelamiento a Lula, y que aquí encerró y condenó a dirigentes populares como Milagro Sala.
La convocatoria de Cristina a la militancia y a tomar la iniciativa política se sustenta en lo mejor de nuestra historia. La movilización fue determinante para los avances y triunfos populares y la consolidación de nuestra democracia. Desde las luchas obreras de la primera mitad del siglo XX, la emergencia inesperada del huracán del 17 de Octubre, el Cordobazo y otros que quebraron a una dictadura, y las propias luchas de Madres y Abuelas en las plazas de la Patria por los 30 mil y por Memoria, Verdad y Justicia. Nos espera otro grandioso 24 de Marzo. Las fuerzas políticas, gremiales, culturales deben apelar al pueblo, esa es nuestra verdadera fuerza y la mayor esperanza para triunfar.