Revista Hamartia | Entrevista
Cuando abrió la puerta de su casa, un recuerdo me vino a la mente: el día que, 24 años antes, me encontré frente a su biblioteca con la boca abierta por el asombro que me generaba la colección de literatura, historia y política que pintaba las paredes. En ese entonces, nos reunimos en la casa con Mariano, su hijo mayor, para organizar el festival mundial de las juventudes y los estudiantes realizado en Cuba en 1997.
Junio, además de ser un militante de toda la vida, es historiador, director del Centro Cultural de la Cooperación, Secretario General del Partido Solidario, padre de Mariano y Carolina, abuelo de León y Xul. Un compañero que condensa la sensatez de sus palabras con la clara profundidad de su mirada. Galeano decía que estamos hechos de historias, y fueron ellas las que habitaron con una sonrisa el espacio de la entrevista.
—¿Qué lectura propones sobre el nuevo resultado electoral?
—Hay que registrar que en la segunda vuelta hubo un cambio, y que no se verificaron los pronósticos ni los planes de la derecha. Según las manifestaciones de muchos de sus principales dirigentes que tenían una perspectiva destituyente, planeaban pasar a la ofensiva sobre la base de una derrota contundente en el Frente de Todos para que el gobierno no se pueda sostener. Lo menciono porque tuvo un claro sentido antidemocrático y no fue una cosa socavada, sino explícita. Lo cierto es que la mejora sustancial en la Provincia de Buenos Aires y en algunas provincias más chicas cambió el escenario y generó, más que nada al interior del Frente de Todos, un clima que mantuvo y fortaleció la unidad. El propio evento de la noche del día de la elección tuvo un sentido positivo: yo estuve allí y había una situación interesante. Más que nada la ratificación de que se abre una nueva etapa con una perspectiva política y, fundamentalmente, con nuevos retos y desafíos.
No se puede dejar de registrar que en nuestra ciudad hubo un crecimiento de Milei -lo que yo suelo llamar un “aspirante a pasista”-, y que eso debe ser una preocupación importante, porque al fascismo hay que enfrentarlo y nunca subestimarlo. Además hay una voluntad de Juntos, según declaraciones de Macri y de Bullrich, de aliarse con esa extrema derecha.
—En el sentido de estos desafíos que nombrabas, ¿Cuáles serían las prioridades? ¿Dónde se deberían discutir las líneas políticas a desarrollar para los próximos dos años?
—Lo de las prioridades es importante. En política, en economía, en la vida, siempre hay que establecer prioridades. Sobre todo en esta situación social tan grave que nosotros tenemos como consecuencia del desastre del Macrismo y de la pandemia. El gobierno hizo un esfuerzo fenomenal durante la pandemia para aligerar esa situación (y creo que lo logró), pero ahora hay que enfrentar eso.
La prioridad en mi opinión es la deuda social, el 19,5% de pobres, los cuatro millones y medio de indigentes. Todo lo que se vaya articulando en materia de programas, planificación y medidas económicas tiene que dirigirse a enfrentar esa situación y mejorarla. Para eso, hace falta distribuir y crecer: no se trata de crecer y distribuir, sino de distribuir y crecer. Se trata de que los sueldos superen los precios y la inflación, que desde el Gobierno Nacional se siga potenciando la ayuda social a los sectores más necesitados (como lo fue el IFE, el aporte salarial), que el tema tarifario siga en un nivel muy bajo y que se siga trabajando sobre los precios. Para todo esto hay que estimular fuertemente la obra pública, que va a generar trabajo, ingresos para los trabajadores y más ingresos para las pymes. Creo que hay que seguir en el rumbo planteado pero con profundidad, más intensidad y más ritmo en el punto de vista de los tiempos.
—Si pensamos en la dificultad real de los precios ¿es posible construir un país más justo sin confrontar con los poderes fácticos?
— Si tengo que tomar una debilidad central, la tomaría en la ecuación precios y salarios. Creo que en el marco de un fenómeno multicausal aparece ahí un componente determinante para el descontento de una parte de la sociedad. La puja distributiva como un elemento constitutivo de la confrontación económica y política entre los sectores corporativos y los gobiernos democráticos y populares.
El gobierno promovió políticas para controlar y regular los precios, pero no obtuvo los resultados esperados. Los responsables de esos incrementos son las grandes corporaciones -de dos a seis empresas monopólicas- que en casi todas las ramas de la economía controlan el 70% u 80%. Por lo tanto, no hay duda de que se manejaron con abusos en función de dos cuestiones: por un lado, el “síndrome del escorpión» que, con o sin pandemia, está en su naturaleza y tiene como objetivo potenciar siempre su tasa de ganancia pase lo que pase. Por otro lado, no quieren permitir que el estado se introduzca en el control y la regulación de los precios que solo ellos quieren fijar, por eso se oponen a todo tipo de regulación, de control, a desnudar la cadena de valor…se oponen a todo eso doctrinariamente.
Los poderes fácticos empresariales siempre van a resistir, porque se juegan sus intereses económicos y su poder político. Lo que está en juego también es el poder popular frente a eso. Tiene que haber una combinación de fuerzas y voluntad política para ir adelante en el proyecto popular, un proyecto necesario y comprometido. Esa relación entre “no se puede hacer nada solo con voluntad política sin tener en cuenta la relación de fuerzas”, y “no se puede hacer nada sin una fuerte voluntad política apoyada en la energía popular», es el derrotero de un frente diverso que tenemos que abordar para avanzar en la distribución de la riqueza e incrementar el rol del Estado.
—El macrismo puso en agenda el FMI, ¿Qué opinión te merece el tema de la negociación de la deuda?
—Yo parto del compromiso de campaña que la ciudadanía votó en 2019, que consistía en que no se hagan concesiones que signifiquen ajustes. O sea que no vamos a aceptar condicionalidades del fondo, vamos a discutir la tasa de interés, vamos a discutir un plazo para que haya tiempo de que la actividad productiva, económica y social pueda recuperarse y sacar a la ciudadanía de esta situación heredada. Creo que la negociación está bien encausada porque estos preceptos fundamentales se estarían cumpliendo, lo cual sería un logro político muy importante, ya que no sé si hay antecedentes de que el fondo llegue a un acuerdo sin condicionalidades. Se lograría la extensión del plazo y no se pagarían las tasas punitorias que están establecidas en el contrato que firmó el macrismo por los 57 mil millones de dólares. Hay una cuestión democrática muy trascendente que es que lo va a tratar el parlamento producto de una Ley que este mismo gobierno empujó y promulgó, a diferencia de lo que hizo Macri que lo resolvió sin la intervención del parlamento. No hay posibilidades, como dice el Trotskismo, de no pagar, del default, eso no se compadece con lo que fue el plan de gobierno ni las condiciones actuales. Sería muy positivo si se logra refinanciar sin condicionalidades.
—Hay quienes dicen que nos estamos transformando en un izquierda conservadora equilibrando las diferencias internas y que la derecha está capitalizando las “nuevas rebeldías”, ¿Cómo lo ves?
—Primero, no creo en el concepto de “izquierda conservadora», porque la izquierda es transformadora o revolucionaria, es cambio, es lo contrario a las aguas estancadas. Eso es el conservadurismo, que nada cambie, que todo se conserve. Ahí hay un contrasentido en el planteo.
No es la primera vez que hay emergencia de núcleos fascistas de ultraderecha, ni en Argentina, ni en el mundo. Los inventores de los males, que es el proyecto político neoliberal, tienen la peculiaridad de echarle la culpa de lo que ellos mismos generan a la política y a los políticos. Sobre esa base de vaciamiento ideológico y cultural en la sociedad medran inventando estos proyectos proto fascistas que interpelan por este vaciamiento ideológico donde penetran las ideas desesperadas, y porque hay cierta desesperación económica que lleva a sectores humildes y medios a prender en esos discursos. Estos son, insisto, muy pero muy peligrosos. Por lo tanto, nosotros tenemos que atenderlos.
En cuanto a la palabra “rebeldía”… La rebeldía está en la naturaleza de los proyectos, no solo de izquierda, sino también en los nacionales y populares como es el Peronismo. Así que tenemos que ser nosotros los que encarnemos esa rebeldía, si está “mellado el filo de la daga” es un asunto del que habrá que hacerse cargo.
Estamos comprometidos con que el gobierno siga adelante y convoque al pueblo más de lo que lo hizo hasta ahora, cosa que fue muy difícil por la pandemia, porque en defensa de la vida nos atamos la mano para convocar al pueblo en la participación política en el club del barrio, en la universidad, en la escuela, porque era peligroso -y todavía en parte lo es-. Yo diría, pensando en el presente y en el futuro, que estamos saliendo de esta crisis, porque creo que el gobierno reencauza su accionar. Ahora bien, hacen falta dos cuestiones centrales: que se adopten medidas de beneficio a los sectores populares enfrentando a los sectores monopólicos, mediáticos y corporativos y, a su vez, que crezca fuertemente el protagonismo popular. Para eso hace falta que el gobierno convoque y que las fuerzas políticas, sociales y culturales asumamos la responsabilidad que nos cabe en poner a nuestra militancia y toda nuestra influencia a disposición.
—Hay alternativas al capitalismo, ¿cuál es la relación entre las posibles y las factibles? ¿Existe la posibilidad de pensar otra sociedad?
—Nosotros estamos en una fase histórica, en la que cada una de las tradiciones políticas sostiene sus ideales, su norte y su sueño. No es que los paradigmas sean inmutables, en todo caso sostienen la esencia, su norte, pero constantemente deben ser revisados. Yo creo que perfectamente hay posibilidad de transformación y cambios, la experiencia de América Latina demuestra que es posible avanzar en ese sentido, es imprescindible para poder ir a una sociedad más distributiva y más justa, no sólo en términos culturales, sino también en términos educativos, de distribución de la energía, de los derechos, de la defensa de la naturaleza, de salud, de desarrollo científico. Todo eso tiene que ver con avanzar en un sentido de progreso, si eso es reformista o revolucionario la vida dirá, pero creo que se trata de avanzar en esa búsqueda, de acumular fuerzas, y para garantizarla es imprescindible defender todo lo que se pueda la unidad más amplia, lo cual es dificilísimo. Sobre esa base creo que se puede avanzar, pero no podemos perder de vista lo internacional: si en Brasil triunfa Lula el año que viene, si aquí nos sostenemos con el proyecto, si en Chile y Colombia damos vuelta la situación, si se sostiene Cuba… o si todo eso no ocurre. Hay una relación en el desarrollo internacional, más que nada en nuestro continente, pero también en el mundo entero. Así que francamente mi respuesta no va solo sobre mi optimismo histórico, sino en que creo que en el marco de una disputa está la posibilidad de desplegar un proyecto progresista de transformación.
La ciudad como escenario
—Heller fue reelecto como diputado: ¿Cómo ves el escenario en la cámara de diputados? ¿Qué desafíos tiene?
—El papel de Heller fue muy trascendente y ahora va a serlo igual o más, porque la comisión de presupuesto y hacienda es la más importante, y jugó un papel en empujar proyectos de sentido redistributivos, solidarios, como el Impuesto Extraordinario de Solidaridad. Yo creo que marca un hito histórico, porque muestra la perspectiva política hacia dónde tiene que apuntar las políticas tributarias, que es hacia los sectores con grandes ganancias, que en la Argentina hay muchísimos. Desde ese punto de vista, creo que se debe hacer mucho en materia tributaria para enfrentar esta crisis social. En este sentido, la tarea de Heller es crucial junto con toda la cámara y los bloques independientes con los cuales seguramente haya que negociar. En esa dirección y con una gran voluntad política es que creo que hay que avanzar.
Nosotros estamos convencidos de que este es un país que, con un gobierno que vaya fuertemente sobre el rumbo planteado en los próximos dos años, con su modelo de redistribución democrática y popular, seguramente va a tener una gran mejoría en la vida de la sociedad y del pueblo. Desde ese punto de vista somos optimistas con respecto al 2023 que es lo que hace falta para poder tener un periodo más largo para reconstituir este país.
—¿Crees que CABA es un distrito de derecha o que en realidad no sabemos interpretar el ecosistema que constituye al electorado?
—Creo que la derecha instaló con el 50% su paradigma a una parte importante de la ciudad, en el que hay un núcleo duro y una parte que no es de derecha pero que lo vota. No todo es de derecha, pero vota a la derecha. De cualquier manera, como en toda gran urbe, en el marco de todos estos grandes cambios culturales, donde hay que interpretar los fenómenos juveniles de las nuevas generaciones, allí efectivamente creo que tenemos un reto para diagnosticar e interpretar mejor cómo poder llegar con nuestras ideas de progreso para la ciudad. Una cuestión -a mi juicio- importante, tiene que ver con todo lo relacionado a lo ecológico, porque eso le importa a los sectores populares y los sectores medios de los distintos estratos. Está claro que el gobierno de Larreta privilegia la cementación, que significa menos aire, menos luz, menos sol y menos verde. Estos 16 proyectos que Horacio Rodríguez Larreta envió a la Legislatura, implican que unos 15 barrios porteños estén llenos de grandes edificios.
La ciudad tiene un 23% de pobres y un 7% de clase media baja que cae, aunque sigue teniendo la aspiración de ser clase media. Eso indicaría que hay un 30% en el que nosotros tenemos que crecer aún más como fuerza popular. Además, tenemos cuestiones relacionadas con la vivienda que significa otro reto para crear propuestas…pero creo que nosotros podemos avanzar social y electoralmente en la ciudad.
—¿Cuáles son los desafíos “culturales” que estas tendencias plantean al campo progresista?
—Debemos tener una visión más democrática de la Ciudad, de un lugar más convivencial, menos elitista, que no expulse a lo popular. Tenemos comunas de 200, 250 mil habitantes que no tienen representación en CABA como sí lo tienen en el Gran Buenos Aires. Para democratizar la sociedad, es imprescindible que haya más participación social, y eso tiene que pasar por los municipios: acercar el pueblo a la gestión y la gestión al pueblo. Ahí creo que hay que ir a una reforma política. En la cultura hay que pensar mucho más hacia las comunas. Todo tiene que tener una visión más democrática y popular, y no del gran espectáculo que es lo que viene haciendo la derecha en la Ciudad.
—El centro cultural está por cumplir 20 años, ¿Cuáles son los nuevos desafíos? ¿Tienen asignaturas pendientes?
—No sé si asignatura, pero siempre hay un reto pendiente. El paradigma fundacional de “Floreal Gorini” tenía dos ejes: Por un lado, ser un polo de la cultura de izquierda y progresista en esta Ciudad, algo que creo que estamos logrando. Se está transformando en un polo de la cultura en un sentido muy multifacético, porque el centro cultural tiene muchísimas disciplinas: danza, teatro, cine, economía, política, sociología, educación, género. En todos los planos es un polo. Y la otra cuestión es lo que él llamaba “la creación de una camada de intelectuales progresistas y de izquierda”, que puedan hacer aportes para disputar la batalla cultural. Y nosotros ya tenemos una camada de jóvenes que comenzaron por allí en la fundación del centro cultural y otros que se fueron incorporando y que hoy son voces culturales e intelectuales que habitan los medios de comunicación y la gestión pública. En ese sentido podemos decir que “lo hicimos”. El reto hacia el futuro es seguir elevando la vara de esta huella fundacional. Tenemos que jugar un papel más fuerte aún en la disputa cultural ideológica, influir más porque tenemos las reservas en materia humana para hacerlo.
Hemos acumulado la capacidad de desplegar acciones simbólicas mucho más grandes. Somos conscientes de que, cumplidos 20 años, tenemos el desafío de desplegar toda nuestra creatividad para ir articulando iniciativas que nos permitan jugar un papel más importante en la nacionalización del Centro Cultural, que es una de las asignaturas pendientes.
Picada
-¿Un libro? Por ejemplo, el mío es “La consagración de la primavera” de Carpentier.
– Ese podría ser, porque a mi me genero un impacto enorme y lo recomendado a todo el mundo, lo volví a leer. Es un libro maravilloso de un escritor extraordinario que no es, paradójicamente, el más amado de Cuba, porque es un poco barroco, un poco complejo. Uno podría ser “Rayuela”, después Hemingway para mí fue extraordinario, para mi fue un escritor literario absolutamente extraordinario. Otro libro que mi influyo muchísimo es “Humillados y ofendidos” de Dostoievski.
-¿Escuchas música?
-Más que nada tango.
-¿Cd, vinilo, o Spotify?
-Escucho mucha radio, vinilo no… eso no llegue. Mas que nada radio.
-¿Te gusta el asado?
-Es uno de mis grandes preferidos, un asado y un vino bueno
-¿Tira de asado o vacío?
-Tira.
-¿Te gusta el cine?
-Me encanta y cada vez me gusta más el teatro, pero mi preferido siempre fue el cine.
-¿La televisión la miras? ¿Serie o película?
-Si, más que nada lo político. Película, si tengo que elegir una “Los compañeros” o “La dolce vita”, el cine italiano, el realismo italiano. Lo máximo para mi es Sophia Loren.
Fotografía y texto: Gastón Vera
Entrevista publicada en la Revista Hamartia 24/11/2021