Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Ya es un hecho; de confirmarse en las elecciones generales el resultado de las PASO, la Argentina ingresará en la transición. El Pueblo argentino ha rechazado mayoritariamente al liberalismo, después de la experiencia negativa de los últimos cuatro años. Como si quedaran dudas, al otro lado de la cordillera se agitan las sombras de las llamas ardientes del modelo chileno, diseñado por los Chicago Boys y tan mentado por los liberales criollos. Se les quemaron los papeles. Sin embargo, en nuestro país la transición no estará libre de todo tipo de obstáculos. Restaría cerca de un mes y medio hasta el traspaso de mando. Una eternidad, sobre todo en esta fase donde la crisis ya tiene una dinámica propia.
Uno de los problemas estructurales más graves es la inflación. Macri dijo que nuestro país es «como un alcohólico recurrente con la inflación». Sin embargo es el Presidente quien ha descorchado la inflación más alta desde los años de la hiper. Sorprende también que haya dicho: «no podemos resignarnos a no tener nuestra moneda», cuando en su gestión dolarizó las tarifas de los servicios públicos, los combustibles, los alimentos y los medicamentos. A su vez, con sucesivos shocks cambiarios y la persistencia de tasas de interés muy elevadas, fue generalizando el proceso dolarizador al resto de los bienes y servicios. También se refirió a “la incapacidad de tener una moneda sana”, usando la expresión de uno de los informes del llamado “Plan Prebisch” de los golpistas de 1955, “Moneda sana o inflación incontenible”.
El gran empresario Ratazzi aprovechó para opinar nuevamente: “hay inflación porque estamos enfermos”, y ya que estaba, hizo gala de su ignorancia sobre la historia argentina al decir que el golpe del 30 “fue raro, semicivil y semimilitar”, para pasar a protestar por la creación de las juntas de granos, de carne y del Banco Central. Es decir, todas las instituciones por las cuales el Estado puede intervenir en la regulación de precios vitales para la vida ciudadana. Pero sus fallidos históricos no implican que desconozca que es inminente en la Argentina un verdadero cambio de época y entonces intentan resistir a perder sus privilegios, entre ellos la “libertad” para formar los precios a “piacere”, para conservar su principio sagrado: la tasa de ganancia.
Desde la derrota en las PASO, el gobierno ha dejado una zona liberada para que se ajusten los precios a la alza. Primero Macri dejó volar el dólar para castigar a los votantes “culpables”. Ahora, tras las elecciones, las cadenas de supermercado advierten que sus proveedores están confeccionando nuevas listas de precios para anticiparse al congelamiento que podría surgir en el próximo gobierno. Se habla de un 15% promedio.
Mientras tanto se conoció la variación del IPC de septiembre que fue de 5,9% con relación al mes anterior. Pero algunos rubros como Salud subió 8,3%, y prendas de vestir y calzado 9,5%. En CABA una familia debe ganar cerca de 35.000 pesos para no ser pobre. Mientras que la canasta de indigencia se ubicó en $ 17.164,45, acumulando un incremento anual del 57,9%. Pero el empobrecimiento recae sobre otros sectores. Una familia de clase media, para ser considerada como tal por el instituto de estadísticas de la Ciudad, necesita superar los $ 54.338,79 por mes. Siempre y cuando sea propietaria de la vivienda. Si ese no es el caso, debe sumarse de alquiler entre 15.000 y 25.000 pesos. Así que estamos hablando de un ingreso superior a los 70.000 pesos para no caer en la pobreza. Otro testimonio de este deterioro de ingresos de la clase media es la pérdida de 250 mil alumnos de los colegios privados en CABA y provincia de Buenos Aires debido al aumento de las cuotas y matriculas los establecimientos.
Fracasada la política de ajuste monetarista para controlar la inflación, ahora todos reconocen la necesidad de un pacto verdadero de precios, porque el “pacto de caballeros” de Dujovne quedó en la nada; ni pacto ni caballeros. Claro que un acuerdo de tal envergadura no puede realizarlo un gobierno en retirada. El Ministro Dante Sica declaró temerariamente que «estamos administrando una economía kirchnerista por obligación».
A este raid de declaraciones sin sentido ni destino, propias de fin de ciclo, se sumó el canciller Jorge Faurie. Se refirió al levantamiento del pueblo chileno contra el gobierno derechista del amigo presidencial Sebastián Piñera con sorna, hablando de “brisa bolivariana”. Más que brisa, lo que hay allí es un huracán contagioso que se propone correr el andamiaje neoliberal del Continente, abriendo paso a una nueva época, democratizando la riqueza y en la que los pueblos sean soberanos de su destino.