Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Tanto el presidente Mauricio Macri, como la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta se pronunciaron contra los maestros. Eso sí, con la consabida sonrisa impostada.
Los discursos de los tres funcionarios en las aperturas de sesiones tuvieron como rasgo común un modestísimo repaso de las respectivas gestiones, sustentado en frases hechas escritas por sus equipos de marketing, y un impúdico alejamiento de la realidad, o sea, de la verdad que viven la sociedad y la Nación.
Hubo además una cuestión central: la tríada tomó como blanco de sus ataques y diatribas a las maestras y los maestros, sus organizaciones sindicales y su principal referente: Roberto Baradel.
La declaración de guerra a los maestros ya había sido anunciada en sordina hace un par de semanas, inclusive el editorialista sabatino de Clarín, Marcelo Cantón, lo recogió en su columna, literalmente en estos términos: «el gobierno se pinta la cara para ir a la guerra con los docentes» (11-02-2017).
Ahora, ya iniciada «la batalla» dejaron de «velar las armas» y salieron con toda su artillería al ataque. Claro que siempre cumpliendo rigurosamente con la más vulgar de las maniobras distractivas para engañar a la ciudadanía: «que los chicos no pierdan días de clase, discutamos pero con los chicos en el aula» (Vidal). «Mi vocación de diálogo con los docentes es inalterable, pero que los chicos no pierdan días por el paro» (Rodríguez Larreta). Coronó la acción conjunta el Presidente de la Nación con «queremos cuidar a los docentes y vamos por una revolución educativa».
Claro que su amor a los niños, a los maestros y a la revolución luego termina con una propuesta indecente del 18% en cuotas y en la violación grosera de la Ley de Financiamiento Educativo que establece la obligatoriedad de la paritaria nacional.
El Presidente, con su rostro pintado para la guerra, se lanzó impunemente, ante el mismísimo Parlamento, a amenazar al principal líder del gremio de los maestros, Baradel.
Difícilmente se registre en toda la historia de nuestro sistema democrático tamaña negación de la República y de la democracia, con la que machacan sin ninguna convicción y mucho menos con la voluntad de aplicar en la realidad esos principios políticos.
En su euforia de pura cepa oligárquica, Macri celebró a la Argentina del Centenario festejando el récord exportador de trigo, culpable de que nuestro pueblo tenga que pagar $50 por un kilo de pan.
En suma, discursos de campaña electoral, intentando polarizar a la sociedad con aquel viejo apotegma: «yo o el diluvio».
La simple y gran verdad es que los maestros no van a ninguna guerra: defienden su derecho a una vida digna, protegen a nuestra escuela pública y así resguardan a nuestros niños, a quienes les dedican toda su vida como trabajadores de la educación. Macri, Vidal y Larreta, una vez más, demuestran que ideológicamente son pre-sarmientistas y pre-liberales. Se oponen frontalmente a la Ley 1.420 de 1884, inspirada por el sanjuanino, que establece que la educación debe ser «universal, común, mixta, gratuita, obligatoria y neutra».
¡Vivan las maestras y los maestros argentinos!