BAE | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Con argumentos enmascarados en vestimentas tecnocráticas, modernas y coloridas se abandonan conceptos como la enseñanza laica y gratuita.
«No sobran niños, faltan escuelas»
Un movimiento protagonizado por familias y cooperadoras escolares viene reclamando la falta de vacantes en el sistema educativo de la Ciudad de Buenos Aires para niños y niñas aspirantes a la educación pública. Estas familias y cooperadoras se organizan bajo las consignas: «no sobran niños, faltan escuelas» y que «florezcan escuelas en esta primavera».
La demanda ha estallado en el marco de la «innovadora» inscripción online, una herramienta de la gestión macrista que utiliza el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, a través de la cual se intenta presentar un perfil de gestión moderno y eficiente.
En realidad, el problema en las inscripciones online para el sistema educativo público de la Ciudad es el emergente de una dificultad mucho más de fondo: la ausencia de vacantes en los niveles inicial y primario. Una cuestión que se ha hecho crónica, en los últimos 10 años el problema de los niños y niñas sin vacantes en las escuelas públicas de la Ciudad se triplicó. El Gobierno de la Ciudad reconoció tardíamente este año que, sólo en el 2015, no ingresaron al sistema educativo público 11.430 niños y niñas. En la metrópolis más rica del país, decir que no hay vacantes equivale a decir que no hay suficientes escuelas.
Lo cierto es que los establecimientos no alcanzan y no hay un plan de construcción sostenido que responda a la demanda educativa. De modo excepcional, recientemente se inauguró una escuela en Coghlan, a través de la cual se agregaron 180 vacantes en primaria y se sumarán 145 en el nivel inicial en el 2017.
Los sindicatos docentes alegan, en este sentido, que hay una fuerte y sostenida restricción presupuestaria en el desarrollo de infraestructura escolar por parte del Gobierno de la Ciudad, y también en el presupuesto destinado a planteles docentes. Su señalamiento es de toda lógica: si se crean nuevas escuelas que absorban la demanda insatisfecha de vacantes deberían nombrar nuevos docentes, pero el gobierno no quiere aumentar el presupuesto de sueldos a los maestros y maestras. Todo lo cual demuestra un clarísimo contrasentido.
Otro elemento incontrastable a tener en cuenta es que la mitad de los edificios de las escuelas públicas tiene entre 75 y 100 años de antigüedad, lo cual genera condiciones de inseguridad y entornos pedagógicos no adecuados a los nuevos tiempos.
Hay otros casos emblemáticos, como el del colegio privado Santa Rosa, en Caballito, que cerró hace tres años. Los vecinos del barrio, muy afectados por el tema de las construcciones de grandes torres de edificios, y la insuficiencia de servicios públicos para atender la expansión descontrolada de esas construcciones, reclaman que en el edificio de ese establecimiento educativo se construya una nueva escuela pública.
A pesar de ese fuerte reclamo ciudadano, las grandes constructoras siguen con el proyecto de construir allí seis nuevas torres, que hasta ahora no han podido concretar debido a la fuerte movilización política y social en la comuna.
Sin embargo, el gran dato que define la voluntad política de los gobiernos es la asignación de fondos a la educación en el presupuesto. En el 2008 el presupuesto educacional en nuestra ciudad era del 25%. En la actualidad es del 22% y para el 2017 la decisión es bajarlo al 18,5%, lo cual muestra una verdadera caída libre del rubro.
En cuanto a la relación de lo público y lo privado, se aprecia que desde 2007 hasta hoy en la educación pública de la Ciudad hay 2.800 niños y niñas menos, y 18.400 más en la privada. Este desplazamiento se compadece con la ideología del gobierno porteño en la materia, más allá de declaraciones circunstanciales.
La apuesta de la gestión de Rodríguez Larreta, continuadora de la de Mauricio Macri, de utilizar el sistema de inscripciones online como muestra de su perfil «innovador, modernizador y eficiente» ha fracasado. Es que no es posible suplir con golpes de efecto tecnológico las falencias estructurales del sistema de educación pública, que incluyen una decisión presupuestaria distinta relacionada con esta temática: la asignación para infraestructura escolar en el 2008 era del 9,7% respecto al presupuesto general del rubro; y en el año 2016 cayó al 1,4%. Sin palabras.
En tanto, el Gobierno de la Ciudad gastó 21 millones de pesos en el software para las inscripciones online a través de una licitación que siempre ganó la empresa Syntagma SA, cuestionada por varios actores de la comunidad educativa. Resulta inevitable pensar que con ese dinero se podrían haber construido varias escuelas.
A la hora de una reflexión de fondo, tendríamos que afirmarnos en los valores más trascendentes de nuestra cultura acerca de la enseñanza laica y gratuita para una sociedad auténticamente democrática. Desde esa convicción debemos garantizar que nuestros niños y niñas, particularmente los que viven en las zonas más humildes de la ciudad, puedan acceder a la educación, ya que serían condenados a no tener oportunidades para el desarrollo de una vida digna y fecunda. Estaríamos volviendo a conceptos elitistas pre laicos, e inclusive pre liberales. Una suerte de regreso a clasismos propios de las oligarquías del siglo XIX, ahora enmascarados en vestimentas tecnocráticas, modernas y coloridas.
Nota publicada en BAE el 24/10/2016