Tiempo Argentino | Edición especial de los trabajadores
Por Juan Carlos Junio
Mientras el gobierno lleva a cabo su anunciado y amenazante ajuste ortodoxo, los medios de comunicación siguen promocionando su realidad imaginaria. En esa construcción comunicacional y propagandística, la estrategia del gobierno sería de corte «gradual», presentándola como un mal menor ante la otra alternativa que implicaría una eventual política de «shock», aún más dramática. Según Macri, esa otra opción devendría como consecuencia de la imposibilidad de acordar con los buitres. Se trata de un dilema falso que sirve para ocultar la puesta en vigencia de un proyecto de entrega de la soberanía nacional al establishment financiero internacional.
Queda claro que las acciones adoptadas por Macri y su equipo en sus primeros 100 días de gobierno tienen todos los componentes de un shock, propio de la ideología ultra conservadora envuelta en envase de alegría, que daña a pasos acelerados las condiciones de vida de la población. Es el caso de la devaluación, que según los dichos de noviembre del ministro Prat-Gay ya estaba «descontada» en el valor del dólar ilegal a esa fecha. Pero, ¿cómo explican entonces los fuertes aumentos de precios recientes, que llegaron al 12,5% sólo en el primer trimestre, según el índice CABA? Claro que la carne, las frutas y las verduras lideran los aumentos abusivos en las góndolas, con guarismos del 40% al 60% de incremento en cuatro meses.
También forman parte de este ramillete de espinas, el despido masivo y planificado de empleados públicos, la apertura importadora indiscriminada y la abrupta suba de las tasas de interés bancarias, que agreden de lleno la vida de las PyMES. Si bien el apagón estadístico decretado por el «nuevo Indec» no permite tener las cifras de la actividad económica, datos privados estiman una baja del 10% en las compras en los supermercados. El desplome del consumo da una idea de los primeros daños, particularmente para los sectores más humildes, aunque la clase media ya comienza a percibir un futuro sombrío.
La urgencia por alegrar a los monopolios implica necesariamente colisionar con los intereses de la mayor parte de la sociedad. Aparte de la quita de subsidios a la energía -con su consecuente aumento del 500% a la electricidad-, la eliminación y reducción de retenciones al campo y a la industria completan el cuadro de medidas de shock, con fuertes daños sobre la distribución del ingreso.
El esquema táctico del gobierno va quedando cada vez más desnudo: «prueba y error»; o sea, voy por todo el plan de ajuste y si hay una fuerte reacción postergo un poco, para luego volver a implantarlo. Cierto es que en algunas batallas importantes fue derrotado, como es el caso de las paritarias de los maestros, que lograron romper el «tope Macri» del «25% para abajo».
En otro tema trascendente, las correcciones prometidas en el Impuesto a las Ganancias ya han sido sacrificadas en el altar del ajuste: fue pospuesta la discusión por la actualización de las escalas para 2017 y, para peor, más trabajadores pasarán a tributar y 110 mil jubilados también se suman al pago del impuesto. En tanto, la indefinición acerca de las paritarias es un punto nodal de la estrategia del gobierno. Los trabajadores deberán defender las conquistas sociales de la última década, en primer lugar el salario, resistiendo a la histórica y anacrónica presión de las patronales que extorsionan a los trabajadores con la desocupación. En materia previsional, el director ejecutivo de la Anses, Emilio Basavilbaso, ya planteó la necesidad de «pensar» una nueva ley jubilatoria modificando la que, entre otras cosas, posibilitó que lleguemos al récord del 97% de cobertura. De cualquier forma, el funcionario ya informó que caducará el beneficio asociado a la moratoria que finaliza en septiembre, que no será renovada, con lo que lentamente comenzará a disminuir el porcentaje de cobertura previsional.
La gran batalla política actual pasa por frenar la ofensiva de los buitres para que el Congreso se someta a sus dictados y su ultimátum. Se juega en este tema no sólo la dignidad como Nación y como pueblo, sino el futuro económico, social y cultural de las próximas generaciones. «Patria o buitres» es el axioma que debe asumir toda la sociedad democrática.