EL VALOR DEL MIEDO Y EL CORAJE
Se habla en los medios de comunicación hegemónicos de una supuesta campaña del miedo armada para atemorizar sobre los riesgos de un posible triunfo de Mauricio Macri en el balotaje del próximo 22 de noviembre. Son los mismos medios que nos convocaron a no temer, e incluso valorar, el golpe de 1976 y las políticas neoliberales de endeudamiento, las privatizaciones y la destrucción del aparato productivo en los noventa. Su complicidad «tranquilizadora» allanó el camino de quienes arrasaron los derechos humanos, económicos, sociales, laborales y políticos de los argentinos.
Hoy nos vuelven a pedir que desarmemos la más elemental de las defensas de una sociedad frente a la recurrente amenaza de los grandes poderes que representan. Por eso no nos avergüenza decir que es cierto: tenemos miedo que se ponga en riesgo, una vez más, el destino de los argentinos. ¿Cómo no temer?
Tememos por la estabilidad del salario y las paritarias como su garantía, por la industria nacional como mayor fuente de empleo, por la soberanía económica y energética basada en la recuperación de YPF, AYSA y Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino y el espectro radioeléctrico. Tememos que se vuelva atrás con las AFJP y se abandonen los planes de vivienda popular y el PROCREAR, y vuelvan a ser variable de ajuste los ingresos de nuestros jubilados, la educación y la salud.
¿Cómo no atemorizarse cuando los referentes de Macri vuelven a mencionar el ajuste y la devaluación, si conocemos muy bien sus efectos como principales causas de desempleo e inflación? ¿Cómo no recordar con miedo el tiempo en que esas políticas llevaron a nuestros hijos a buscar como única salida las embajadas y Ezeiza? No podemos desconocer que hoy esa «salida» está bloqueada por la crisis generada en el corazón de Europa por las mismas políticas que nos ofrecen los «gurúes» macristas como remedio.
Por supuesto tememos que el sistema energético lo maneje un gerente de Shell, la política agrícola un CEO de Monsanto y LAN de Chile defina el destino de Aerolíneas; ni que hablar del escozor que nos genera que el asesor de JP Morgan, Prat Gay, conduzca la economía de los argentinos; ya quedó su «patriotismo» en evidencia al aparecer como facilitador de la fuga de capitales expuesta en el escándalo del banco inglés HSBC.
¿Le daríamos la llave de nuestra casa a un saqueador serial de nuestros bienes? ¿Por qué entonces no temer que manejen nuestros recursos los recurrentes abogados y contadores de quienes nos han llevado al endeudamiento y la pobreza? Quienes como Prat Gay se burlan y discriminan la Argentina profunda, sin avergonzarse, porque para ellos siempre habrá un empleo bien remunerado en alguna asesoría en Londres o Nueva York e incluso en alguna fundación financiada por los fondos buitres.
Nos pone en máximo alerta que se pueda anular el fondo de la soja que tantos recursos aporta al financiamiento de obras en centenares de municipios de todo el país. Nos previene el aumento de la mortalidad infantil en la ciudad de Buenos Aires; nos atemorizan los métodos represivos ejercidos contra los empleados y pacientes del Borda. Nos hacen temblar de indignación las declaraciones de Macri y sus referentes prometiendo un abandono de los derechos soberanos argentinos en Malvinas por razones de «costo», en flagrante cipayismo.
Nos asusta pensar que nuestros científicos deban abandonar una vez más el país o, peor aún, se les vuelva a sugerir «lavar los platos». Nos da claustrofobia la idea de nuestros hijos estudiando en aulas container y nos preocupamos por el futuro de las 14 nuevas universidades al recordar que no hace tanto que los referentes del supuesto «cambio» eran parte del equipo que ajustó la educación y el presupuesto de la UBA.
Nos enorgullece sentir y expresar toda esta cuota de justificado temor por el futuro de la Argentina, el destino de nuestros hijos y el de las futuras generaciones. Y nos avergüenza la mera posibilidad de que tengamos el primer presidente judicialmente procesado de la Historia argentina, por la misma causa de espionaje que forzó la renuncia de un mandatario norteamericano (Nixon, 1974).
Porque «el miedo no es zonzo» como decían nuestros abuelos; y nos han llenado de zonceras para hacernos creer que es solo parte de una campaña electoral y no la más elemental de las herramientas humanas que, asociado a la memoria y al sentido común, nos protege de caer dos o más veces en el mismo pozo. Y en el pozo devaluatorio se puede caer en un solo día pero abandonarlo cuesta años de doloroso sacrificio.
Porque solo los insensatos y los tontos no temen, y el verdadero coraje se basa en la superación de los genuinos temores y sus causas, al bregar por el bienestar nacional. En definitiva, por aquellos que debemos proteger y amamos.
Porque aquello que tememos ya ocurrió, con consecuencias y costos que aún pagamos, a pesar de haber reparado más de lo que en las dolorosas horas del 2001 imaginábamos.
No es de cobardes advertir a viva voz la posibilidad de volver al fracaso; nos convocamos por ello a alertar al conjunto de los argentinos sobre el peligro que acecha en la encrucijada electoral del 22 de noviembre. Estamos a tiempo.
Llamamos con temor y coraje resumidos en este contundente respaldo, a la continuidad de los verdaderos cambios y conquistas de los últimos 12 años y a su profundización, con todos los argentinos adentro, sin exclusiones, ajustes ni discriminaciones culturales.
Por ello, con el genuino temor por lo que podemos perder y el valor de luchar por lo que falta conseguir y debamos mejorar, llamamos a votar la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini para conducir los destinos de todos los argentinos.
Esta carta abierta, publicada en los diarios Página/12, Tiempo Argentino, Crónica y BAE, fue rubricada por cientos de referentes políticos, sociales, gremiales y estudiantiles. También por intelectuales, periodistas, hombres y mujeres de la cultura y líderes religiosos. Lleva las firmas de los dirigentes del Partido Solidario: su presidente, Carlos Heller, y su secretario general, Juan Carlos Junio.