Tiempo Argentino | Opinión
El último discurso de la presidenta Cristina Fernández en la Asamblea General de las Naciones Unidas coronó un ciclo que estuvo imbuido de una fuerte determinación en defensa de nuestros intereses como Nación soberana, frente a las exigencias de las grandes potencias. Durante sus ocho años de gestión, la presidenta sostuvo una coherencia política en sus destacadas intervenciones, tanto en la ONU como en los foros internacionales más importantes. Fue continuadora del impulso que generó el presidente Néstor Kirchner, rompiendo con dogmas perimidos que subordinaban nuestros intereses económicos y culturales a la dependencia de los poderes mundiales, siempre amalgamados con las corporaciones empresarias y mediáticas locales.
Cristina saludó la aprobación de los nueve principios para la reestructuración de las deudas soberanas y señaló que «es una ayuda para el resto del mundo, un intento, el primer intento serio de poner razonabilidad y regulación a un sector, como es el financiero (…) que no ha tenido ningún tipo de intervención ni de contralor». Así fue denunciando una y otra vez la prepotencia de los que dominan: el poder de la industria armamentista, tradicional fabricante de guerras; y el sustrato destructivo del sistema financiero mundial y de los paraísos fiscales, verdaderas guaridas de corruptos, narcotraficantes y grandes evasores.
La Argentina se ha transformado en un ariete para la apertura de nuevos caminos, demostrando -con auténtico sentido americanista- que la integración es el único camino para los países de nuestra región.
El rol de nuestro país será más valorado con el paso del tiempo, más aún teniendo en cuenta la feroz avanzada neoliberal que impulsan EE UU y Europa, en plena crisis sistémica a escala global, intentando maniatar al resto del planeta. De hecho, el FMI acaba de señalar que los precios de las materias primas no se recuperarán y que ello afectará a los países exportadores de esos insumos en los próximos años. Para la directora general del FMI, Christine Lagarde, se trata de un problema estructural ante el cual propone lo mismo de siempre: contracción del gasto del Estado y devaluación del tipo de cambio. Son precisamente las políticas que aplicaron el menemismo y la Alianza, y ahora se implementan en Europa y Brasil, con graves consecuencias para los asalariados, los sectores más humildes y las clases medias. A pesar de ello, Dilma Rousseff acaba de señalar que la economía de su país «es más fuerte» y que se superarán las «dificultades actuales». Esta contradictoria declaración solo puede ser entendida a la luz del chantaje de la gran burguesía financiera paulista, defensora del «grado de inversión» que somete a presiones brutales a las autoridades brasileñas para que cedan a las exigencias del establishment financiero global.
La situación en Brasil es de marcado contraste respecto del desenvolvimiento de la economía en nuestro país, cuyos indicadores muestran que la mejor forma de afrontar contextos de crisis externas es incentivando el mercado interno y con un Estado con gran iniciativa para crear trabajo. En Argentina, las cuentas nacionales muestran un crecimiento del PIB en el segundo trimestre de 2015 (2,3% interanual) y resulta relevante que se hayan mantenido los niveles de empleo, incluyendo al trabajo no registrado, que en el segundo trimestre se encontraba en el 33,1%, contra un 50% heredado del modelo de la dictadura y de los noventa. Así y todo son 4,7 millones de hombres y mujeres que aún están precarizados, lo cual marca las dimensiones de este flagelo social que hay que seguir combatiendo.
La reducción del trabajo no registrado no puede ser escindida de las políticas y herramientas implementadas por el gobierno nacional. Acaba de cumplir un año de vigencia la Ley de Promoción del Empleo Registrado y Prevención del Fraude Laboral que otorga beneficios fiscales a los microemprendedores y pequeños empresarios –segmento donde prevalece este problema—. Desde su promulgación, 180 mil micro y pequeños empresarios regularizaron a 147 mil trabajadores y generaron 202 mil nuevos asalariados registrados. En ese sentido, el ministro de Trabajo Carlos Tomada sostuvo que este gobierno es el único que hizo retroceder la informalidad.
Otro dato de gran relevancia social es la concreción de la primera paritaria del personal de casas particulares, que involucra a 1.135.000 trabajadores (el 90% son mujeres), lo cual implica seguir otorgando nuevos derechos a la población, a partir de las leyes votadas en el Parlamento Nacional. Así es que la política y sus estamentos institucionales van jugando un rol creciente para que el pueblo mejore sus niveles de vida.
A pesar de toda la evidencia, en nuestro país la derecha conservadora suma voces que se autoalimentan y vuelven a la carga con los cantos de sirena del fracasado recetario neoliberal. Un buen ejemplo de esta conducta es el de la «renovada» Unión Industrial Argentina (UIA), que luego de designar a su nuevo presidente, Adrián Kaufmann Brea (de Arcor), parece haber dado el paso final para converger con la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que expresa a los núcleos capitalistas más concentrados y extranjerizados. Con un dato adicional: por primera vez la UIA excluyó a las federaciones del interior, incluso a las de la provincia de Buenos Aires, y a las expresiones de las empresas medianas. Se trata de un avance político para volcar el tablero con vistas a condicionar al próximo gobierno democrático. Los grandes empresarios proponen el mismo cambio hacia atrás que intentan imponer los candidatos de la oposición, quienes por una cuestión de marketing electoral prefieren presentar sus ideas por boca de sus «cuadros técnicos». Tal es así que el presidente del Banco Ciudad y miembro de los equipos económicos del PRO, Rogelio Frigerio, señaló, rascándose la oreja izquierda con la mano derecha: «Haríamos casi todo distinto en términos económicos. Vamos a tomar otro rumbo, más previsible, más parecido a lo que hacen los países vecinos». Seguramente anhela conseguir el tan preciado «grado de inversión», al que le atribuyen datos mágicos, para retomar el sendero del ajuste, el endeudamiento y la especulación. Mientras tanto, la mayoría de los presidentes de los «países vecinos» vienen a Argentina a apoyar la candidatura presidencial de Daniel Scioli. «
Nota publicada en Tiempo Argentino 02/10/2015