Tiempo Argentino | OPINIÓN
Con la mira puesta en las elecciones de octubre que aprecian como la batalla decisiva, los núcleos orgánicos de la derecha conservadora intensifican su accionar con el fin de instalar una agenda tendiente a desmantelar la matriz de políticas inclusivas que el kirchnerismo impulsa desde el año 2003.
Por Juan Carlos Junio
Un rasgo que se ha ido naturalizando es la coincidencia del discurso de los candidatos opositores con el de los grandes empresarios del Foro de Convergencia Empresarial, la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la Unión Industrial Argentina (UIA).
Basta cotejar las declaraciones del diputado del PRO Federico Pinedo, cuando dice: «Hay que tener políticas de Estado más que políticas de gobierno», y el documento «Bases para formulación de políticas de Estado», presentado por el Foro de Convergencia en julio de 2014, uno de los núcleos más representativos de la ortodoxia neoliberal, donde se argumenta sin eufemismos: «Nuestra aspiración es que existan políticas de Estado que trasciendan los diferentes períodos constitucionales de gobierno y el compromiso de mantener, gobierne quien gobierne, la institucionalidad, previsibilidad y certidumbre política y económica -en línea con estas propuestas-«. Esa línea transita por el derrotero de la libertad de mercado, con sus esperables consecuencias en términos de exclusión y pobreza. En buen romance, exigen que las «trascendentes políticas de Estado» reflejen los intereses de los grandes empresarios, tanto de la burguesía local como de las extranjeras y, además, que se estructuren más allá de los pronunciamientos electorales del sistema democrático.
Esa conducta se infiere también de las recientes declaraciones de Federico Sturzenegger, un exponente puro de las políticas de ajuste y endeudamiento, quien al hablar de inflación afirmó: «En el tercer año de gestión vamos a bajarla del 30% al 4%», para lo cual, necesariamente, tendrían que ejecutar un fuerte ajuste de la actividad económica, como ya lo hizo cuando participó del equipo de Cavallo. También sostuvo que hay que unificar el mercado de cambios y que, de ser gobierno, van a «parar la entrada de capitales para que el valor del peso se mantenga». El locuaz exponente del neoliberalismo suele sincerar sus ideas, especialmente cuando expone en universidades norteamericanas. Queda claro que para el diputado del PRO, «unificar el mercado de cambios» quiere decir llevar el valor del dólar oficial al del artificioso dólar ilegal. O sea, una devaluación brutal.
La oposición acentúa su discurso reclamando «transparencia» en los comicios, en una conducta política negadora de la voluntad electoral, teniendo en cuenta que en las PASO la ciudadanía volvió a apoyar la continuidad del actual proyecto político-económico. Siguiendo la misma ruta del discurso de las derechas, Mauricio Macri sostuvo recientemente: «Espero que el 25 de octubre las cosas sean normales.» Por cierto, este criterio de «respeto por las instituciones» no parece haberle importado cuando vetó 120 leyes aprobadas por la Legislatura o en ocasión de las escuchas telefónicas ilegales, por las cuales el alcalde se encuentra procesado.
Todo indica que el mentado debate no se propone discutir las verdaderas cuestiones de fondo que afectan a la Nación y a la vida del pueblo, y mucho menos lo concerniente a una mayor distribución de la riqueza a favor de las mayorías, tanto de trabajadores como de clases medias.
En cambio, resulta necesario afirmar los logros y profundizar las directrices que se vienen trazando desde el año 2003. Este rumbo que, lejos de ser lineal, logró mantener sus principales pilares con coherencia en sus metas, todo lo cual generó mejoras concretas para la mayoría de la población. Esta oleada de restablecimiento social favoreció también a sectores del empresariado concentrado que, a pesar de ello, reniega de una sociedad más inclusiva y prefiere competir en el mercado mundial por la vía de los menores salarios y sin un Estado que regule. Las mencionadas metas del ideario kirchnerista se sostuvieron en las distintas coyunturas, aún en los momentos de mayor tensión -tanto las fricciones en torno a la puja distributiva, como las que fue presentando el frente externo-. En este último aspecto no hay que dejar de mencionar los impactos de la crisis global, el acoso constante de los fondos buitre y, en lo doméstico, la presión permanente que ejercen los monopolios formadores de precios, para apropiarse de la renta de los consumidores y, de paso, denunciar la inflación que ellos mismos generan.
Durante este período, el papel dinamizador del Estado fue esencial para estimular la producción y el trabajo. La semana pasada el INDEC informó que la tasa de desocupación bajó al 6,6% en el segundo trimestre de este año, lo cual implica un descenso de casi un punto porcentual comparada con el mismo período del 2014 (7,5%), registrándose la creación de 143 mil empleos en esta etapa. Más allá de las versiones intencionadas que tratan de desmerecerla por medio de un presumible efecto «desaliento», que está lejos de verificarse, es la menor tasa de los últimos 18 meses y el registro histórico más bajo de todo el período abril/junio.
Cabe subrayar que la gran mayoría de los nuevos trabajos se localizaron en el Gran Buenos Aires, un dato con implicancias políticas evidentes, tal como lo dejó ver el título de Clarín «La desocupación bajó gracias al conurbano, según el INDEC» (19/8/2015). Y agrega: «En la provincia de Scioli se crearon 9 de cada 10 empleos en el último año». La noticia no hace más que ratificar que el trabajo es un eje principal de la política del actual gobierno, siguiendo aquel apotegma de que «gobernar es dar trabajo.»
Un dato insoslayable en el marco de la crisis del sistema capitalista mundial es la repercusión en Argentina de la caída en la actividad económica de Brasil, nuestro principal socio comercial. El país hermano acaba de informar un desempleo para julio del 7,5%, es decir, 2,6 puntos más alto que un año atrás, mientras prosigue con la agenda de austeridad, ajuste y reformas sustentadas en conceptos de la ortodoxia económica.
Así es que tanto los empresarios en sus variados «foros» como las políticas de la oposición derechista continuarán con su prédica deslegitimadora; mientras tanto, se sostiene el crecimiento de la economía, el país se desendeuda y los ciudadanos incrementan sus niveles de consumo.
Nota publicada en Tiempo Argentino el 28/08/2015