Avanzar unidos para no retroceder

Tiempo Argentino

El cierre de listas del sábado último ha constituido un punto de inflexión que trajo algunas sorpresas, confirmó diferentes pronósticos y puso blanco sobre negro tanto la contradicción central de esta etapa, como los desafíos del período que se abre a partir del 10 de diciembre de 2015.
Por Juan Carlos Junio

El cierre de listas del sábado último ha constituido un punto de inflexión que trajo algunas sorpresas, confirmó diferentes pronósticos y puso blanco sobre negro tanto la contradicción central de esta etapa, como los desafíos del período que se abre a partir del 10 de diciembre de 2015.
En primer lugar, la consolidación de la fórmula Macri-Michetti como uno de los polos que disputan la carrera presidencial debe leerse descarnadamente como la expresión restauradora del neoliberal-conservadurismo en Argentina. La declaración de esta semana de la candidata Michetti sobre su voluntad de obedecer los designios del juez del distrito de Nueva York Thomas Griesa da cuenta de un posicionamiento inconfundible, profundamente subordinado y orientado a representar los intereses del capital especulativo más rapaz.
El otro elemento a considerar es el fracaso del plan maestro original con eje en el candidato Sergio Massa, que tuvo como objetivo vaciar al espacio kirchnerista de una parte de su base de sustentación: el PJ y sus diversas vertientes institucionales. El resto de la oposición aparece fragmentada, lo cual expresa la enorme dificultad de la derecha vernácula para construir el «Capriles argentino» que amenace la hegemonía política electoral de la fuerza transformadora que expresa en nuestro país el néstor-cristinismo.
En el otro polo surge la complejidad de la etapa que se refleja en la fórmula Scioli-Zannini. Esa postulación encierra la amplitud y heterogeneidad del espacio kirchnerista. En estos años, bajo la dirección de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, se aglutinó un espectro muy diverso que permitió avanzar en la sutura de un distanciamiento histórico entre el nacionalismo popular y la izquierda en sus distintas vertientes. Esta apuesta política y cultural está en un proceso germinal y promisorio, pero la amplitud de miras seguirá exigiendo una gran perseverancia pedagógica entre los distintos actores que comparten este proyecto en desarrollo. También hay tensiones en el interior de cada tradición. El nacionalismo popular –centralmente conformado por el peronismo- está atravesado por matices e incluso antagonismos. De hecho, parte del peronismo de derecha ya ha emigrado a otros campamentos políticos: Ritondo, De Narváez, Solá, Rodríguez Saá, el Peronismo Federal, De la Sota y, en el campo sindical, la familia Moyano, Momo Venegas o Barrionuevo abandonaron ese espacio político institucional del peronismo para aglutinarse en el polo conservador con el fin último de derrotar al kirchnerismo. También en la izquierda se ha producido una escisión a partir de la caracterización de la actual coyuntura nacional y continental, y los sujetos protagonistas de este momento histórico. Algunos referentes y muchos de quienes han tenido una actitud combativa en los años noventa pasaron a las filas de la oposición acérrima, convergiendo en el Congreso con los bloques conservadores en el rechazo a iniciativas que expresan ampliación de derechos o ponen límites al capital y regulan a las corporaciones monopólicas.
La fórmula Scioli-Zannini tiene posibilidades ciertas de triunfar en la elección aunque la continuidad del proyecto dependerá de múltiples factores. Si algo resulta evidente es que Scioli no es ni Néstor ni Cristina, pero Zannini sí expresa el núcleo intenso del actual proyecto, por su protagonismo durante estos años en las iniciativas más avanzadas y trascendentes y por su amalgama indisoluble -política y humana- con Néstor y Cristina.
El camino iniciado en 2003 ha plasmado rupturas con el neoliberalismo y evidenciado tangibles conquistas económicas, sociales y culturales para las mayorías populares. Pero ese proyecto –que se va transformando y genera nuevos desafíos- tiene a la vez importantes metas inconclusas.
En estos años se desplegaron intensos esfuerzos que deben ser sostenidos. Una consecuente política de integración americanista, la política de Memoria, Verdad y Justicia, las leyes sociales a favor de los sectores postergados y olvidados, y el estímulo a la producción nacional cambiaron radicalmente el escenario argentino. Sin embargo, debemos seguir avanzando para que se logren concretar los proyectos comunes como el del Banco del Sur. En lo económico-social hay que articular una reforma tributaria integral y progresiva para seguir distribuyendo la riqueza, rehacer un modelo productivo que revierta las tendencias a la extranjerización y la concentración; continuar hasta el fin los juicios por el genocidio; y seguir ampliando los derechos sociales, culturales y ciudadanos en la misma línea que viene ocurriendo.
Hay que agregar que el avance establece pisos cada vez más altos que generan renovadas demandas populares. Como es obvio, quien ayer no comía cada día o estaba desempleado y hoy ha resuelto esas carencias, reclama de la democracia la satisfacción de necesidades legítimas que, como enunció Eva Perón, son derechos que el Estado tiene la responsabilidad de efectivizar.
Los candidatos a integrar la conformación del nuevo Parlamento son un reaseguro por la relevancia de la tarea legislativa. Estas acciones político-institucionales son necesarias pero deben indefectiblemente complementarse con un fuerte y organizado protagonismo del pueblo, participando de la gestión y ganando la calle.
El kirchnerismo, nacido de las entrañas del nacionalismo popular, ha sabido expandirse e interpelar a múltiples identidades en una época histórica de emancipación del continente. Scioli deberá asumir que la Patria Grande supone encontrarse con Lula da Silva, Tabaré Vázquez y Michelle Bachelet, como señaló recientemente, pero debe incorporar a la enumeración y el compromiso de creciente integración a Rafael Correa, Nicolás Maduro, Evo Morales y Raúl Castro. También a los líderes de otros países con los que tenemos menos afinidad, ya que la soberanía de cada Nación depende de la unidad de la región, más allá de los matices y las diferencias.
Patria Grande y organización de la fuerza nacional potenciando la diversidad, la pluralidad y la democracia resultan dos claves fundamentales de la etapa que viene, caracterizada como «década en disputa».
En plena celebración del Bicentenario de la Independencia, con el nuevo gobierno no puede haber márgenes para trasnochados proyectos restauradores. Solo avanzando unidos evitaremos retroceder.

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