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La última visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a China fue histórica por varios motivos: se reforzaron los lazos con el segundo socio comercial de Argentina y se profundizaron los acuerdos de financiamiento y los relacionados con proyectos productivos y financieros para la construcción de represas hidroeléctricas y de complementación satelital y nuclear.
Por Juan Carlos Junio
Durante un largo período, el aspecto comercial fue el más relevante en las relaciones bilaterales, sustentado en un intercambio de soja, granos y derivados, por productos industriales, según el típico modelo de las ventajas productivas de ambos países. Este esquema, sin embargo, se fue volviendo cada vez más deficitario a medida que el crecimiento económico argentino requería de mayores insumos y bienes de capital para su industria. A este cuadro, para esta campaña se sumó la caída de los precios de los productos exportados por Argentina, particularmente de la soja.
Para cambiar el patrón de comercio señalado se requiere hacer crecer las potencialidades de los sectores tecnológicos de punta de nuestro país, el satelital y el nuclear, en los cuales las empresas públicas tienen un papel preponderante y traccionan un conjunto de actividades privadas. En ese sentido, el convenio de complementación logrado con China ofrece la posibilidad de que estas industrias crezcan y logren una mayor inserción en los mercados mundiales, lo cual a su vez permitirá mayores exportaciones, mejorando la situación de divisas de nuestro país.
El acuerdo ofrece también un marco de entendimiento para las inversiones de las empresas chinas en determinados sectores y para el financiamiento de obras de infraestructura. Este punto es el que más de cerca hay que seguir dado que, si bien permite una mayor solvencia en las reservas internacionales argentinas, se van a ir discutiendo y definiendo los alcances y los límites de las empresas chinas en las decisiones locales.
Resulta vital que este aspecto se logre controlar, a los efectos de que la relación sea justa y equilibrada para ambos países.
Como vemos, si bien hay que estar atentos a varios aspectos del acuerdo con China, estamos lejos de un “nuevo tratado Roca-Runciman” como se lo quiso tildar desde algunas posiciones muy rudimentarias desde la oposición. Estos sectores políticos y de grandes empresas extranjeras y locales, mutadas abruptamente a un antiimperialismo que nadie toma en serio, priorizan su pelea política contra el gobierno por sobre los intereses nacionales. Muchos de estos empresarios que critican el acuerdo con China -embanderados en la protección de la industria nacional y del trabajo argentino- figuran entre los principales evasores con cuentas en Suiza, como surgió de los listados filtrados del banco inglés, cuyas siglas fueron heredadas del viejo y perimido imperialismo británico: HSBC (Hong Kong and Shanghai Banking Corporation).
Como vemos, la postura de algunos capitanes de la UIA, que argumentan nuestro “aislamiento del mundo”, ha quedado totalmente desairada. Cierto es que para ellos “el mundo” se reduce a EEUU y, en menor grado, Europa, basados en una ya inaceptable subordinación a sus estrategias e intereses mundiales.
Lo que no pueden reprocharle al Gobierno es que los hayan tomado por sorpresa. Ya en el 2004 el entonces presidente Néstor Kirchner preanunciaba nuestro acercamiento a China.