Tiempo Argentino | Desde el G-20 hasta el encuentro de la CAC
La iniciativa política kirchnerista vs. la impotencia de los manuales neoliberales.
Por Juan Carlos Junio
A mediados de noviembre se desarrolló en Australia una nueva cumbre del G-20. Desde sus conclusiones se pueden extraer paralelismos interesantes entre lo que ocurre a nivel global –a partir de la crisis ya muy estructurada en los países centrales del capitalismo– y los principales debates económicos que se presentan en nuestro país, que remiten a cuestiones ideológicas profundas sobre el modelo económico, social y cultural al que aspiramos como sociedad.
En el trascendental encuentro surgió el reconocimiento a la firme postura de nuestro país en torno al conflicto con los buitres, un tema que sin embargo fue absolutamente negado por los gurúes y «especialistas» diversos que sobrevuelan la tribuna mediática doméstica.
Otro tema de debate en la cumbre fue el mediocre crecimiento de la demanda y la actividad económica global, dinámica esta que afecta al país por su impacto sobre nuestras exportaciones, el nivel de reservas internacionales y la recaudación fiscal.
En este marco, resulta oportuno destacar las políticas activas que el gobierno nacional viene realizando para reducir el impacto sobre el empleo y la actividad productiva. Resulta imprescindible señalar también la enérgica conducta de los organismos de control del Estado para evitar la proliferación de maniobras cambiarias y fiscales ilegales que realiza con habitualidad un conjunto de grandes empresas. Se enriquecen al margen de las leyes, perjudicando al conjunto de la sociedad, ya que con sus acciones disminuyen los recursos disponibles para instrumentar las políticas sociales. Este tipo de maniobras está siendo sancionada en las grandes economías desarrolladas aunque los voceros locales intenten reducirlas a una arbitraria e injusta intervención estatal que «interfiere la actividad y la iniciativa privada».
La reacción frente a la reciente creación de la Unidad de Seguimiento y Trazabilidad de las Operaciones de Comercio Exterior constituye un buen ejemplo de resistencia a una medida justa y necesaria, sencillamente porque viene a transparentar el sistema de comercio exterior argentino, beneficiando a los productores más pequeños e impulsando el combate a las maniobras de evasión impositiva y lavado de dinero.
Retornando a la cumbre mundial, otro aspecto que interesa mencionar es la evocación al rol de la inversión pública. Este señalamiento también fue realizado por el FMI en su último Informe de Perspectivas Económicas Mundiales, puntualizando que «resulta muy aconsejable incrementar la inversión pública en infraestructura».
Si bien es necesario registrar la mención a este concepto económico, también hay que señalar que no es una señal de viraje conceptual, más bien refleja los serios límites de la estrategia neoliberal para darle salida al sistema de su actual crisis orgánica, gestionada por las mismas instituciones políticas y bancarias que lo llevaron a un virtual colapso. Su respuesta ya es muy conocida: optaron por volcar ingentes cantidades de recursos del Estado para salvar a los bancos, pero sin generar condiciones propicias para que el sector productivo retome las inversiones y genere trabajo.
A su vez, mientras presenta esta línea de estimular la inversión pública, el FMI ya ha vuelto a colar en sus informes y perentorias «recomendaciones» el ajuste fiscal, inclusive sin preocuparse por maquillar la exigencia de los oligopolios multinacionales en torno a la remanida flexibilización laboral.
Siguiendo esta línea, los países centrales señalaron: «Estamos implementando reformas estructurales para elevar el crecimiento, reconociendo que el buen funcionamiento de los mercados privados apuntala la prosperidad». Como vemos, se trata de una versión remozada del perimido derrame, una «categoría económica» muy utilizada por la derecha vernácula, siempre ávida por incorporar las ediciones más recientes de los manuales de la universidad neoliberal, a pesar de sus fracasos cuando se aplican a la vida real.
Un interesante y sutil contrapunto de ideas es el que se dio en la convención anual de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC). Allí, Mauricio Macri, alcalde de la Ciudad Autónoma, prometió que, en caso de llegar a la presidencia, llevará adelante «el más ambicioso plan en materia de infraestructura de la historia argentina». Esta consigna podría ser tildada de «desarrollista», si no fuera porque viene acompañada de la referencia a que habrá «una moneda estable» y que «no es lo mismo invertir que gastar». Dos conceptos que exudan un fuerte aroma neoliberal y que calzan a la perfección con las políticas promocionadas desde los centros de poder global.
Los dichos de Macri contrastaron con la visión que entregó la presidenta Cristina Fernández en el marco del evento organizado por la CAC, quien mencionó la importancia del plan de viviendas Pro.Cre.Ar, pero señalando que el mismo no existiría «si no hubiéramos recuperado (el dinero de) las AFJP». Por ello, subrayó la Jefa de estado, «definir claramente, de cara a la sociedad, quién y cómo se financia esa infraestructura, es una obligación de todos los que pretenden conducir la Argentina», y agregó que «es ahí donde comienzan a aparecer las diferencias con otras fuerzas políticas». Uno de los más claros antagonismos ideológicos se presenta con la idea macrista de subastar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad constituido con los ahorros de los jubilados, ahora administrados por la ANSES. La derecha, fiel a su naturaleza neoliberal, pretende que esos fondos vuelvan a ser gestionados por banqueros privados, según lo hizo saber hace unas semanas Francisco Cabrera, ministro de Desarrollo Económico de la CABA.
Lo cierto es que en el debate sobre el rumbo para nuestro país los temas económicos y sociales no alcanzan a plasmarse ya que los referentes de la oposición no presentan a la sociedad proyectos y propuestas concretas para gobernar la Argentina. Mientras tanto, el kirchnerismo sostiene una fuerte iniciativa política y parlamentaria que impacta positivamente en la vida cotidiana de la sociedad, enfrentando las dificultades que la crisis internacional genera en la economía con medidas de activación económica, sostenimiento del trabajo y democratización política, las cuales han sido las vigas maestras de toda su gestión.