Desafíos electorales

Tiempo Argentino | NUESTRA AMÉRICA AYER Y HOY

En las tres batallas electorales, habrá en juego más que el recambio presidencial: la continuidad y la profundización del proceso de integración regional.

Por Juan Carlos Junio

En octubre próximo en América Latina se librarán tres batallas electorales donde se pondrá en juego mucho más que el recambio presidencial: se trata de la continuidad y la profundización del proceso de integración regional en términos de la lucha por superar definitivamente la etapa neoliberal y por construir sociedades más justas e igualitarias.
El 5 de octubre es el turno de Brasil, donde Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, es desafiada por una candidata que tras una «cobertura ambientalista» deja entrever un perfil que comulga con muchas de las propuestas restauradoras de los viejos tiempos neoliberales. El 12 de octubre, en Bolivia, la situación parece mucho más definida en favor de profundizar el proceso transformador que conduce Evo Morales, del Movimiento al Socialismo. Y en Uruguay, tercera prueba, la elección se presenta más reñida, pero el pronóstico coloca al Frente Amplio a las puertas de un triunfo, ante la alianza conservadora de Blancos y Colorados.
Desde finales del siglo XVIII el precursor Francisco de Miranda impulsó la organización de un proceso insurreccional que pusiera fin a la dominación española. Su proyecto ya incluía el gran ideario de Patria Grande retomado por libertadores y libertadoras como Simón Bolívar, José de San Martín, Manuelita Sáenz, Bartolina Sisa, Manuel Belgrano, Antonio J. de Sucre y José G. Artigas. En aquellos momentos de lucha entre patriotas independentistas y el viejo partido del orden colonial, los españolistas vociferaban que era un «castigo del cielo sublevarse en contra del monarca Fernando VII.» Bolívar les increpó lanzándoles la sentenciosa frase: «Aunque la naturaleza se oponga, lucharemos contra ellos (españoles-realistas) y haremos que nos obedezcan.»
El triunfo militar de Ayacucho, en 1824 cerró para siempre el ciclo virreinal del colonialismo, abriendo un nuevo tiempo para la América independizada. Sin embargo, se frustró el proyecto de Patria Grande defendido por los libertadores más lúcidos, regado generosamente con la sangre de los pueblos americanos en los campos de batalla. En lugar de conquistar la independencia económica social y cultural, y la soberanía como proyecto colectivo nuestro americano, se impusieron desde entonces estrecheces localistas, con sus límites ideológicos y económicos, división con guerras fratricidas y sometimiento a las grandes potencias.
El triunfo de Chávez en 1998 reactualizó el proyecto latinoamericanista que expresaron las fuerzas revolucionarias fundadoras de la Primera Independencia. El inicio del siglo XXI rehabilitó aquella apuesta colectiva. Los sucesivos triunfos de Lula en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez y Pepe Mujica en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Salvador Sánchez Cerén en El Salvador, Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay fueron expresiones que, con distintos alcances, velocidades y estilos, convergieron inesperadamente en procesos de integración continental que con el nuevo siglo se fueron consolidando.
Esos esfuerzos de pueblos y la mayoría de los gobiernos electos desde 1998 han generado conquistas y logros incuestionables. En esta década transformadora han mejorado en todos nuestros países los niveles de justicia social y de profundización de la democracia, hacia una perspectiva igualitaria, para las grandes mayorías del pueblo humilde y de los sectores medios.
En algunos casos –Venezuela, Bolivia y en general los países que integran el ALBA– el desafío es la construcción del socialismo del siglo XXI y se promueven alternativas civilizatorias como el «buen vivir» ecuatoriano. Nuestra Patria es también un claro ejemplo de autonomía política de los poderes fácticos, tanto locales como mundiales, lo cual nos llevó a fuertes confrontaciones con las grandes potencias mundiales. El reciente discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la ONU constituye un ejemplo emblemático en la disputa política y cultural por cambiar la arquitectura del sistema de relaciones institucionales a nivel mundial. A nivel regional, la Unasur y los BRICS son una expresión de un nuevo bloque emergente que pone en cuestión el capitalismo de casino y el dominio imperial de EE UU y las potencias europeas.
La acción de los fondos buitre es la expresión del capitalismo usurario que pone en un trance inédito el precario equilibrio internacional de crisis y reestructuraciones de deudas soberanas, que posibilitan afrontar con negociaciones los inevitables desequilibrios que generan las dinámicas del capital mundial especulativo.
Otros actores relevantes son los medios de comunicación oligopólicos, mutados a actores políticos directos, que operan culturalmente en la creación de sentido común sobre la opinión pública, y particularmente en los procesos electorales, para que se inclinen por los candidatos del sistema establecido.
Sin embargo, hasta aquí, la eficacia de dichos medios de comunicación ha sido relativa, pues en estos años los gobiernos populares, democráticos, latinoamericanistas han triunfado a pesar de su persistente acción propagandística y destituyente. Las próximas elecciones en los tres países hermanos serán una prueba importante en el proceso de integración de nuestra región.
En los momentos pre revolucionarios de Mayo, en aquel primer grito de Chuquisaca de 1809 la Junta Tuitiva interpelaba a los pueblos en rebeldía: «Compatriotas: Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria; hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que, degradándonos de la especie humana, nos ha mirado como a esclavos; hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español. Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad. Ya es tiempo, en fin de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.»
Aquellos viejos sueños nos desafían en esta nueva época en la Argentina y en toda América Latina. Nuestras luchas nacionales son parte de una batalla continental y mundial. El final nunca está escrito de antemano, dependerá de la capacidad de nuestros pueblos de unirse y de tomar la historia en sus manos, con la mirada puesta hacia el futuro, por una sociedad solidaria y americanista.

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