Tiempo Argentino | Frente interno
Una rápida mirada a los hechos recientes permite advertir el impulso que busca la derecha conservadora.
La agenda de la derecha conservadora busca impulso e iniciativa. Una mirada atenta alrededor de los hechos de la semana permite ver con claridad los temas que siguen tratando de instalar los principales voceros de los sectores monopólicos, tanto los de la órbita doméstica, como los de la internacional. En el fondo, los contenidos parten de las mismas recomendaciones que en el plano global derivaron -primero- en la crisis de las hipotecas y -luego- en la recesión de las economías más importantes del planeta. Para los desmemoriados por conveniencia, es oportuno recordar que son las mismas políticas que en nuestro país llevaron a una de las mayores crisis económicas y sociales de las que se tenga memoria.
Vale empezar por una reciente nota publicada en La Nación (12/11/2013) que hace alusión a una entrevista realizada a la directora del FMI, Christine Lagarde: «ahora prestamos más atención a la población más expuesta (…). Tenemos más redes de seguridad social, nos concentramos más en los que tienen menos y deben ser protegidos», dejó en claro. Resulta reveladora la respuesta de Lagarde cuando se le pregunta si el FMI ya no exige tanto ajuste de cinturón. La número 1 del Fondo Monetario contestó, sin sonrojarse, que se trata «de un ajuste de cinturón diferente: un ajuste de cinturón mejor calculado para proteger a los más pobres». Como vemos, FMI en estado puro, y la inefable señora demostrando una vez más que actúa como lo que es en sustancia: una tecnócrata que parte de la idea de que el ajuste fiscal, supuestamente mejorará las expectativas de los inversores, lo cual a su vez redundaría en un mayor crecimiento. La vida ya ha demostrado en todo el mundo que los pronósticos de días soleados del Fondo, siempre terminan en tormentas y granizo.
La postura apunta a legitimar un accionar profundamente conservador, que sigue pregonando por todo el mundo las mismas políticas neoliberales y de ajuste que figuran en los más ortodoxos manuales de economía.
Basta observar las imágenes que vienen de Europa, donde el FMI impulsa activamente las políticas de recortes de gastos sociales, suba de impuestos al consumo y achicamiento del Estado, herramientas todas generadoras de más recesión y desempleo, que se suman a una creciente desprotección social. Otro ejemplo cercano y palpable es el de Chile, uno de los «modelos de estabilidad» tan promocionados por los centros de poder capitalista y por los comunicadores «serios y objetivos» locales. El mentado modelo chileno viene demostrando sus severas deficiencias en materia de distribución del ingreso, en el plano previsional -con una cobertura insuficiente del perimido sistema privado de pensiones-, y con una organización de la salud y la educación mercantilizada y en crisis terminal. Un fracaso que seguramente quedará expresado en las elecciones presidenciales del domingo próximo, cuando resuenen en las urnas los ecos de las luchas y los reclamos del movimiento estudiantil por una educación pública y gratuita, que logró un gran consenso solidario de vastos sectores sociales. En los últimos tiempos volvió a instalarse en el país hermano el debate sobre la cuestión del cobre, resultando que la mayoría de la población se inclina por la nacionalización de su tradicional riqueza.
Aquí, en el frente interno intentan tomar vuelo los buitres del gran empresariado monopólico. La agenda que buscan imponer los sectores del establishment vernáculo desde hace prácticamente una década, se vio refrendada el día lunes, en ocasión de la «cumbre empresaria» de siete importantes asociaciones, que los medios hegemónicos se encargan de ensalzar. De ella participaron entre otros, algunos sectores que no formaron parte de las rondas «tripartitas» convocadas, antes de su convalecencia, por la presidenta Cristina Kirchner. Tal es el caso de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), o la Sociedad Rural Argentina (SRA). Más allá de las diferencias al interior del bloque, más bien de forma que de contenido, el episodio refleja en sí mismo los recurrentes intentos de aunar fuerzas a los fines de presionar, una vez más, al gobierno para modificar las vigas maestras de nuestra actual política económica.
De manera complementaria también se llevó a cabo la Conferencia Anual de FIEL, donde se congregaron muchos de los gurúes de los noventa, junto a otros aspirantes a colocarse como renovados y serios economistas del establishment. El caso del «consultor» Miguel Broda es paradigmático: «No puedo descartar una crisis en los próximos dos años», pronosticó nuevamente. No deja de llamar la atención la liviandad y el desprecio a la opinión pública de estos personajes fracasados. Recordemos que el consultor experto y preferido de los medios de comunicación opositores, fue precisamente quien presagió que el dólar podría llegar a los 10 pesos durante la crisis de 2002. Broda y la señora del Fondo Monetario tienen grandes puntos en común a la hora de las predicciones: siempre se equivocan. Pero paradójicamente no se trata de graves errores de concepto, sino de una clara intencionalidad política. Del encuentro también participaron otros economistas de lo más rancio del establishment y el cierre del mismo estuvo a cargo de Carlos Pagni, periodista estrella del diario La Nación.
Desde esta combinación de brutal lobby empresario y «saber experto» una vez más se proponen reinstalar la remanida prédica de las políticas neoliberales, intentando dominar la escena y delinear el terreno de la verdadera batalla, la ideológica.
Sin embargo, la ciudadanía ya conoce por experiencia propia lo que se oculta tras estos cantos de sirena.
Son temas demasiado importantes para los destinos del país y nuestro pueblo; cruciales para ser dejados en manos de la entelequia de los mercados y para que el gran empresariado, con sus economistas «expertos» y comunicadores «serios», los instalen y manipulen a su antojo, aprovechando su enorme poder.
En el fondo, emerge el debate de siempre entre aquellos que enarbolan las banderas de las anacrónicas políticas de los noventa, y muchos otros que, conociendo los desafíos y problemáticas que se presentan a diario, seguimos bregando por una alternativa económica y social inclusiva y soberana, que permita seguir con la ampliación de derechos para las mayorías sociales.