Tiempo Argentino | una buenos aires pro
Por Juan Carlos Junio
Desde la victoria del macrismo asistimos al avance de un proyecto de exclusión que se abre paso con discursos que lo presentan como un defensor del bienestar general.
Vivimos en la Argentina y en América Latina un proceso que muchos han definido como «el retorno de la política». Por supuesto, esto no significa que antes la política se hubiera ausentado, sino que había perdido su lugar central en el imaginario social como herramienta transformadora de las condiciones de vida de los ciudadanos. El triunfo cultural de las ideas neoliberales logró convencer a muchos de que los asuntos comunes debían ser administrados por «expertos» poseedores de un supuesto «saber técnico». Tanto las nuevas derechas como los progresistas devenidos en reaccionarios proclamaban que los conflictos propios de la política, así como la clásica división entre derecha e izquierda, eran parte de un pasado arcaico.
Este sentido común neoliberal comenzó a ponerse en cuestión a partir de los avances en el continente de procesos populares nacionales y de izquierda, o sea auténticamente progresistas; sobre todo a partir de gobiernos que asumieron en sus programas muchas reivindicaciones largamente postergadas de las mayorías sociales. El caso de la Argentina es un claro ejemplo de esto. La irrupción del kirchnerismo, no sólo en el gobierno, sino también como aglutinante de un amplio movimiento social y cultural, resituó a la política en un nuevo plano de importancia para grandes sectores de nuestro pueblo.
Sin embargo, ante una nueva instancia electoral, sorprende el bajo nivel de debate político general y particularmente la ausencia de propuestas diferentes y positivas a la sociedad por parte de la oposición. Prima una lógica publicitaria y de espectáculo, basada en spots que ya no intentan convencer a los electores, sino sólo impactar con sensaciones e imágenes. En lugar de proyectos políticos, se da una disputa mediática con el objetivo de influir en el sentido común básico del electorado. Esta dinámica comunicacional es parte de una avanzada cultural de los grandes medios de comunicación devenidos en medios de dominación cultural, que actúan favoreciendo las propuestas políticas opositoras. Esta pérdida de espesor en el sentido y el lenguaje político no es ingenua y tiene consecuencias sociales que todavía no dimensionamos en su total complejidad. Si la presencia de la política es una arista necesaria de los nuevos procesos populares y democratizadores, su reducción a la lógica publicitaria es parte de una estrategia neoconservadora de los sectores dominantes.
Un ejemplo de esto es lo que sucede en la Ciudad de Buenos Aires. Desde la victoria del macrismo en 2007, asistimos al avance de un proyecto de exclusión que se abre paso con discursos que lo presentan como un defensor del diálogo pacifista y del bienestar general. Desde el campo popular nos hemos limitado muchas veces a criticarlo por sus dificultades en la gestión, por sus prácticas autoritarias y por sus manejos en beneficio de sectores privados como elementos aislados entre sí. Pero lo cierto es que resulta cada vez más necesario generar un enfoque crítico y profundo que permita abordar en toda su complejidad cada uno de esos aspectos como partes de un todo articulado y coherente. Es necesario pensar al neoliberalismo no sólo como un programa de gobierno para el beneficio privado de los grandes grupos, sino como un proyecto integral abarcador.
A raíz de esta reflexión, el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini encaró recientemente esta problemática con un amplio grupo de investigadores. El resultado de este valioso proceso de estudio es la publicación del libro La ciudad empresa. Espacios, ciudadanos y derechos bajo lógica de mercado, un trabajo colectivo compilado por Javier Marín. Allí se articulan investigaciones que, desde distintas disciplinas, abarcan diferentes problemas de la Ciudad de Buenos Aires para aportar una visión integral sobre la construcción de la ciudad neoliberal. La filósofa Susana Murillo, autora del primer artículo, plantea que si bien la CABA originalmente se desarrolló a partir de una idea de igualdad, actualmente esa línea fue alterada. Por este motivo asistimos a un cambio estructural que tiene la dimensión de una nueva fundación, ahora bajo principios neoconservadores que se proponen naturalizar las diferencias sociales como destino inevitable para nuestra Ciudad.
Es por eso que determinadas zonas son revalorizadas según los intereses privados y el gobierno local invierte fuertes sumas del dinero público para beneficiar a los negocios inmobiliarios, prescindiendo de toda planificación urbanística.
La contracara de estos procesos es la gradual expulsión de estas zonas de las clases bajas y medias, ya que no pueden hacer frente al encarecimiento de alquileres, impuestos y costos de vida. Es así como grandes sectores ciudadanos se ven compelidos a aceptar políticas excluyentes y autoritarias, que se visten de progreso y que funcionan como fórmulas mágicas que prometen, a quienes les brinden su apoyo, una ficticia garantía de permanencia al interior de los grupos sociales con «derecho a vivir en la ciudad».
También áreas clave como la salud o la educación son administradas de acuerdo al cálculo económico que marca fronteras sociales dejando fuera a quien no puede comprar su ingreso. Se intenta así imponer una cultura de competencia en ámbitos que deberían ser de socialización e intercambio. El que gana sigue, el que pierde se tiene que ir. De igual manera, a la compleja e importante temática de la inseguridad, que los grandes medios potencian, se le da forma de pobre y a este se lo convierte en una amenaza en doble sentido: como estereotipo de delincuencia y como figura que recuerda el miedo a caer en ese lugar.
Una visión alternativa debe defender los orígenes e historias diversas como formadores de una identidad común, lo cual permitiría un tipo de relaciones sociales no guiadas por la lógica de la fragmentación y la competencia, sino por la de convivencia entre pares, en el marco de un gran espacio común.
Frente a un modelo que avanza expulsando a sectores cada vez más amplios, valoramos la posibilidad de construir una ciudad para todos, con derechos sociales, económicos y culturales basados en una concepción humanista y solidaria, como antítesis de las visiones exclusivistas para minorías.