Tiempo Argentino | Los ribetes antiobreros del macrismo
El minué de un gobierno irresoluto con una empresa -Metrovías- fue generando dificultades crecientes.
¿»Somos idiotas que no podemos construir 15 kilómetros de subte por año? Nosotros tenemos que construir por lo menos 15 kilómetros, como hicieron los chilenos: 44 kilómetros en tres años, y resolverle el problema a la gente.» Estas impactantes palabras las pronunció el candidato Mauricio Macri en la campaña electoral de 2007, en la que resultó electo por primera vez jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No consideramos que la descalificación mediante la categoría «idiotez» resulte útil para comprender y desentrañar una política pública que cierra un perfecto círculo negativo e ineficiente. El proceso que viene llevando adelante la ciudad con el subterráneo de Buenos Aires configura un manual aleccionador sobre los modos a través de los cuales un gobierno de derecha se corre de sus responsabilidades, consustanciado en su visión elitista y privatizadora, mientras estimula el odio de los usuarios en contra de los trabajadores. Una obra maestra del terror, que en este caso no es cinematográfico, sino social y político.
Hagamos un poco de historia. El 2 de noviembre de 2011, el gobierno nacional informó que los servicios de subtes y premetro serían transferidos a la Ciudad. El jefe de gobierno reclamó una serie de condiciones para hacerse cargo del servicio y propuso una transición de noventa días, pero inmediatamente aplicó un aumento del pasaje del 127% pasando de 1,10 a 2,50 pesos. Un entredicho a propósito de la cobertura de la Policía Federal en las estaciones le dio una excusa al ingeniero Macri para poner en duda la efectivización de la medida. Frente a esta situación, el 29 de marzo de 2012, el Parlamento nacional aprobó la ley de traspaso de los subtes, el premetro y las 33 líneas de colectivos a la Ciudad, por amplia mayoría: 162 votos a favor y 54 en contra. El macrismo intentó revertirlo en la Legislatura, pero su proyecto naufragó.
En junio, Metrovías retiró 20 trenes del subte, argumentando que no estaba en condiciones de solventar el mantenimiento. Y el 3 de agosto comenzó un paro de los trabajadores reclamando la reapertura de las paritarias. Macri contestó acusando a los obreros de que el conflicto era «cien por ciento político» y que los «metrodelegados» son una «creación del kirchnerismo».
La inauguración tardía de estaciones construidas por el gobierno de Aníbal Ibarra estuvo plagada de obstáculos. Las prolongaciones de las líneas A y B estuvieron precedidas de avisos de graves riesgos de accidentes por imprevisiones técnicas y por inadecuadas definiciones presupuestarias.
Este minué de un gobierno irresoluto con una empresa -Metrovías-, que incumplieron con los cánones imprescindibles para un transporte seguro y digno, fue generando dificultades crecientes. Las nuevas estaciones no fueron acompañadas con el incremento de frecuencias, lo cual generó una intolerable congestión de público. A pesar de las acusaciones en contra de los trabajadores, Metrovías y Sbase admitieron que muchas demoras e inconvenientes obedecieron a problemas técnicos y a la necesidad de realizar «ajustes». Es decir que el problema y la solución estaban en la empresa prestadora y en los órganos responsables de gobierno. Este tardío reconocimiento no evitó insultos y golpizas a los trabajadores del subte con motivo de paros que advertían sobre los riesgos reales de una prolongación hecha sin recaudos mínimos para la seguridad de usuarios y empleados. Los ánimos se caldearon y mientras tanto muchos usuarios ni siquiera saben que el Presupuesto que presentó el macrismo para 2014 da por supuesto que la tarifa ascenderá de 2,50 a 3,50 pesos. El clima que se vive bajo tierra a menudo se parece bastante a los relatos mitológicos del Averno.
El estilo «dialoguista» del gobierno se reveló, en esta situación tan álgida, con la reciente puesta en marcha de una encuesta para los pasajeros. Se trata de un instrumento con 68 preguntas, muchas de ellas inducidas directamente, sin eufemismos, a responsabilizar a los trabajadores por las graves problemáticas del servicio. El ítem 57 pregunta: «¿Cuál de las siguientes acciones cree usted que debería llevar a cabo el gobierno de la Ciudad ante las protestas de los delegados gremiales?». Las opciones evidencian el talante antiobrero y autoritario de este gobierno prefabricado en los laboratorios de la «nueva y moderna derecha» que se dice dialoguista. Su visión y sus decisiones son tan anacrónicas como conservadoras: sancionar a los trabajadores descontando los días no trabajados, denunciarlos ante la justicia o despedirlos. Otra pregunta en la misma orientación se formula así: «Algunos afirman que ‘la actitud de los trabajadores del subterráneo impacta negativamente en su experiencia de viaje’. ¿En qué medida está Ud. de acuerdo con esta afirmación?».
Siguiendo con la saga de la política del transporte subterráneo de Mauricio Macri, vamos afirmando la comprensión de su lógica. Promete en campaña construir kilómetros de vías y luego no cumple; promete asumir la responsabilidad por su funcionamiento y lo evita todo lo posible; declara su preocupación por el servicio, pero su acción concreta se remite al aumento indiscriminado de tarifas; reafirma un compromiso con la calidad del servicio, pero incumple con las mínimas exigencias de contralor poniendo en riesgo la seguridad de usuarios y trabajadores. En suma, se victimiza una y otra vez, siempre con el apoyo irrestricto de los grandes medios, y frente a los conflictos que se desatan a partir de su gestión ineficiente, elabora argumentos marketineros para culpabilizar a los trabajadores por el mal estado de los subtes. Por último, declaró al servicio «esencial» para evitar las huelgas, pero en los hechos desnuda lo «esencial» de su ideología: el subte es un tema marginal, insignificante en su agenda pública en términos de asegurar el servicio y priorizarlo como un derecho ciudadano. Su apuesta es al transporte terrestre. O sea que nunca pensó en cumplir con la promesa asumida antes «sus vecinos». Mauricio Macri promete postularse a presidente en 2015: ¿cuáles serían las peripecias de ese viaje imaginario del ingeniero piloteando el tren de la Patria? Lo único cierto es que vive victimizándose ante cualquier circunstancia, pero nunca deja de atacar a los trabajadores y culparlos ante los usuarios transfiriéndoles falsamente su propia impotencia.