Ciudad neoliberal o Ciudad democrática. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | La cultura según el PROLa visión empresaria de la cultura que define al actual modelo va acentuando el sistema de privatizaciones y negocios culturales, al que asocian el turismo, la gastronomía y el tango.

Como en otros aspectos que hacen a la vida cotidiana de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, la grave situación que atraviesa la cultura pública pone de manifiesto, una vez más, la tensión y disputa entre dos proyectos de Ciudad. La cultura, como instrumento del pueblo para la construcción de identidades, memorias y vivencias colectivas, es puesta en jaque por una administración conservadora que privilegia su concepción de Ciudad para minorías y restringe los ámbitos públicos a unos pocos espacios de élite, marginando a quienes no puedan pagar por ellos.

Lo que sucede con el Teatro Colón, por ejemplo, excede lo que tiene que ver con la supremacía de lo privado sobre lo público. La situación del gran teatro pone en peligro este patrimonio histórico y cultural de la Ciudad por la falta de mantenimiento, de criterio para la conservación o, aún peor, por el robo de bienes para su comercialización en Internet. Recientemente se constató la pérdida de parte valiosísima del acervo cultural del teatro, como el escandaloso faltante de cartas de compositores, documentos administrativos del teatro antiguo, libros de arte e incluso pedazos del piso del teatro.

Un informe de la auditoría porteña del año pasado ya advertía sobre la falta de control de gastos y de inventario en el proceso de remodelación del Colón.

Otro rasgo constitutivo del modelo de Ciudad neoliberal es la visión de negocios en torno a la cultura que existe entre el gobierno de la CABA y sectores privados que medran a partir de estas políticas. Un ejemplo de esto es el alquiler de espacios públicos a particulares para fiestas, congresos y conferencias. En el Complejo Teatral de Buenos Aires, del que es parte el San Martín, crece la tercerización de espectáculos a través de productores del circuito comercial que utilizan para iniciativas privadas las salas mantenidas con el aporte de los ciudadanos. Esta situación motivó la preocupación y la movilización de los trabajadores de la cultura en defensa de sus fuentes de trabajo, ya que las consideran amenazadas. Proliferan las cancelaciones sistemáticas de funciones, los reiterados incumplimientos contractuales y el empeoramiento de las condiciones de trabajo, no sólo por el deterioro de las instalaciones de los espacios culturales públicos (camarines y baños clausurados, vestuarios sin agua, problemas técnicos de sonido e iluminación y falta de higiene en las salas), sino también por la persecución a sus delegados sindicales.

El deterioro de las salas del San Martín es tal que cada vez son más los actores, directores y profesionales vinculados al mundo del teatro que se expresan sobre esta problemática, como lo ha hecho recientemente la reconocida dramaturga Griselda Gambaro.

En esa misma lógica se encuadra la decisión del gobierno porteño de cerrar diez Orquestas Infantiles y Juveniles, un proyecto social valioso que desde hace 15 años forma niños y jóvenes en distintos barrios de la Ciudad. Según denuncias de los trabajadores, el proyecto será remplazado por un convenio con «ONG’s amigas». Toda una definición de lo público en clave macrista.

El recorrido de las políticas del PRO en la Ciudad está signado por una indudable coherencia ideológica, política y práctica. Así, la esfera pública sufre un proceso de reconfiguración notable. La escuela del Estado se convierte en un espacio para la atención de pobres; el hospital público denuncia carencias crecientes en materia de insumos y de dotación de los diversos trabajadores de la salud. En el plano habitacional, se asiste a un recorte inédito de las políticas destinadas a la vivienda social, que tiene como contrapartida el incremento aluvional del negocio inmobiliario. La inauguración del Metrobus contrasta con la catastrófica situación del tránsito y las promesas incumplidas en materia de inversiones y desarrollo, cuyo ejemplo más claro es el del subterráneo.

Por otra parte, la visión empresaria de la cultura que define al actual modelo va acentuando el sistema de privatizaciones y negocios culturales, al que asocian el turismo, la gastronomía y el tango. Claro que la concepción mercantilista actual de nuestra música ciudadana no es vista como una expresión de la música y el baile del pueblo, sino como «la soja porteña», según dijo Mauricio Macri, por las ganancias que genera el Festival de Tango de Buenos Aires.

En cuanto a nuestros barrios y comunas, el abandono es deliberado, ya que se rechaza ideológicamente todo lo que tenga que ver con lo asociativo y colectivo, muy particularmente cuando nace y se constituye en la base de la sociedad.

El jefe de gobierno, con su mentado «círculo rojo», ha ensayado en los últimos días una aventura con el lenguaje, que luego intentó vanamente aclarar. Maltrató al viejo Euclides, a su geometría y a la teoría del color con una metáfora forzada e inexplicable, con la que describió la desazón generada por la dinámica que ha adquirido su relación con los núcleos concentrados del poder real. El círculo rojo con el que Macri banaliza su obsecuencia -que como contrapartida le valió el blindaje y la protección mediática de estos años- no alcanza para disimular que los errores y limitaciones en la gestión -incluyendo a la cultura-, no se tapan con las típicas cuadrillas que recorren las calles en períodos electorales.

Parafraseando a la presidenta, los baches y la mediocridad del señor Macri representan verdaderos «círculos negros», producto de sus agujeros ideológicos y de la mala gestión de nuestra Ciudad. La crítica situación de la cultura porteña, en lo referido a su carácter público y democrático, y su desmantelamiento y desatención, no se resolverán con promesas, frases vacías y, mucho menos, con pobres metáforas que en realidad resultan una suerte de antimetáfora.

Macri descubre ahora que el establishment es ingrato, que no tiene preferidos y que sólo privilegia sus intereses, por encima de los de la Nación y el pueblo. Quizás para él sea una sorpresa, pero para tantos de nosotros es un viejo y valioso axioma.

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