Tiempo Argentino | Créditos «pro» para viviendas
Macri sostiene un proyecto político sustentado en la lógica neoliberal que prevaleció en los años del menemismo.
La posición del actual gobierno de la Ciudad en torno al tema del endeudamiento constituye una acabada muestra de su definición de prioridades en materia de asignación de recursos económicos. Justamente, si apreciamos la elección que viene haciendo el Jefe de Gobierno Mauricio Macri cuando reparte el presupuesto, se desnuda que sigue sosteniendo un proyecto político sustentado en la lógica neoliberal que prevaleció en los años del menemismo.
En lo específicamente financiero, esta afirmación se expresa en el significativo incremento (124%) de la deuda municipal durante la etapa 2008-2012, constituyéndose en uno de los mayores aumentos a nivel provincial. Este gran crecimiento de la deuda de nuestra ciudad suele ser defendido por sus administradores locales, con un viejo argumento del partido de los endeudadores: destacan y valoran los beneficios del acceso pleno a los mercados externos y añoran la reconstrucción de los vínculos carnales con los principales centros de poder global.
Esta opción contiene algunos fundamentos que a esta altura resultan insostenibles, como el hecho de que la mayor parte de los nuevos préstamos son destinados a la refinanciación de deudas previas, y no a la ampliación de infraestructura, como sería deseable. Tampoco se habla del fuerte sesgo «dolarizado» de la estructura de la deuda, que ha llevado a que entre 2007 y 2011 la porción en moneda extranjera pasara del 60% al 90%, una fotografía que habla de los significativos niveles de exposición ante potenciales fluctuaciones en el valor del dólar. En estos peligros no reparó Federico Sturzenegger, presidente del Banco Ciudad, cuando manifestó su deseo de que se registre una devaluación abrupta en el país, sin pensar en las consecuencias negativas que un incremento de los servicios de la deuda tendría para los ciudadanos porteños.
El intento de recrear este anacrónico planteo ideológico endeudador forma parte de una dinámica que no puede escindirse de una manera de pensar la economía y la organización de la sociedad, que tiene como fin último favorecer los negocios del gran capital concentrado. Esta línea, que se expresa en la economía de una ciudad gobernada por un neoliberal, contrasta con la que se ha venido aplicando a escala nacional, que con una orientación opuesta, logró reducir la deuda pública, aliviar la carga de intereses en el presupuesto, y dejar sin fuerza a los acreedores para que condicionen las políticas del país en todos los órdenes.
La trama ideológica que pinta el accionar del gobierno de la Ciudad también salió a relucir con el reciente anuncio de la implementación de una línea de préstamos hipotecarios que otorgará el Banco Ciudad, a una tasa de interés fija del 5% anual, pero cuyo capital se ajustará por la variación de precios de ciertos bienes y servicios de la CABA, incluyendo también los alquileres. En realidad, tras las brumas del marketing, lo que intentan vender es una rémora de la tristemente célebre Circular 1050, de la última dictadura militar, que se ajustaba en función de otras variables de la economía, y así llevó a que los préstamos se volvieran impagables para los deudores. Sin dudas, el contexto es otro, aunque el espíritu sigue siendo el mismo. Por un lado, porque si bien la tasa promocionada es del 5%, en realidad a la cuota hay que agregarle el ajuste de los precios, calculado por Macri. Si tomamos como base los últimos datos conocidos, el costo podría alcanzar valores cercanos al 30%, muy por encima de la variación de los salarios. En realidad, también se trata de una línea con propósito electoralista, que no apunta a solucionar los problemas de fondo de la financiación de la vivienda, sino a establecer los mecanismos e instrumentos para que el mercado haga lo suyo, que siempre es la persecución de la máxima ganancia.
En este tema, también vale la pena comparar. La diferencia con lo que ocurre en el ámbito nacional, en particular con el Pro.Cre.Ar., es abismal; y no sólo en términos de la magnitud de los fondos públicos asignados sino también en las condiciones de los préstamos ofrecidos al público. El Pro.Cre.Ar., que comenzó en julio del año pasado, consiste en el otorgamiento de créditos para la construcción de viviendas únicas y permanentes de aquellas personas que no poseen casa propia. Contempla además la adquisición de viviendas nuevas que estarían ubicadas en terrenos fiscales cedidos por la Nación. El programa del gobierno nacional prevé tasas fijas de entre 2 y 11%, sin indexación alguna, y contempla una extensión de los créditos de entre 20 y 30 años, contra los 15 del plan de la Ciudad.
La experiencia nos dice que una problemática tan importante como la de la vivienda no puede ser dejada en manos de los mercados. Por el contrario, se requiere un fuerte involucramiento por parte del Estado porteño, que debiera alterar totalmente su enfoque para la asignación de recursos fiscales frente a este grave problema social de la vivienda, que afecta a los núcleos más humildes, a los jóvenes y a amplios sectores de nuestra clase media.
Naturalmente, ello implica desmontar una lógica de exclusión que no tiene pruritos a la hora de destinar mayores fondos públicos para el pago de intereses de la deuda, mientras que por otra parte congela, e incluso subejecuta, partidas como las del área de la vivienda. Una actitud de desidia e insensibilidad social, que refleja las preferencias de un gobierno que está en las antípodas de la Ciudad democrática que anhelamos. Una ciudad que albergue cada vez más a sus ciudadanos, que trabaje para la solución de sus carencias, comenzando por los más vulnerables. Se trata de ir hacia un modelo que vaya dejando atrás la exclusión y la desigualdad, y ponga su Norte hacia la ampliación de derechos sociales, económicos y culturales para las mayorías, aceptando y valorando su diversidad.
Nota publicada en Tiempo Argentino el 26/07/2013