Ciudad neoliberal o ciudad democrática. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | La cultura según el PRO

La gestión cultural de Macri no sólo es elitista, sino que agrede la inteligencia y la dignidad de los hombres y mujeres del pueblo de nuestra Ciudad Autónoma.

Durante los seis años de la gestión macrista en la cultura de la Ciudad de Buenos Aires no sólo chocamos con brutales recortes presupuestarios, sino también con el sinsentido de las fastuosas obras del Teatro Colón y la crisis de infraestructura del Teatro y Centro Cultural San Martín y la Sala Alberdi. En nuestra Ciudad se discuten dos formas de entender la democracia, dos modelos de Estado que, en esencia, representan proyectos políticos antagónicos en términos ideológicos.

Un aspecto peligroso e insoslayable de esta tensión es la retórica de «lo nuevo y lo renovador». En el discurso de la denominada gestión cultural de Mauricio Macri, dicha retórica se asocia a su afán de exhibir un pseudomodernismo que busca impactar en la memoria histórica de la población y en la subjetividad de los ciudadanos. Si corremos el velo de ese discurso brumoso e inconsistente se desnuda su esencia conservadora y oscurantista en términos culturales, su pretensión de profundizar el retroceso de lo público en favor de lo privado como matriz ideológica, y la construcción de un tipo de ciudadano-cliente acorde a ese modelo: más «consumidor desmemoriado, dócil y compulsivo» que ciudadano con derechos y deberes.

En estos días cobró visibilidad un ejemplo de resistencia a esta avanzada: vecinos de San Telmo, Floresta, Palermo, Parque Patricios, Parque Chacabuco, Villa Santa Rita y Villa Crespo, entre otros barrios, denunciaron en la justicia la desaparición de los adoquines de varias calles consideradas símbolo y marca distintiva de sus respectivas identidades culturales barriales y criticaron su remplazo indiscriminado por asfalto.

Según los expertos, los adoquines son vitales en el escurrimiento del agua de lluvia. Así es que nos chocamos con la paradoja de una gestión que bate records de subejecución presupuestaria en obra pública, especialmente aquella necesaria para solucionar el problema de las inundaciones, y encima arrasa con uno de los elementos del paisaje urbano que no sólo contribuye a evitarlas sino que representa uno de los símbolos de la identidad cultural de los barrios porteños que defienden sus vecinos. Nos encontramos nuevamente con la «retórica de lo nuevo y lo renovador» que permite esconder, debajo de la capa ideológica de asfalto neoliberal, la destrucción de los símbolos que dan espesura a la memoria de un barrio y un pueblo. Para nosotros, no es este el camino al progreso, sino su antítesis. Se trata de una estrategia de disciplinamiento social, que rompe la memoria histórica de la que se nutre la comunidad, repensándose de una generación a otra y, por ese camino, reelaborando su futuro.

La gestión del patrimonio histórico debe ser una política de Estado, ya que el acervo cultural es una representación simbólica de las distintas versiones de su identidad y de las herencias enriquecedoras que vienen desde los orígenes de nuestra Ciudad. El criterio de optimización de la circulación, de modernización de las trazas y de renovación del mobiliario urbano esconde la densidad política de una idea de ciudad para pocos, restringiendo cada vez más una visión de ciudad colectiva solidaria.

Lo que está sucediendo con los adoquines en Buenos Aires y la resistencia mayoritaria a su remoción inconsulta, permite preguntarnos qué sucedería si la Ley Orgánica de Comunas (Ley Nº 1777/05) efectivamente estuviese funcionando. La misma contempla promover la descentralización, facilitando la desconcentración de las funciones del Gobierno de la Ciudad (GCBA). Preserva su integridad territorial y cultural, favoreciendo la participación de la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones y en el control de los asuntos públicos. Promueve el desarrollo de mecanismos de democracia directa para mejorar la eficiencia y la calidad de las prestaciones que brinda el GCBA. Busca implementar medidas de redistribución y compensación de diferencias estructurales a favor de las zonas más desfavorecidas de la Ciudad. Preserva, recupera y difunde el patrimonio y la identidad cultural de los distintos barrios. Es comprensible, entonces, el empeño de Macri en obstaculizar e impedir el funcionamiento de las comunas.

Con relación con las temáticas orgánicas de gobierno, debemos significar que el Ministerio de Cultura de la Ciudad tiene una institucionalidad muy limitada, ya que los sectores que producen, difunden y consumen cultura no tienen representación en los programas de gobierno. La Ciudad carece de una ley de cine, de una ley del libro, de una ley de tango; no tiene entonces institutos con presupuesto propio ni gobiernos participativos en la gestión. Los escritores, los artistas plásticos, las editoriales, las grabadoras, los tangueros, entre otros sectores, deberían tener representación institucional que complete la gestión de gobierno de las industrias culturales, del arte y la cultura. Las experiencias como las de Proteatro o Prodanza son valiosas, pero parciales. Por lo tanto, estos sistemas deben extenderse al conjunto de las disciplinas artísticas que todavía no tienen institucionalidad ni gobierno propio.

El macrismo, como expresión de la derecha neoliberal, no es sólo una banalización de la política, sino que representa un proyecto cuyas líneas de acción guardan coherencia en la construcción de un modelo de ciudad para minorías. Por aquello de que «para muestra basta un botón», es interesante señalar que el jefe de gobierno porteño gastará cerca de 58 millones de pesos en acondicionar los terrenos del Parque de la Ciudad para el Rock in Rio edición Buenos Aires. La gestión macrista le cedió a Dream Factory, la empresa privada que organiza el evento, 160 mil metros cuadrados del predio en forma gratuita, los empleados públicos que necesite y la publicidad del evento. La licitación la hizo en tiempo récord el ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chaín, responsable de las obras por las inundaciones, y quien también fuera interpelado en la Legislatura por la demolición del Taller 19 del Borda.

En suma, la gestión cultural de Macri no sólo es elitista e ineficiente, sino que agrede la inteligencia y la dignidad de los hombres y mujeres del pueblo de nuestra Ciudad Autónoma.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 19/07/2013

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