Dólares ilegales, bien vestidos por «expertos». Por Juan Carlos Junio

La ortodoxia conservadora nunca deja pasar la ocasión para colar sus máximas, aunque estén en decadencia.

Durante esta semana el dólar ilegal llegó a cotizar a valores exorbitantes ampliando considerablemente la brecha que lo separa del dólar oficial, la que llegó a superar niveles del 70 por ciento. Para los medios dominantes, esta noticia sería una demostración cabal de las falencias de la estrategia cambiaria del gobierno y de todo problema que atraviese la economía argentina.

Vale la pena detenerse en la dinámica de funcionamiento del mercado del dólar ilegal, que en un intento por dotarlo de cierta legitimación, pasea vestido de color azul y suele figurar en inglés. Pero en los hechos, este dólar ilegal, no deja de ser una potente herramienta que trata de moldear el imaginario social e influir, en última instancia, en la definición del rumbo económico y en la determinación de las políticas públicas, buscando alinearlas a los intereses de grandes especuladores financieros y políticos.

Desde que le dieron nacimiento, lo han transformado en una suerte de fetiche al que interesados «especialistas» y medios monopólicos recurren, cual termómetro que mide la salud del cuerpo humano, de la misma forma que lo hacían en otros tiempos con el índice de riesgo país, elaborado por bancos de inversión del exterior en función de la cotización de los bonos de la deuda pública. También por entonces, introdujeron a ese falso tótem en la vida cotidiana de nuestra gente.

En varias ocasiones hemos señalado que el nivel alcanzado por el valor del dólar ilegal es un desatino, modelado artificialmente por cueveros que se sienten legitimados por diarios y canales televisivos que los presentan como «operadores del mercado». Ciertamente, su cotización nada tiene que ver con las necesidades reales de nuestro aparato productivo ni de los trabajadores. Y si bien esta caracterización no implica negar su existencia, nos permite evaluar mejor el alcance y la verdadera funcionalidad del dólar ilegal.

La suba que se ha generado en estos días se da precisamente cuando comienzan a liquidarse los dólares de la cosecha gruesa, que son los que abastecen la plaza cambiaria formal y los que manejan los mayores volúmenes de operaciones de moneda extranjera. Rápidos de reflejos, algunos medios informaron que ciertos exportadores agropecuarios, que por normativa deben liquidar los dólares en el Banco Central, pasaron luego por el mercado marginal para comprar dólares a un precio mucho más alto. Este comportamiento resulta difícil de refutar, habida cuenta de la natural inexistencia de registros por el carácter de estas operaciones, que se cursan en mercados ilegales.

En los últimos días cayó también otro mito inventado por los «expertos». Fue perforado lo que algunos presentaban como una suerte de piso psicológico para las reservas, fijado arbitrariamente en 40 mil millones de dólares. Al respecto, no sólo no se verificó ningún evento económico extraordinario, ni mucho menos las catástrofes generalizadas anunciadas, sino que el día posterior a que se conociera el dato, el dólar ilegal bajó cuatro centavos, como consecuencia de lo que en la jerga financiera se denomina «toma de ganancias», algo que evidencia que algunos pescadores de río revuelto están aprovechando la ocasión para engrosar sus arcas.

En los últimos días incluso se ha empezado a hablar de un nuevo dólar «blue», pero a futuro, con cotizaciones muy superiores a la del dólar oficial, e incluso a la del dólar ilegal que se transa al contado. De hecho, un reputado medio local hasta llegó a replicar los pronósticos de una cueva porteña de que «se viene el dólar Messi a $10 dentro de dos meses». Parecen ser nuevas émulas de Miguel Ángel Broda, aquel fracasado pronosticador.

También resultan ilustrativas las palabras del economista Miguel Kiguel, quien sostuvo (Ámbito Financiero, 24 de abril) que «a pesar de todo lo que se diga, la gente sabe que el que compró dólares, ganó», y que «la verdad es que el público no vislumbra que vaya a haber una mejoría pronto. Y a esto se suma que el Banco Central todavía no le encuentra la vuelta a cómo controlar el tipo de cambio.» Este tipo de declaración podría pasar como una más entre tantas de las que circulan. Sin embargo, el mentado opinante de la city agregó: «Hoy en el mercado (ilegal) se mueve muy poco dinero, por lo que cualquier versión, medida, anuncio o sensación que se contagie puede modificar la cotización.» La contradicción conceptual es flagrante; asigna entidad a un mercado, al que a continuación se caracteriza de ínfimo por el volumen operado.

En paralelo, no son pocos los que aprovechan para tratar de revivir la perimida impronta monetarista, señalando que la suba del dólar ilegal obedece a una emisión «desenfrenada» del Banco Central, y que la presión cambiaria cederá cuando se achique el ritmo de emisión de pesos. En realidad, podría decirse que hay espacio para que suba el dólar ilegal en tanto existan regulaciones cambiarias que restrinjan el acceso al mercado formal tendientes a proteger las reservas del país. Sin embargo, la ortodoxia conservadora, sabemos, nunca deja pasar la ocasión para colar sus máximas, aunque estén en decadencia.

El desarrollo de los acontecimientos económicos demuestra que se deben sostener los instrumentos de regulación del mercado de divisas, que aseguran el cuidado de los dólares que requiere el funcionamiento de la actividad económica de nuestro país, particularmente teniendo en cuenta que el contexto de crisis global no parece despejarse. También resulta valorable la decisión estratégica del Banco Central, sosteniendo la flotación administrada del tipo de cambio oficial y rechazando los cantos de sirena de los especuladores que presionan por una devaluación abrupta, que representaría un duro golpe hacia las clases populares.

Nota publicada el 26/04/2013 en Tiempo Argentino

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